Una novia en alquiler

CAPÍTULO 1

—¡April! ya está la orden de la mesa tres. —anunció Fermin el Chef del restaurante.

Este era el quinto trabajo durante el mes, la verdad que esto de ser empleada y que hombres amargados te dieran órdenes era un martirio. Apenas y soportaba que mi padre me diera órdenes, pero todo esto lo hacía por ayudar a mi familia y demostrarle a Max que podía permanecer en un empleo. 

No podía aspirar a algo más, ya que ni había terminado la universidad. Saqué cuatro semestres en una carrera que ni siquiera tenía algo que ver en conmigo. ¿¡Tecnología!? ¿Qué rayos estaba pensando? 

Tomé los platos y los acomodé en una bandeja. Dí un respiro profundo antes de llegar a la mesa. Ahí se encontraba uno de los comensales más guapos de este mundo, venía todos los días a la misma hora y por el mismo platillo ¡Ah! y con una mujer distinta. Es que el hombre no estaba nada mal y yo estaría más que contenta que pasar una noche en la misma mesa o en la misma cama. 

Llegué a la mesa y serví los platos —¡Que disfruten la cena! 

—Muchas gracias… —miró hacia uno de mis pechos para leer mi nombre —April. 

Sonreí como una boba y regresé al mostrador. 

—April por favor, necesito ayuda en la mesa diez —Manuel, otro de los meseros del lugar, solicitó mi ayuda. Así que me dirigí a dicha mesa. 

Estaba apunto de tomar la orden cuando me sorprendí de ver a la persona que tenía que atender. Un viejo pervertido que quiso sobrepasarse conmigo en mi último empleo.

Trabajaba en un bar con mi amiga Ivonne, atendíamos la barra, pero ese viejo mugriento, tocó uno de mis senos mientras le atendía, así que no me aguante y le lancé un puñetazo directo a su cara e incluso le rompí la nariz. El dueño me despidió por aquel incidente y ahora volvía a encontrarlo en mi otro empleo.

Al menos esperaba que aquí si se comportara. Este restaurante era muy elegante y así mismo sus comensales.

—Buenas noches, ¿puedo tomar su orden? —dije sin quitar mi vista de la libreta que llevaba en la mano. Ojalá y no me reconociera.

—¿Tú? —Inquirió. En definitiva me había reconocido.

—Buenas noches Señor, ¿puedo tomar su orden? —repetí.

—Esto en definitiva tiene que ser el destino —se burló.

—Enseguida otro mesero tomará su orden. —mencioné. Me estaba comportando como toda una profesional, no quería perder este empleo.

Me giré, pero antes de dar el primer paso el imbécil me dio una nalgada.

Di la vuelta y lo enfrente. —Es un cerdo de lo peor —masculle.

—Vamos preciosa solo una noche. Te aseguro que la pasarás muy bien, además pago muy bien. 

Odiaba a los tipos como él, eran unos cerdos de lo más deplorables, que creían que teniendo dinero podría aprovecharse de cualquier mujer. 

Me giré de nuevo para alejarme, no iba a caer en sus provocaciones. Pero el tipo no sabía cuándo dejar las manos quietas, ya que volvió a darme otra nalgada. 

Ese fue el colmo. En ese momento uno de mis compañeros llevaba en una bandeja una sopa caliente. La tomé, me di la vuelta y se la tiré al imbécil. 

—¿Qué te pasa? —gritó. 

—Para que aprenda a respetar a las mujeres —vociferé. 

Fermín y otros meseros se acercaron. —¿Qué rayos estás haciendo? —cuestionó Femin. 

—El muy estúpido me dio un par de nalgada. —respondí. 

—Eso no es cierto, simplemente hice mi orden y le hice un cumplido. Esta mujer es una loca.

—¡Vil mentiroso! eso… 

—¡April! —espetó Fermín. Miré alrededor todas las personas en el restaurante nos observaban, incluyendo a aquel guapo comensal y su acompañante. Dos de los meseros se acercaron al imbécil y quisieron ayudarlo a limpiarse. 

—Exijo que despidan a esta mujer —gritó. 

—¿Qué?, no Fermin, por favor no lo hagas. —supliqué. 

—Si no despide a esta loca, haré que cierren las puertas de este restaurante. 

Fermín sabía que era una excelente empleada, al menos lo había demostrado en esta semana que inicie a trabajar. Pero las exigencias del cerdo idiota que tenía en frente ponían a dudar a Fermin. 

—Te lo voy a poner fácil Fermin, gracias por la oportunidad… 

—Lo lamento April, se notaba que era buena empleada… —intervino Fermín. 

Me quité el delantal y se lo entregué. Me dispuse a salir, pero en eso recordé que ya no era una trabajadora de este lugar. Así que tomé una de las copas de la mesa más cercana, me di la vuelta se la arrojé al cerdo y por último empujé mi mano para romperle la nariz otra vez. 

—¡Desgraciada! me volviste a romper la nariz. —se quejó. 

Sonreí victoriosa. Nadie iba a humillar a April Fierro y quedar sin ningún rasguño. 

Caminé hacia la salida, no sin antes mirar hacia la mesa del guapo comensal, quien me veía con un gesto de sorpresa y burla a la vez. 

Tenía unas ganas inmensas de golpear mi saco de box, necesitaba desahogarme. Porque después venían las burlas de Max, no quería darle la razón pero no era mujer para tener jefe. 

El inútil de mi hermano había conseguido trabajo de chofer en una familia adinerada y aunque el sueldo no era de los mejores, al menos este mes él llevaría parte de su sueldo a las finanzas de mi familia, mientra que yo no llevaría nada. 

Saqué mi móvil y llamé a mi amiga Ivonne. 

—¿Ahora qué pasó April? 

—Porque tendría que pasar algo para llamarte. 

—Vamos April, en estos momentos tendrías que estar en tu trabajo y no llamandome. 

—Me volvieron a despedir. 

—¡April! Si quieres permanecer en un trabajo por más de una semana, tienes que cambiar de actitud. 

—No me regañes Ivonne. No fue mi culpa, fue ese imbécil del bar que se presentó en el restaurante y volvió a tocarme. ¡Es un cerdo! Llegaré contigo, necesito olvidar esta decepción. Lo que más me duele es darle la razón a Max. 

April ya dejen esas niñerias con Max él único con los pies en la tierra es Nain. 



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En el texto hay: romance, drama, novela romatica

Editado: 12.12.2021

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