Una noche para amar.

CAPÍTULO 7- GRAN DANÉS


 








 

– Ya, tranquilo Oliver. No volverá a pasar– lo consolaba mientras revolvía su cabello con delicadeza.

– Me asusté mucho– dijo tapándose el rostro con sus manos– Me rompieron mi camisa– murmuró para luego tomar un pedazo de tela que había quedado colgando en su cinturón– Los sándwiches que tenía me recordaban a los de mamá.

Con "mamá" se refiere a mi mamá.

Desde que se fueron no he podido darle algo decente a Oliver. Mamá le daba sándwiches de atún cuando se portaba bien, pero para resumir su dieta, el no come nada de alimento de perro. Todo fue culpa de papá, desde que era un cachorro comenzó dándole esos premios de carne, y con el paso del tiempo se acostumbró tanto que me fue muy difícil dejarlos, así que mi papá los sustituyó por comida, comida casera.

Logró resolver un problema, pero en su lugar dejo uno más grande.

– Cuando lleguemos te haré uno de esos sándwiches– dije

Oliver me miró asustado.

– Oh oh, creo que alguien no le gusta tu comida– dijo emiliano– Será mejor que veas unos cuantos tutoriales en Youtube o terminarás matandolo.

– Callate– le di un codazo y me gire hacia Oliver– No soy la mejor cocinera, pero hago lo que puedo– confesé.

Los ojos de Oliver se abrieron en cuanto termine de hablar, y una sonrisa empezó a tirar de sus labios. 
Enseguida se levanto de mi regazo y apoyo su cabeza contra la ventana.

– ¿Está bien?–pregunté

– Si, solo estoy algo melancólico– respondió cerrando los ojos– Quiero ir a casa.

Me quedé mirándolo por un momento tratando de comprender su repentino cambio de humor. 
Esta es la primera vez que se muestra preocupado. O como el dijo "NOSTÁLGICO"

– Oyeron a Oliver chicos, ¿Podrían llevarnos a casa?– dije con seriedad.

– ¿Es esa una pregunta o una orden?– una risita burlona salió de la boca de Sebastian– Iremos enseguida– dijo para luego acelerar, haciendo que el motor resonará por toda la calle.

– Cuando el dice enseguida, es enseguida– confirmó Alexis pasándose una mano por el cabello– Así que pónganse sus cinturones, chicos.

Vaya, resultaron ser muy complacientes. 













 

Han pasado dos horas desde que llegamos a casa, y parece que Oliver no tiene ninguna intención de querer hablar. 
Simplemente llegó y se recostó en el sofá.

– Oliver, no puedes ignorarme todo el día– en realidad si puede– ¿Qué te sucede?– dije y me senté en el piso, justo al lado del sofá.

¿Habrá sido por los sandwiches?

– Escucha– susurró Oliver– Escucha.

Guarde silencio inmediatamente. Gire los ojos de un lado a otro intentando visualizar algo que pudiera producir sonido. Pero nada.

En esa habitación, no había ningún sonido.

– Oliv..

– Silencio, escucha, ¿No puedes escucharlo?– interrumpió girandose hacia a mi.

Negué inmediatamente.

– Así que no puedes– se oía decepcionado, en realidad se le notaba triste.

Y ahora yo, me sentía inútil.

Por no poder escuchar más de lo que mis oidos me lo permitían, porqué mi límite son los susurros. Los susurros.

– Oliv..– un sonido en la bolsa de mis pantalones me interrumpió, saqué rápidamente el teléfono y contesté– ¿Aló?

– ¡Hey Cattleya! ¡Tienes que venir a la fiesta!– la voz de Ximena se escuchó desde la otra línea, junto con un estruendoso ruido, ¿Música?

– Lo siento, ahora mismo estoy en un aprieto, será para la próxima– bufé cansada.

– Es Oliver, ¿Cierto?– se escuchó una risita burlona– Pásamelo, quiero hablar con él.

– No creo que esté de humor– miré a Oliver con complicidad, el sólo asintió.

– Vamos, es urgente– gire los ojos y tapé el teléfono con mi mano.

– Es Ximena, quiere hablar contigo– dije y enseguida le extendí el teléfono.

Oliver lo tomó con cautela y se lo puso en la oreja. En el primer instante en el que habló apartó rápidamente el teléfono, parece que Ximena había hablado demasiado fuerte. 

Eso pasa cuando hablas con alguien con buen oido. 
Oliver solo asentía constantemente, parecía que Ximena solo le estaba dando órdenes. Pero Oliver no decía ni una palabra.

Oh vamos.

Ni siquiera con ella quiere hablar, ¿Hasta cuándo durará esto?

Seguí mirando a Oliver, hasta que note que su rostro se empezaba a colorar.

– ¿Estás bien?– pregunté.

El sólo asintió, apretó el teléfono y me lo extendió.

– Iré a cambiarme– dijo con una voz tímida y se fue a paso veloz.

¿Qué? Reaccione y coloque el teléfono nuevamente en mi oreja.

– ¿Qué ha pasado?– pregunté exaltada.

– Tu y Oliver vendrán a la fiesta– dijo y corto la llamada.

¿Qué rayos ha pasado aquí?

Me tiré en el sofá y respire profundamente intentando acomodar mis ideas. Ximena siempre se sale con la suya, seguramente amenazó a Oliver para que aceptara ir conmigo.

Pero no tengo otra opción. Además, no tengo nada más por hacer hoy.

Tal vez sirva de algo para cambiarle el humor a Oliver, si. Tal vez funcione.

Bien, ¡Iremos!



 

Unos berrinches y horas más tarde. 







 

– ¡Vinierooooon!– Ximena me abrazaba, parecía extremadamente ebria. Entendía las palabras como si no hubiera un mañana.

– Si, venimos. Pero, ¿Y de dónde salió está fiesta? Ni siquiera es fin de semana– dije mientras colocaba a Ximena en una silla, Oliver solo observaba.

Literalmente, solo observaba.

– Verónica se mudara mañanaaa, así que decidió hacer su propia fiesta de despedida, ¿Sabes cuanta gente ha ven-venidoh?, ¡hip!– se empezó a reír recargando su cabeza en la mesa.

– ¿Por qué parece tan divertida?– preguntó Oliver.

– Esto pasa cuando bebes demasiado alcohol– me quejé, tomé un sevilleta y empecé a limpiarle la cara a Ximena, estaba llena de, ni siquiera sé que es esto.



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En el texto hay: perros, amor, amistades

Editado: 18.07.2019

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