Una noche cualquiera... de Halloween.

Una noche cualquiera... de Halloween.

¡Hola! me llamo Tany, lindo ¿no? mi madre me puso ese hermoso nombre, pero hay algo que ella nunca me ha dado y yo siempre desee, ¿porque? no estoy segura... quizás sea porque no me puedo mover, pero no es mi culpa, así soy.

He estado aquí desde que tengo memoria, viendo como los otros niños juegan con sus juguetes. Yo solo los observo, ya que nada más puedo hacer.

Hoy es 31 de octubre noche de Halloween, mi madre me había puesto donde siempre.

Como todos los años tenía un disfraz de princesa y entre mis manos una calabaza con su rostro clásico tallado en él, adentro dulces de coco, majar y el favorito de mamá, chocolate. Puesto que no podía salir a pedirlos, me quedaba sentado en la banca de la casa. Los niños venían y sacaban tanto como su pequeña mano podía tomar. Hubo otros más grandes que sacaban mucho, de seguro ya no los vería el próximo año así que solo sonreí como despedida. Naturalmente no podían verla, pero es la intención lo que cuenta ¿verdad?

Cuando estaba por terminarse los dulces, de alguna manera mi madre se daba cuenta y salía de casa para llenar mi calabaza de nuevo, así pase otra noche de brujas. Por suerte este año no me lanzaron huevos, los niños traviesos se aprovechaban de que no me podía defender.

Cada vez que eso pasaba, mientras mi madre me limpiaba... decía que no era mi culpa, que hay siempre niños como esos que molestan a las niñas bonitas como yo... y que solo tenían vergüenza. Yo no entendía la lógica tras eso, así que me limité a escuchar. Como siempre.

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La noche ya estaba por terminar. Las velas de las calabazas en las casas se apagaban lentamente, desapareciendo primero aquellas que colocaron muy temprano, las que quedaban... sus mismos dueños eran quienes se encargaban de extinguir su pequeña flama.

Fue entonces cuando se acercó... alguien con un disfraz de bruja, estaba asombrada por lo realista que era, parecía tan real... tenia las típicas verrugas en su rostro, al igual que la nariz en forma del pico de un pájaro viejo y su ropa desgastada como ella misma aparentaba ser.

Cuando llegó hasta mí, saco un caramelo de mi calabaza. Al tenerla tan cerca fue cuando me di cuenta, que no era un disfraz... era una anciana real. Jamás había visto una, más que en los cuentos de hadas que mi madre me solía contar.

—Vaya, vaya... que niña más hermosa tenemos aquí.

Me asuste al escuchar su voz aguda y chillona, que me sorprendió que no alertara a mi madre... y más aún cuando me sonrió, mostrándome esos dientes podridos y deformes

—Quien te cuida... debe de quererte mucho —dijo mientras recorría la entrada con la mirada— tenerte tan limpia y bien vestida. Me dan ganas de hacerle un regalo. —Su sonrisa se ensanchó más.

Mi madre dijo que no confiara en los desconocidos, por eso la duda y el miedo decían que tuviera cuidado. Volvió su mirada en mí, el como lo hacía parecía como si hubiera escuchado lo que pensaba. Abrió el caramelo que había tomado y se lo comió. De pronto se me acercó aún más... no podía hacer nada y me susurro algo al oído. Estaba tan impresionada por lo que me dijo, tanto... que deje caer la calabaza de mis manos por lo que creí sería un espasmo.

Ella volvió a sonreír... esta vez supongo por mi reacción.

—Tienes hasta la media noche para decidir, pequeña princesa —se fue diciendo aquello entre carcajadas.

Justo después mi madre apareció —¿Qué pasó? —Preguntó al ver la calabaza en el piso, de inmediato miro a varios lados y al no encontrar a nadie se puso frente a mí— habrá sido el viento— dijo y me llevó adentro.

Vi el reloj en la pared, eran un cuarto para las once de la noche.

—Hoy ha sido un buen año... gracias a dios no ha pasado nada malo... la gente suele hacer cosas raras en estas fechas... pero esta noche no pasó nada... ¿no estas feliz? —dijo con una sonrisa, de esas que me harían sonreír si pudiera.

Ella era alguien amable siempre ayudando a las personas, había veces en que la veía llegar a casa cansada pero aun así tenía tiempo para mí, tengo mucha suerte de tenerla como madre.

¿Feliz?... yo... si lo he sido, mientras ella estuviera a mi lado, sin importar que no me pudiera mover, he sido feliz y siempre quise demostrárselo... tal vez si aceptaba lo que dijo aquella anciana... mi madre sabría cuan feliz he sido y yo podría mostrarle el mismo amor que ella a mí.

Me llevó a mi cuarto, me cambio y acostó en mi cama. Mire el reloj de la habitación... iban a ser las doce, y al final decidí por aceptar, quizás nunca más se volvería a presentar la ocasión de nuevo.

«Acepto el trato» pensé con fuerza, pero nada pasó y cuando vi el reloj ya eran las doce... «¿Tarde mucho en tomar mi decisión» pensé triste, había perdido mi oportunidad... cerré los ojos para sumergirme una vez más en la oscuridad. Era lo único que podía mover de este cuerpo inerte.



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En el texto hay: bruja, halloween, paranormal misterio

Editado: 31.10.2018

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