Una noche contigo

- Capítulo 10 -

Debo despedirme de tan buena compañía. Arthur se levanta primero y yo le sigo. Me despido de Mila, y la chica me abraza con fuerza. Incluso Clara – la madre de Arthur – me da un apretón de manos, igual que su esposo Víctor.

– Fue un placer conocerte – le digo a la abuela.

– Para mí también – asiente. – Cuídate, niña. Su nieto tiene un carácter difícil.

Arthur vuelve a rodar los ojos y sale del salón, y yo lo sigo. Sinceramente, me gustaron sus familiares. Son interesantes y cada uno tiene algo especial. Sólo la abuela ya es un personaje por sí misma.

– ¡No me dejaste comer! – me quejo mientras vamos hacia el coche.

– No vinimos aquí para comer – responde rápidamente.

Resoplo y abro la puerta del coche, pero entonces recuerdo que mi jornada laboral ha terminado y Arthur no está obligado a llevarme a casa.

– Sube. Te llevo – ordena, y yo sonrío.

Me siento en el asiento y espero a que Arthur haga lo mismo. Pero él no se apresura. Alguien le llama y durante unos cinco minutos mi jefe permanece fuera del coche con una amplia sonrisa en su rostro. Para ser sincera, es raro verlo tan feliz. Inmediatamente surge la pregunta de quién estará al otro lado de la línea para hacerlo sonreír así. Ni siquiera cuando estaba con su familia se veía tan feliz.

– Es extraño verte tan contento – comento cuando se siente al volante. – ¿Acaso tienes una novia?

Lo pregunto y ni yo misma me lo creo. No hace mucho que dormimos juntos. No creo que Arthur sea del tipo que engaña.

– Es una amiga muy cercana – responde calmadamente. – De hecho, ella fue mi asistente antes de casarse y regresar a Ucrania.

– Vaya, qué interesante – realmente me resulta fascinante la historia. Arthur tiene una amiga, pero no una novia. ¿Por qué me alegra tanto saberlo?

La pequeña confesión termina ahí, y Arthur se sumerge en sus pensamientos, mientras yo me pierdo en los míos. Saco mi teléfono y abro el correo. No suelo hacerlo, pero ahora siento que debería. Abro el correo y veo otro mensaje de mi padre.

Dudo si abrirlo, pero lo hago. Sé que lo lamentaré después, pero… ya es tarde.

“Eres una mala hija. Tengo problemas por tu tonto comportamiento. Regresa, si no quieres ser la culpable de mi muerte.”

¡Perfecto! ¡Ahora hemos pasado al chantaje!

Borro el mensaje de nuevo y tiro el teléfono en la bolsa. El buen humor desaparece, y todo porque no pude simplemente borrar ese maldito mensaje. Lo bloqueé después del primer mensaje, pero luego lo desbloqueé. No pude evitarlo. Y fue un error.

– ¿Pasa algo? – pregunta Arthur y sólo ahora recuerdo que está sentado junto a mí.

– Todo está bien. No te preocupes – murmuro.

– ¿Seguro? – pregunta de nuevo. – Te cambió el ánimo de repente.

– A veces pasa.

Me giro hacia la ventana, porque no quiero que Arthur me atosigue con preguntas. Hasta ahora no le importaba nada sobre mí, y de repente le ha dado por interesarse.

Por suerte, mi casa no está lejos. Apenas diez minutos y el coche se detiene. Estoy a punto de salir, pero Arthur me detiene.

– Tened en cuenta que puedo llamarte incluso en tu día libre – expresa.

– ¿Es tu forma de arruinarme el ánimo antes del fin de semana? – pregunto. – Pues gracias.

– Ahora puedes irte – Arthur sonríe, y me dan ganas de sacar la lengua. Parece que en él conviven dos personalidades. Una me sorprende, y la otra me molesta hasta los huesos.

Salgo del coche y voy a casa sin mirar atrás. El coche se aleja, y enseguida comienzo a rezar para que Arthur no me moleste el fin de semana. Pero, conociéndolo, no debo tener muchas esperanzas.

Cuando llego a casa, le muestro a Liz el mensaje. Por supuesto, ella se enfada tanto como yo.

– ¿Por qué no lo bloqueaste? ¡Eso es chantaje puro! – exclama.

– Lo hice – suspiro. – Pero luego lo desbloqueé. Tal vez soy tonta, pero hasta el último momento creí que mi padre entendería su error y pediría disculpas.

– Lo siento – Liz me abraza, y yo comienzo a llorar. Por alguna razón, me siento muy triste.

Inmediatamente pienso en la familia de Arthur. Son encantadores, pero Arthur no quiere pasar tiempo con ellos. Me pregunto qué diría si tuviera un padre como el mío.

– ¿Qué haremos mañana? ¿Vamos al cine? – pregunta Liz durante la cena.

– Si es con tu novio, no – respondo. – No quiero ser el tercer plato.

– Entonces le pediré que traiga a un amigo – guiña Liz. – Eso no te obliga a nada. Solo pasaremos un buen rato.

Decido aceptar. ¿Por qué no? Mejor ir al cine que quedarse en casa y torturarse con pensamientos.

El sábado por la mañana, Liz y yo hacemos la limpieza, y luego nos preparamos para la doble cita. Así lo llama Liz, pero para mí es simplemente una reunión con conocidos. Conozco al novio de Liz, pero no muy bien. Llevan casi un año juntos, pero antes de mudarnos, se comunicaban principalmente por internet.

Ahora mi amiga está feliz porque Mark está cerca. Por cierto, fue él quien me ayudó a conseguir el trabajo. Tendré que agradecerle por eso.

Me alegra mucho que Arthur no haya llamado. Parece que su conciencia despertó y decidió no molestarme durante el fin de semana.

Lisa acuerda con Mark que nos veamos frente al cine. Al alto moreno lo diviso desde lejos. Es difícil no notar a Mark. Todo su cuerpo está cubierto de tatuajes.

A su lado, otro moreno mueve nerviosamente sus pies. Bastante atractivo y sin tatuajes, lo cual es importante para mí. No me gusta que no quede un solo lugar sin tatuar en el cuerpo.

– No está mal – susurra Lisa. – Solo no lo rechaces de inmediato.

– No lo haré – sonrió.

– ¡Hola, chicos! – Lisa abraza a Mark, y se besan justo al lado de nosotros.

– Soy Rita – decido presentarme en ese momento.

– Leon – el chico me extiende la mano, y yo la acepto. Sonrió, y él hace lo mismo.

– Bueno, ¿entramos? – pregunta Lisa, finalmente soltando a su chico. – ¡Solo que yo elijo la película!




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