¿ Una noche? ¡jamás!

Capítulo 8 ❈La Luna y el Sol❈

Luna

Le hice caso a la madre de Marcellus y le conté la verdad, sin embargo, eso no hizo la diferencia, ha pasado una semana y no se decide, no me ha hablado, pese a que le deje mi nuevo número de teléfono, tampoco lo ha hecho con su padre y sinceramente no sé qué pensar ni cómo actuar ante semejante situación, según su viaje debería ser dentro de tres días, me cuenta su padre, que él estuvo entrenando, estudiando y preparándose por mucho tiempo para ir a estudiar el suelo rocoso de la Luna.

El señor Fared se encuentra desesperado y a su vez yo también, el futuro de mi hijo y el mío depende de su decisión. No puedo pedir protección política, nada demuestra que fui perseguida políticamente en mi país, estoy sumergida en un mar de nervios y el silencio de Marcellus me atormenta, aunque claro, no tiene obligación alguna de ayudarme, esa boda siria un favor y nada más.

Nunca pensé que estaría envuelta en una historia digna de un guion de telenovela o la trama de un libro, estoy a punto de enloquecer y mi cabeza de explotar, llevo aproximadamente tres días con migraña intensa, he desviado las llamadas de mi familia, sospechan que pasa algo conmigo, hasta mis primas y tías han insistido, han utilizado todos los medios posibles, solo les dejo mensajes y notas de voz, siento que si hablo con ellos me derrumbaré, siento vergüenza, decepción conmigo misma y rabia, son demasiados sentimientos encontrados.

—Luna ven a mi oficina. —Llama el señor Fared, el cual se nota tan preocupado como lo estoy yo. Me levanto de mi asiento, Adelaida, tiene el día libre hoy, se le presentaron algunos inconvenientes. Es viernes y si no tengo una boda este fin de semana me deportan en los próximos días, pensar en tal cosa me abruma. Es una situación desgastante, he perdido peso, no como, ni duermo bien, siento que mi cuerpo pronto colapsará.

La sensación de angustia no me deja ni un solo segundo, estoy alerta, imaginado lo que se viene, sé que Marcellus no me ayudará y no le reprocho, ni me arrepiento de haber hablado con él, fui sincera y si él no pudo ver eso en mí, no puedo hacer absolutamente nada para hacerlo cambiar de parecer.

—Toma asiento, por favor. —Su seriedad me causa terror, por alguna razón mis piernas se sienten pesadas, eso hice, me senté y no me atrevo a mirarle a los ojos. —Esto amerita un trago. —Sirve dos tragos en silencio, el ruido del whisky cayendo en el vaso me deja más nerviosa, desconozco el motivo, pero lo presiento. Desliza el vaso con delicadeza hacia mis manos. —Brindemos. —Sonríe. —Eres oficialmente la esposa de mi hijo.

Me entrega el documento que previamente había firmado, mi corazón palpita de manera desesperada, siento que mi rostro se duerme, tiene una firma tan imponente como lo es su presencia, su letra es elegante, siento que me muero. —¿Es real? Perdón no lo puedo creer. —Esto es un verdadero milagro, estuve a punto de perder las esperanzas.

—Sí, Luna, es real, tan real, que hoy mismo te mudas a casa de mi hijo, mejor dicho, ya tus cosas se encuentran en casa de Marcellus. —Parpadeo nerviosa en repetidas ocasiones. ¡No lo puedo creer!

—¡Aah! —Grite emocionada y preocupada a la misma vez. —Es muy rápido. —Solté realmente un tanto nerviosa, ese hombre me intimida, ahora que estamos casados caigo en cuenta que ser la esposa de un desconocido no es seguro, aunque claro, según conocía a Immanuel y me hizo tal daño. En realidad nunca conocemos a las personas lo suficiente.

—No, realmente se tardó el terco en firmar, pero así es mi hijo, no lo justificó, es desconfiado, hizo todas las averiguaciones previas.

Siento rabia, no creyó en mis palabras, se atrevió a investigarme, tomé el trago de una sola vez, siento rabia y a la vez lo entiendo, cuida a copito, puedo ser una loca mitómana creándose una historia de "La Rosa de Guadalupe", ese programa mexicano que le encanta a mamá, jadeé al sentir el líquido ámbar quemar mi garganta como si fuese fuego, no estoy acostumbrada a beber alcohol, pero este trago lo necesitaba con suma urgencia. —Comprendo señor Faber. ¿Viajará?

Esto era necesario saberlo, firme, porque vi una gran oportunidad, estaría solamente unas cuantas horas a su lado, la mueca que realiza me hace poner más nerviosa.

—No lo sé, mañana debe ir a unas pruebas y espero que vaya. Estaría perdiendo demasiado. —La voz se le corta. —Ese es su sueño de niño, el suyo de mi difunto padre y él mío.

—Si se va, también estaría perdiendo a su hija, es difícil la situación de Marcellus, es un padre excepcional. Si estuviera en su situación tampoco dejaría a copito, es una nena que necesita del calor de su padre para dormir y...

—Entonces hablaron… —Mis mejillas se tornan rojas al verme descubierta, decidí guardarme ese encuentro, ese día me abrazó y me sentí tan segura en sus brazos, cenamos y cargue a copito por largo rato, siento que amo a esa nena, no es como si le buscará reemplazo a mi hijo con ella, pero me necesita, sin embargo, no dejo de pensar en mi niño, si está comiendo, durmiendo bien, si me extrañaría tanto como lo extraño yo.

Se me parte el corazón, mis lágrimas comienzan a bajar mientras el señor Faber sostiene mi mano con apremio. —Lo siento, pensar en mi hijo… —Las palabras se me quedan atoradas en la garganta de forma desagradable.

—Luna, cuánto me indigna, ese maldito infeliz la pagará, eres la señora de Schneider, nuestro apellido tiene un gran peso en la sociedad, ya con solo ser esposa de mi hijo todo cambiará, te lo aseguro cariño. Te admiro porque estar aquí y casarte con un desconocido solamente para recuperar a tu hijo, solo define la calidad de mujer que te caracteriza, es de gran valor, eres una guerrera.




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