Una noche sin luna

5

Cuando Marlon regresó a la oficina, se topó con el último piso totalmente en la oscuridad y con un Braulio perdido en sus pensamientos, mirando a la nada por la ventana. Su mano se aferraba a lo que parecía una botella sin líquido alguno; el cabello estaba alborotado, sin saco, chaleco ni corbata. La camisa blanca, impecable pero desfajada, tenía ciertos botones del pecho abiertos y los puños recogidos hasta los codos.

— ¿Qué ha pasado? — preguntó Marlon, acercándose con cautela. Braulio lo miró un momento al escucharlo, pero se giró a su posición, ignorándolo —. Braulio... — pronunció su nombre levemente.

— Lo besé...

Marlon parpadeó sorprendido por su confesión. Escuchó cómo Braulio suspiraba levemente, abrumado, y se llevaba una de las manos al cabello.

— Bueno, ¿fue tan malo...? — inquirió con duda.

— Yo nunca había besado a un hombre, jamás pensé hacerlo, pero tenerlo tan cerca nubló todos mis pensamientos. Sé que fue el lazo y que es más fuerte que mis prejuicios — dijo, sonando roto mientras miraba la botella vacía.

— ¿Te arrepientes? — cuestionó Marlon, acercándose por fin a él.

— Sí...

— Braulio...

— Porque siento que lo he alejado de mí. Lo vi en su mirada cuando la realidad lo golpeó, él tampoco quiere esto. Yo egoístamente pensaba solo en mí, en mi ego estúpido de que él no podía ser, pero no pensé que él podría rechazarme por el mismo motivo por el cual yo lo rechazaba — caminó hasta su escritorio y se dejó caer en la silla. Marlon juraría ver un par de lágrimas en sus ojos.

— No te castigues así, ¿él dijo algo? ¿Cómo fue su reacción? ¿Te correspondió...?

— El segundo beso parecía que sí...

— Espera, lo besaste dos veces y estás aquí dudando. ¡Carajo, Braulio! Él dudó, estás dentro, querido amigo, puedes entonces ir tras de él — manifestó animado. Braulio lo observó con el rostro desencajado —. Él lleva tu marca y esa es tu oportunidad, existe un lazo que los une. Sé que te han bombardeado con esta misma historia, pero con una mujer, pero todo eso también es posible con él.

— ¿Qué debo hacer? — preguntó Braulio.

— Primero, arreglarte un poco y bajar. Él está en el segundo piso, aún no se ha ido...

Adriel permanecía recostado contra la pared de la oficina de Sebastián. Su amigo le insistió tanto en no irse así. Él repetía en su mente lo que había pasado.

— Hace veinte minutos nos quedamos solos, ¿me dirás ahora qué te ha pasado? — dijo Sebastián, girándose en su silla hacia él.

— Sebas, no puedes decirle a nadie más y sobre todo a nadie de aquí — solicitó Adriel, mirándolo con sus ojos azules algo rojos. Sebastián se sentó frente a él en el suelo. Adriel le relató todo, desde que encontró a Braulio en su oficina hasta el último detalle. Sebastián lo observó en silencio y, cuando Adriel abordó el tema que lo tenía así, el pelinegro no hizo ninguna expresión.

— ¿Cómo te sientes? ¿Qué sentiste cuando te besó? — preguntó con seriedad.

— No lo sé...

— ¿Es la primera vez que un hombre te besa?

— Sí, ¿Por qué no estás sorprendido? — cuestionó Adriel al verlo tan serio.

— No creo que necesites eso, esto es grave. Si tú no correspondes ese sentimiento, se puede considerar acoso laboral, pero no te veo molesto — comentó con cuidado. Adriel abrió los ojos sorprendido —. La primera vez que besé a alguien recibí un golpe en la nariz, creí que me correspondía, casi pierdo su amistad, pero ya no es lo mismo.

— Yo tengo novia...

— ¿Y si no la tuvieras? — preguntó Sebastián.

— Pero la tengo — respondió molesto.

— Tranquilo, Adriel, no porque yo sea homosexual también quiero que tú lo seas, solo quiero evitar daños más adelante. Mentir es lo peor, mentirnos es una muerte lenta — dijo con tranquilidad, palmeando su rodilla — . Además es un hombre muy guapo, ¡qué suerte la tuya! — añadió, sonriendo para tratar de romper la tensión. Adriel movió la cabeza, lo había logrado, aunque sea un poco —. Solo tú puedes ordenar tus pensamientos, Adriel, pero cuando me necesites, ahí estaré. Lo que yo veo en ti son dudas, pero no por lo que él hizo, sino por lo que provocó en ti — concluyó, poniéndose de pie y tendiéndole su mano para que se levantara. El rubio se puso de pie y no dijo nada más. Se despidió de él. Sebastián continuó trabajando, pese a que estaba solo, no tenía prisa por salir a su casa.

Marlon había escuchado todo. Le mandó un mensaje a Braulio informándole que Adriel iba en camino. Observó un momento a Sebastián mientras trabajaba. Había notado que era muy ordenado, descuidado para caminar por la misma prisa al trabajar.

Escuchó un ligero ruido que lo alertó. Miró a Sebastián, que reaccionó igual al sonido. Marlon salió de la oficina, topándose con Sebastián en el pasillo. El mayor pudo ver su cara de alivio al pensar que él había sido. Pero Marlon no pensaba lo mismo. Cuando se disponía a decir algo al menor, el ruido volvió, pero más claro, un rugido. Eso percibió Sebastián.

— No te alejes de mí, solo si te pido correr lo haces, pase lo que pase quédate a mi lado — ordenó Marlon con seguridad, quitándose el saco. Sebastián titubeó una pregunta, pero dos hombres aparecieron. Sebastián abrió los ojos sorprendido.

— Marlon de León, ha llegado tu hora — dijo uno de los hombres. Marlon no los vio, simplemente se alistó sin dejar de mirar al pelinegro frente a él, que no dejaba de verlos. Uno apuntó su arma hacia Marlon.

— Corre — exclamó Sebastián, mirándolo a los ojos. Marlon endureció su mirada.

Pero antes de poder decir algo, fue empujado contra una de las puertas. Cayeron ambos al suelo y un estruendo se escuchó casi inmediatamente. Marlon, sin entender, tomó la mano de Sebastián, corriendo hacia una de las ventanas a gran velocidad. Rompió el cristal y los dos salieron volando por ella. Era un segundo piso, así que pudo amortiguar el impacto contra el suelo sin que Sebastián se lastimara. Sebastián observó lo que parecía un callejón.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.