Marcellus
Término de colocarle el vestido rosa a mi estrella, medías que cubran la piel expuesta de sus piernitas y zapatillas de princesa muy brillantes, la embellezco un poco más colocando un lazo gigante en su cabecita y por último beso su frente, para ser hombre me defiendo muy bien, hasta tengo estilo para vestir a mi nena hermosa, no soy un inútil, investigo, soy un padre en construcción, sin embargo, la prueba de la vestimenta la aprobé, la del biberón no tanto, Astra escupe cuando se lo preparo, ama los biberones de Magda.
—Tu abuela querrá secuestrarte esta noche, pero no la dejaremos. —Me observa fijo. —No dispongas Astra. —La tomé en mis brazos. Frunce el ceño. ¿Cómo una personita tan chica es tan malhumorada? Es digna representante de mi herencia, seremos dos amargados en acción. Tomé el bolso que Magda preparó para nuestra salida, con biberones, pañales, toallas húmedas, cremas, en fin, todas las cosas que un bebe pueda necesitar.
—¿Señor, no desea que lo acompañe? —Pregunta preocupada.
—No te preocupes, puedo solo, ve a descansar, lo necesitas, hoy preparaste muchos biberones —Sonríe.
—Es con gusto. —Se acerca para despedirse de Astra. —Nos vemos luego, pórtate bien en la cena con tus abuelos. —Sonrió y le agradezco con la mirada, cada día me repito, que no la necesitamos, el amor que sentía por Grace fue reemplazado por rencor. Subo al coche cuando abre la puerta para mí, dejo a Astra en su asiento especial y se remueve inquieta, lo odia, pero es por su seguridad. —Princesa no llores. —Coloco mi palma abierta con delicadeza en su pequeño cuerpo, se calma.
Depende demasiado de mi calor y no la juzgo, me necesita para sentir seguridad. —Papi está contigo —Me acerco, beso sus mejillas y sus manitos acunaron mi rostro, así que como un esclavo, me quedo así con ella, sin importar cuan incómodo me encuentre, estaré toda mi vida para mi hija.
El auto se detiene, bajé a mi hija con la silla, ya que se durmió. Apenas me poso en la puerta, es abierta de inmediato, mamá nos esperaba, pero al ver que Astra duerme, hace un puchero más infantil que los de mi hija. Me encojo de hombros. —Madre estás hermosa. —Digo besando sus mejillas.
—Más hermosa está mi nieta, es un angelito precioso. Me disculpo de antemano. —Frunzo el ceño. —Culpa a tu padre. —Huye hacia el comedor. ¿Qué fue eso? Camino detrás, sabía que esta cena no era una simple invitación, no cuando veo a una mujer de espalda, mi padre se metió en graves problemas. Me acerco.
—Buenas noches padre. —La mujer no gira el rostro. Estoy a punto de explotar. —¿Quién es tu invitada? —Dije esto con molestia. Ella agachó la cabeza aún más.
—Es Luna… tu futura esposa. —Dice como si se tratará de nada, no la miré, no detallo absolutamente nada de esa aprovechada, es una X en mi vida, no dije nada referente a esa mujer, solo enfoqué la mirada en la de mi padre.
—Esta noche has llegado muy lejos, no te acerques, por primera vez me decepcionas padre. —Mis palabras lo hacen enrojecer y su mirada se torna acuosa. —No pienso dejar a mi hija, mucho menos con una desconocida que no se atreve ni a mirarme, que se vaya por un agujero negro mi viajes, la Luna y todo el pu… —Respiro profundo —El universo, escúchame bien, porque no lo repetiré ¡Jamás dejaré a mi hija! Mucho menos la cuidará una interesada.
Salgo del lugar, la rabia recorre mi ser como nunca, es un absurdo, mi hija se mueve inquieta y hace detener mis pasos cuando grita molesta. —Princesa. —Susurro dejando la silla en un sofá cercano para tomarla en mis brazos. Llora con más desesperación, giré mi cuerpo para mecerla mientras camino fuera de la casa y enviar a uno de los muchachos por las cosas, no quiero ver a mamá o a mi padre, esta noche no, sin embargo, me quede paralizado por pocos segundos cuando la roba niños aparece en mi campo de visión.
Otra invitada inoportuna. —¿Puedo? —Pregunta con las mejillas rojas. —No pienso lastimarla, solamente me duele escuchar su llanto tan desesperado. —Mi pecho se oprime, busco un indicio que me demuestre que miente, pero no es así, se acerca con lentitud. Sus pupilas se encuentran cristalizadas ¿Le duele el llanto de mi hija? —Por favor, no le haré daño a copito de nieve, tampoco me alejaré. —Astra llora más, es lo que digo, mi hija me traiciona por ir a los brazos de esa desconocida. ¿Copito de nieve? Observo a mi estrella más brillante y comprendo, mi hija es tan blanca como un copo de nieve.
Resignado porque también me duele que llore de esa forma y no se calme con mis susurros o mi calor dejó que la tomé, me tenso al sentir sus dedos rozar levemente los míos, seguro ese era el plan de mi padre que Astra se quedará con la roba niños por unos minutos para que la tal Luna me interceptará, es una idea absurda.
Me quedo perplejo, la acuna en su pecho y acaricia su rostro con sutileza. —No llores copito de nieve, eres tan hermosa. ¡Ya mi niña linda! —Continúa susurrando y mis sentimientos se vuelven un caos, en el mes que estuvo con Grace jamás la vi acariciando a mi hija de este modo, hablándole con tanto cariño y es fuerte ver a una desconocida cumpliendo con un rol que le pertenece a otra mujer.
» Calma cosita linda, eres valiente. Una nena valiente
Por sus mejillas ruedan dos lágrimas, eso es manipulación, no puedes llorar por el llanto de una bebé que ni conoces, sin embargo, Astra detiene el llanto de inmediato, trago grueso.