Una Novia Para Mi Papá

Capítulo 3: Mi Dulce Secretaria

Sara, una joven de 27 años graduada en administración con uno de los mejores promedios de su clase, se prepara para su entrevista como secretaria en la prestigiosa empresa Gonzáles. A pesar de haber enfrentado bullying por sus curvas y su sobrepeso, hoy lucirá un elegante vestido, un maquillaje sencillo y su cabello alisado, complementado con unas zapatillas cómodas. Tras servirse un café, tomó su bolso y salió rumbo a la empresa. Se dirigió a la estación de tren, pagó su pasaje, y pidió a Dios que la entrevista fuera un éxito, ya que realmente necesitaba el trabajo.
Unos minutos después, Sara arribó a la empresa. Al entrar, fue recibida por el vigilante.
—¡Buenos días, señorita! ¿A quién busca?—inquirió el vigilante, mirándola con ojos deseosos.
—¡Buenos días, señor vigilante! Tengo una entrevista importante con el jefe de esta empresa—respondió Sara, sintiéndose algo nerviosa.
—Adelante, señorita—dijo el vigilante amablemente.
Él le abrió la puerta de la empresa, y Sara continuó su camino hacia la recepción. Muchas de las secretarías la miraron con desdén y se burlaron de ella por ser un poco rellenita.
Sara ignoró las miradas; ya estaba acostumbrada a la actitud de esas personas. Siguió avanzando hasta que una de las secretarias más veteranas la atendió.
—Hola, querida, bienvenida a la compañía González. ¿A quién buscas?—preguntó Mónica, una de las secretarías.
—Hola, buenos días. Tengo una entrevista de trabajo con el jefe de la compañía—dijo Sara, un poco nerviosa.
—Te refieres a Ricardo, el jefe. Efectivamente, tiene una cita programada en su agenda. Déjame comunicarme con él, ya que no ha venido hoy por asuntos familiares. Por favor, toma asiento—le explicó Mónica mientras hacía la llamada.
Sara tomó asiento mientras esperaba.
*
Después de darle sepultura a su querida esposa, Ricardo regresó a casa. Al llegar, se bajó del auto y subió a su nueva habitación, donde se cambió la ropa de luto por la vestimenta de la empresa, preparado para ir a trabajar y atender los pendientes que tenía. Justo entonces, su teléfono sonó; al contestar, dijo:
—Buenos días, Mónica. ¿Qué sucede?
—Buenos días, jefe. Disculpe que lo moleste, una muchacha está aquí para su entrevista de trabajo —informó Mónica.
—No te preocupes, Mónica. Había olvidado que tenía esa cita para contratar a mi nueva asistente. Iré enseguida. Dile a la chica que espere, por favor —respondió Ricardo antes de colgar la llamada.
Ricardo salió de su habitación, tomó las llaves del coche y su maletín, se despidió de su hija Luciana con un beso en la frente, salió de casa, subió a su auto y se dirigió a la empresa.
Mónica finalizó la llamada, se levantó de su escritorio y se dirigió hacia donde estaba sentada Sara.
—Mi jefe está en camino—le comunicó.
—Gracias—le respondió Sara.
Mónica regresó a su puesto para seguir con su trabajo.
Sara intentó calmar sus nervios, se retocó el maquillaje y organizó los documentos de su carpeta.
**
En ese instante, Ricardo llegó, se bajó del auto, saludó al personal de seguridad y se dirigió a la recepción.
—Buenos días, Mónica. ¿Dónde está la chica de la entrevista?—preguntó Ricardo al llegar.
—Jefe, la muchacha está sentada —respondió Mónica.
Al voltear, Ricardo se dirigió hacia donde estaba la joven. Al verla, no pudo evitar sentirse atraído por su belleza; su figura era encantadora y sus ojos, preciosos. Intentó controlar sus nervios para que ella no lo notara al hablar.
—Saludos, acompáñame a la oficina —dijo Ricardo con voz firme.
Sara levantó la mirada y, al ver a aquel hombre tan fuerte y atractivo, no pudo evitar sentir nervios; nuevos sentimientos comenzaban a surgir en ella.
—Saludos, enseguida —tartamudeó Sara.
Se levantó de la silla y lo siguió a la oficina para conversar. Al entrar, Ricardo cerró la puerta detrás de ellos y tomó asiento, al igual que Sara.
—Soy Ricardo González, el dueño de la empresa. ¿Te sientes preparada para el cargo de asistente? —se presentó.
—Sí, estoy lista para trabajar. Es un placer conocerlo, señor Ricardo —respondió Sara, sintiendo su corazón acelerado.
—¿Me permite ver sus documentos? —dijo él, señalando.
Sara entregó los documentos, y Ricardo los revisó con detalle. Entre los papeles, algo llamó su atención.
—¿Te graduaste en administración?—inquirió él.
—Sí, me gradué en la universidad y tengo experiencia en contabilidad—respondió Sara.
—Tienes una sólida carta de presentación. Te explicaré las reglas para trabajar aquí: no debes llegar tarde, necesitaré que me acompañes a reuniones de trabajo y a viajes de negocios.
—¿¡Viajes de negocios!?—exclamó Sara, sorprendida.
—Sí, tendrás que viajar conmigo. ¿Tienes algún inconveniente con eso?—replicó Ricardo con firmeza.
—No, tengo inconveniente, jefe —dijo Sara, asintiendo.
—Debes usar el uniforme adecuado de la empresa, no llegar tarde. Dirígete con la secretaría para que te prepare el contrato y empieces mañana —le indicó Ricardo.
—Gracias por la oportunidad de trabajar en su empresa —respondió Sara, esbozando una leve sonrisa.
—Bienvenida a la empresa González, señorita —le dijo Ricardo, estrechándole la mano.
Sara experimentó un inusual cosquilleo en el estómago, algo que no lograba entender. Optó por guardar sus sentimientos en secreto, ya que lo que sentía por su jefe no podía ser. Al salir de la oficina, intentó aclarar sus pensamientos y se dirigió a recepción, para hablar con la secretaria Mónica sobre el Contrato.
Mónica empezó a redactar el documento, y tras firmarlo, le dio la bienvenida.
—Muchas gracias, señora Mónica —respondió Sara, contenta.
Con el contrato en mano, se dirigió nuevamente a la oficina de Ricardo para que lo firmara. Él revisó el documento y puso su firma.
Al enterarse de que Sara comenzaría a trabajar en la empresa, las otras secretarías se molestaron y comenzaron a murmurar.
—Pobrecita, si cree que va a durar aquí, no sabe lo que le espera —comentó una de ellas con desdén.
Sara se despidió de su jefe y salió de la oficina con el contrato de trabajo en la mano. La secretaria Mónica le entregó el carnet que debía usar junto con el uniforme. En ese momento, una de las secretarias se levantó de su puesto y se acercó a Sara.
—Bienvenida a la empresa —dijo Chantal, mostrando una sonrisa un tanto forzada.
—Gracias, Chantal —respondió Sara, sin sospechar las verdaderas intenciones de su compañera.
Sara salió de la empresa, guardó el uniforme y el carnet en su bolso, y fue a comprar las medicinas para su hermanito, que estaba enfermo, utilizando el poco dinero que tenía.
Mientras estaba en la empresa, Ricardo no podía dejar de pensar en su hermosa secretaria, en su radiante sonrisa y su atractiva figura. "Qué mujer tan maravillosa. ¿Por qué no puedo dejar de pensar en ella? ¿Qué me está pasando? ¡Ay, Ricardo, te has enamorado de tu secretaria! Esto no puede ser," se dijo a sí mismo.



#869 en Novela romántica

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Editado: 25.07.2025

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