Días antes de la propuesta
Luna
Quise agradecer personalmente a ese hombre que me salvó, el señor Faber, pago la cuenta del hospital y me dejo su tarjeta, así vine a parar a este imponente edificio. Un gran cartel lo distiguen, leo con calma. Kassiopeia. El alemán se me dificulta, pero lo entiendo un poco más, me identifiqué hicieron las llamadas correspondientes y me permitieron la entrada.
Le preparé un pastel para agradecerle lo bueno que fue conmigo, aunque la herida de mi vientre y mi corazón duelen, me animé a buscarlo, también necesito un empleo. Han sido días desesperantes, extenuantes y desgarradores. Nunca pensé sentir en carne propia la pérdida de un hijo. Me adentro a la caja metálica, limpio mis lágrimas. Al abrirse la puerta del ascensor el llanto de un bebe me hace sostenerme de las paredes, me estremezco de pies a cabeza y el recuerdo de mi hijo llorando con desesperación aquella noche me atormenta.
De alguna manera él sabía que lo arrancaban de mis brazos, inevitablemente las lágrimas llegan sin ser llamadas.
¿Será mi bebé?
Con valentía salgo de la caja metálica, mi corazón palpita al punto de colapsar mis oídos, siento que me hundo en cada paso al recordar esa noche, yo... no respiro, mis pulmones duelen al buscar oxígeno. Me acerqué cada vez al llanto desgarrador de ese bebé, busco con atención, solté el airé contenido en mi caja torácica al ver a una mujer, mecer de un lado a otro un pequeño bulto rosa, no es, yo di a luz a un niño, me acerqué con cautela. —¿Le duele algo? —preguntó preocupada, su llanto es desgarrador y esto lo convierte en más desgarrador para mí.
—Tiene hambre, la pobre no se llena con nada. Estoy desesperada, me echarán, si la nena no deja de llorar.
Ella se encuentra a punto de llorar también, la comprendo, el trabajo es valioso. —¿Su madre? —Hace una mueca que no logré descifrar, como dijeran en mi pueblo “Aquí hay gato encerrado”.
—Murió y apenas tiene unos días de nacida.
Sentí tristeza —¿Puedo? —Pregunte dejando el pastel de naranja en el escritorio. Usé alcohol en mis manos y me animo a cargarla.
—No lo sé, el señor Marcellus es… —No le permití terminar de hablar, la tomé con cautela y la nena suspira, sus lágrimas corren y las mías junto con las de ella, la abrazó dándole calidez, necesita amor y tranquilidad.
—Calma pequeña, pareces un copito de nieve. —Acarició sus mejillas enrojecidas, luego deslizó las yemas de mis dedos por su naricita y hace una pequeña mueca, hipea a causa del llanto, pero dejó de llorar, la arrullo con amor recordando a mi hijo, es inevitable no llorar cuando ese infeliz me privo de este momento, lo arranco de mi lado.
—Es preciosa. —Continuo acaricio su rostro, relajando su cuerpo un poco más, sus cabellos son lisos, son de color rubio oscuro, sus parpados se van cerrando, así que no puedo mirar su tonalidad de iris. En mi estómago se profundiza el vacío de mi pequeño, pero saber que le ayudó a este hermoso angelito alivia un poco ese dolor, sé que lo recuperaré, es cuestión de tiempo para tenerlo en mis brazos.
—¿Cómo es posible? —La mujer lleva sus manos a su boca totalmente abrumada y asombrada.
—Solo es cuestión de darle amor y tranquilidad, los niños perciben tus emociones, si estás nerviosa, ellos también se pondrán nerviosos y lo reflejarán con su llanto. —Explique, enfoco la mirada en esa pequeña bolita angelical y me atreví a mirar sus ojitos, aprovechando que por algunos segundos se abrieron, me miró fijo y sin más extendió su manita regordeta, la tomé con delicadeza y la llevé a mis labios. Viste toda de rosa, es preciosa.
Sé que es su forma de decirme gracias y las acepto, es muy fácil de encariñarse con la beba, duerme cómoda en mis brazos, debí tomar asiento, tengo demasiadas emociones encontradas. De un momento a otro, una sombra cubre la claridad que me proporciona la luz —Wer bist du? Warum hältst du meine Tochter? —Expresa en alemán, no le entendí por lo rápido que me habla, se encuentra ofuscado e intenta quitarla de mis brazos.
—No hablo alemán. —Solté un tanto irritada.
Me observa de arriba abajo —Se nota que no eres de aquí. ¿Quién eres? ¿Por qué sostienes a mi hija? Responde —Pregunta en español. La voz fría y espeluznante del sujeto me hace atemorizar, eleve la mirada y su expresión facial me ocasiona más miedo que su voz, su rigidez me aterra, es como de dos metros, bueno, exagero un poco, pero es corpulento, perfumado y… Olvídenlo.
La pequeña se removió en mis brazos inquieta. —¿Quién te contrató?
—Lo siento, únicamente quería ayudar, lloraba mucho y…
—Devuélvemela —Abrí los ojos en demasía, por alguna razón mi pecho se oprimió. —Eres un peligro, tomas a niños que no son tuyos sin el consentimiento de sus padres ¿Pensabas robártela? Entrégame a mi hija de inmediato.
Su voz me aterra tanto que abracé a la beba. —No lo haré. —La nena empezó a llorar con intensidad. —Le tiene miedo. —No sé por qué dije eso. —Es un gruñón desagradable.
Gruñe. —¿Quién te crees?
—Nadie, soy nadie. —Dije con la voz baja. Quise extender mis brazos, pero no pude.
—Llama a la policía. —Me tensé, no puedo meterme en problemas, fue lo primero que me advirtieron.