Una Noche Como el Día

Capítulo 16: La vida es un don de Dios.

            Despierto.

            Me caigo de la cama pues estaba enredada entre las sábanas. Mi cuerpo estaba sudando. Me levanté del piso. Corrí al baño; me sentía muy asustada. Me miré en el espejo, toqué mi rostro y luego el lugar donde recibí el disparo.

            Todo estaba en su lugar; mis pómulos enmarcando mi cuerpo aún delgado por el alto consumo de droga; era mi cuerpo pero no era yo.

   —¡¿Qué rayos!? ¿Qué sucedió? —digo anonadada.

             Bajé rápidamente a la cocina. Corrí las persianas; estaba lloviendo tal como en el sueño.

            Revisé debajo de la mesa, donde tendría que estar la invitación y ahí estaba. Sorprendida, me senté en el mueble y comencé a llorar. ¿Qué era todo aquello? ¿Por qué estaba viva? Todo lo que había sucedido había sido tan real.

            No era la misma Holy que estaba en aquel sueño. Tenía sentimientos encontrados, pensaba en todo aquello que sucedió, pensaba en él… No existía vacío en mi corazón, solo anhelaba poder verlo de nuevo.

             Al parecer, todo fue una cruel pesadilla…

             De repente, el suelo comenzó a temblar. Me escondí exactamente en el mismo lugar que en el sueño.

            Esta vez con la invitación en la mano. La abrí y leí lo mismo pero con un impacto distinto. Me quedé por un largo rato en ese lugar; lloraba como una niña pequeña.

             Decidí darme un baño. Luego de pensar en qué haría, salí de la bañera.

            Usé ropa deportiva. Tomé las llaves del auto, mi bufanda y salí de casa. No sabía a dónde iba a ir ni estaba segura de lo que ocurriría. Nadie me creería si les cuento lo que viví, ¿será que Dios quiso advertirme de todo? ¿Quería que cambiara quién soy?

            Entonces, decidí desviar el auto e irme a la estación del metro.

            Llegué a la estación del metro 119 de Roushter.

            Me quedé, por unos minutos, afuera del auto.

            Corrí hacia el metro con la intención de encontrarme con él, corrí sin medir mi cansancio, sin medir mi respiración. Tenía un nudo en mi garganta. ¿Soy afortunada de haber vivido todo antes de que sucediera? ¿Por qué me escogió a mí...? ¿Por qué a una persona tan incrédula que, hasta el final, aun viendo su amor hacia mí, no creyó?

            Ahora veo todo de una manera distinta; veo su amor. Veo su perdón; veo su cuidado. Todos esos pensamientos me hicieron llorar. Mientras corría, el tiempo parecía más acelerado.

             Fue entonces cuando lo vi. Ahí estaba, saludando a un anciano.

            Mi corazón dolió; sentía felicidad y miedo al mismo tiempo. No quería dejarlo ir así que caminé hacia donde estaba.

            Mis pasos hacia él se hacían más lentos; las horas, los minutos, los segundos… Eran casi eternos. Mis ojos llorosos, mi corazón vitoreando, mis manos sudando. Estaba enamorada y estaba segura de que todo fue una señal de Dios para que cambiara mi vida.

            Me sentí agradecida, amada, entendida y cuidada.

            No era la misma.

   —¡James! —pongo mi mejor sonrisa.

            Él voltea y me mira sorprendido.

   —¿Holy?

            Siempre amaré esos ojos grises.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.