El reloj marcó las ocho en punto, Emily salió de sus últimas dos clases ya entrada la noche, acompañada por sus dos amigas. Se dirigieron hasta la salida de la facultad y ahí se detuvieron a charlar por un momento. Emily, al ver su reloj se dio cuenta que se hacía tarde y perdería el autobús. Se despidió de cada una de sus amigas y se alejó dirigiendose a la estación.
Al llegar, se sentó en el frío asiento de metal mientras esperaba el transporte qué la llevaría a su casa; la noche era fría, pleno noviembre y hacía un poco de viento, de esos que ponían los pelos de punta y para suerte de ella, se encontraba sola, perfecto, se dijo así misma. Todo volvió a quedarse en silencio, de repente, un escalofrío corrió por toda su espalda y sintió qué alguien la observa por detrás, pero no se atrevió a voltear, lo único que hizo fue cubrirse más con su abrigo. Se quedó por un momento mirando fijamente al frente, de pronto, sintió cómo alguien se sentaba a su lado, rápidamente, el miedo de apoderó de ella, su corazón comenzó a latir fuerte, ya estaba imaginando lo peor, aún seguía sin voltear, hasta que la persona a su lado, habló.
—Hola Emily.
En ese momento, todo el miedo en ella desapareció, y finalmente volteó a ver a la persona sentada a su costado.
En cuanto lo vio, una sonrisa apreció en su rostro.
—Daniel ¿eres tu? —preguntó ella, emocionada y sorprendida a la vez.
El chico, sonriendo también, respondió.
—El mismo.
Aun sin creerlo, Emily se acercó a él para darle un gran abrazo qué él correspondió.
—Espero no haberte asustado —dijo el chico.
Ella se rió, separandose de él.
—¿Qué haces aquí? Creí que nunca te volvería a ver.
—Yo también lo creí, pero sucedieron muchas cosas desde que me fui y otras razones qué me hicieron volver —La miró, tiernamente—. Me da gusto verte de nuevo, tengo tantas cosas que contarte.
—Yo también.
Ambos sonrieron y justo en ese momento el autobús se detuvo frente a ellos.
—Me parece que tenemos tiempo para ponernos al día.
Él se levantó del asiento y le tendió una mano a ella invitándola a levantarse también, sin vacilar la tomó. Ambos se acercaron al autobús, siendo Emily la primera en subir seguida de Daniel, caminaron por el pasillo y tomaron asiento hasta el final, Emily en la ventanilla y Daniel a un lado del pasillo.
La casa de Emily quedaba a dos horas de la facultad, durante el trayecto Daniel le contó sobre las aventuras qué había vívido en esos seis meses al igual que todos sus logros, pero sobre todo, cuánto la había extrañado. En todo momento Emily lo dejó hablar, pero de vez en cuando lo interrumpía.
—Bueno, ya no hablemos más de mí, cuéntame, ¿cómo te ha ido?
—¿qué quieres que te diga?, Sabes perfectamente que mi vida nunca ha sido interesante.
—Venga, Emily no me salgas con eso, eres la chica más interesante qué conozco.
—Si, ya lo creo. —Se burló.
Dicho esto, ella se dejó llevar y le contó todo lo que se había perdido durante esos meses.
Las horas pasaron rápidamente para ambos, sin darse cuenta ya estaban en su parada, bajaron juntos del autobús, éste los había dejado frente a la casa de Emily, cruzaron juntos la calle y Daniel la acompañó hasta el porche.
—Me dio mucho gusto verte de nuevo Daniel —dijo la morena, sonriendo.
—Lo mismo digo Emily —dijo él, devolviendo la sonrisa.
Sin más que decir, Emily se dispuso a abrir la puerta de su casa para entrar.
—¡Emily! —exclamó Daniel.
Él ya se había alejado un poco pero se detuvo y llamó su atención por última vez.
—Espero que este no sea el fin.
Amber sonrió de nuevo y respondió.
—Tal vez.
Entró a su casa, cerrando la puerta detrás de ella y dejando al chico con una gran sonrisa en su rostro.