Una Novia Para Mi Papá

Capítulo 2: El velorio de mi esposa

Ricardo tomó su teléfono y llamó a la funeraria.
—Hola, soy Ricardo González y necesito organizar los trámites para el velorio de mi esposa, Diana —dijo con voz temblorosa.
—Hola, un placer atenderlo. ¿Dónde le gustaría llevar a cabo el velorio, en nuestras instalaciones o en su casa? —preguntó el propietario.
—En sus instalaciones, por favor, quiero que haya una hermosa capilla con las mejores flores. Enviaré a mi hermana para que se encargue del pago—dijo Ricardo, intentando mostrarse firme.
—Perfecto, señor Ricardo. En un momento recogerán el cuerpo de su difunta esposa—respondió el dueño.
Mientras llegaban los responsables de los servicios funerarios, Ricardo se despidió de su esposa con un beso en la frente, sin poder evitar que algunas lágrimas rodaran por su rostro, fruto de la tristeza.
Ricardo salió de la habitación y se dirigió a la sala, donde se sentó en el sofá. Al notar su tristeza, su hermana Beatriz le preparó una taza de té y se la ofreció con la esperanza de brindarle un poco de consuelo. Sin embargo, él rechazó el té y se sirvió un trago, buscando algo que aliviara el dolor de ese momento tan difícil.
Beatriz no le dijo nada, pues comprendía que ni siquiera el té podría mitigar el sufrimiento que su hermano estaba sintiendo.
Ricardo tomó su chequera, hizo el chequeo, lo firmó y se lo entregó a Beatriz para que lo usara para pagar la funeraria cuando llegara. Él se sentía exhausto y sin fuerzas, y la idea de seguir viviendo solo le resultaba aún más agobiante.
Minutos después, llegaron los responsables de la funeraria y tocaron la puerta. Beatriz, la hermana de Ricardo, salió de la sala y abrió la puerta.
—Buenos días, venimos a retirar el cuerpo de su esposa para prepararlo para el velorio —dijo uno de los encargados.
—Buenos días, acompáñenme—dijo Beatriz, llevándolos a la habitación.
Guió a los empleados de la funeraria hacia la habitación de su cuñada. Ellos recogieron el cuerpo, lo colocaron sobre la camilla y, una vez asegurado, salieron de la habitación. Al abandonar la casa, Beatriz le entregó el cheque y, después de subir el cuerpo al coche, se fueron. Ella cerró la puerta de la casa y trató de darle ánimo a su hermano, pero Ricardo se sentía muy triste.
Ricardo había tomado unas copas de licor y, tras beber el último vaso debido a su depresión, subió a la habitación de su esposa. Al ver todos los objetos que le recordaban a ella, decidió asegurar la puerta para evitar que su pequeña entrara. Luego fue al cuarto de su hija Luciana Aldana, que dormía, y le besó la frente.
Al ver a su papá, Luciana se despertó y lo abrazó con ternura.
—¿Papá, estás bien?— preguntó con una voz cariñosa.
Ricardo intentó mantener la calma y respondió:
—Estoy bien, pequeña, solo tengo algunos problemas en la empresa— le dijo, tratando de ocultar la verdad.
—Papá, ¡pero hueles a alcohol!—exclamó Luciana, con un gesto de desagrado pero sonriendo al mismo tiempo.
—Lo siento, mi niña, prometo que no volveré a beber—se disculpó Ricardo, riendo contagiado por la risa de su hija.
Ricardo, aunque sentía tristeza, encontró la fuerza para seguir adelante al hablar con su hija. Minutos después, ayudó a Luciana a vestirse y bajaron a merendar. Al llegar, su tía Beatriz los esperó con un delicioso bizcocho. Luciana tomó el asiento de su mamá, mientras Ricardo se sentó en el suyo.
La pequeña Luciana no tenía idea de que su mamá había fallecido; ella creía que solo estaba dormida, sin saber que nunca regresaría a casa.
Después de la merienda, Ricardo se levantó del comedor, fue para la cocina donde estaba su hermana Beatriz.
Después de la merienda, Ricardo se levantó de la mesa y se dirigió a la cocina, donde estaba su hermana Beatriz.
Con voz baja, Ricardo le dijo:
—Voy a asistir al velorio de mi esposa. Cuida a la niña. Si pregunta por su mamá, dile que está de viaje—le ordenó.
—Respeto tu decisión, pero esa mentira eventualmente saldrá a la luz—respondió Beatriz, con seriedad.
Ricardo salió de la cocina y se dirigió a su habitación para prepararse antes del velorio. Se dio una ducha caliente, se vistió con un traje negro de luto, se puso su reloj y se calzó los zapatos. Luego, envió un mensaje a todos los familiares de su esposa y a algunos amigos para informarles sobre el velorio. Tras enviar los mensajes, bajó y se acercó a la sala de juegos, donde encontró a su hija jugando con su tía Beatriz; le dio un beso de despedida y salió de la casa. Se subió al auto y se dirigió hacia la funeraria.
Mientras conducía, reflexionó: Sé que le estoy ocultando la verdad a mi pequeña, pero no quiero que sufra al descubrir la realidad.
Al llegar a la funeraria, se bajó del auto y al entrar vio que todo estaba como había solicitado para el velorio de su difunta esposa. Al acercarse al ataúd, las lágrimas brotaron al contemplarla. Muchos de los empleados acudieron al velorio para ofrecerle sus condolencias, y sus familiares también le brindaron su apoyo. Ricardo les agradeció sinceramente por estar a su lado en este doloroso momento.

¿Será que nuestro amigo Ricardo podrá volver a enamorarse otra vez, después de haber enviudado?



#917 en Novela romántica

En el texto hay: #romance, #ceo, #cupido

Editado: 30.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.