Sara concluyó la elaboración de las listas de nombres. Las demás secretarías regresaron tras finalizar su almuerzo para proseguir con su jornada laboral.
Luciana devoró el postre que Chantal le había traído, sin notar que era alérgica a ciertos dulces. Comenzó a aparecer por todas partes con pequeñas semillas rojas, extendiéndose por todo su cuerpo y rostro. Luciana empezó a llorar por la comezón que sufría.
Ricardo, al notar a su hija, se sorprendió. —¡¿Qué has comido, Luciana?!—exclamó al mirarla.
—Papi, me comí el postre de durazno que tu amiga me dió —expresó Luciana mientras le costaba respirar.
Ricardo se inquietó al observar a su niña tan afectada; debido a la picazón, hizo una llamada desde el teléfono de su oficina.
—Secretaria Sara, pase a mi oficina—le dijo, sintiéndose inquieto.
—Por supuesto, jefe—contestó Sara, terminó la llamada y se levantó de su escritorio.
Sara acudió a la oficina de su jefe; al ingresar, se sorprendió al ver a Luciana con urticaria, con pepas por todas partes.
—Jefe, estoy presente para lo que me solicitó. ¿Qué le sucede a su hija Luciana?—preguntó al ob
—¿Fuiste tú la que le diste ese postre a mi hija que le causó una reacción nada más probarlo? —preguntó Ricardo, señalándola con enojo.
—Jefe, no fui yo, se lo juro, solo traje la comida que usted pidió para el almuerzo —se defendió Sara.
Luciana continuaba volviéndose más brotada.
—Papá, me irrita—dijo entre lágrimas, consecuencia de la picazón.
Ricardo, al ver a su hija tan afectada por la picazón, se asustó aún más y agarró las llaves del auto. Antes de marcharse, le comentó:
—Ayúdame a llevarla al hospital; después indagaré sobre el culpable—le mandó, preocupado.
—Jefe, tengo mucho trabajo; no puedo dejar mi puesto—se excusó Sara.
—Te estoy dando una orden—replicó Ricardo.
—De acuerdo, jefe—contestó Sara. Salió de la sala de su jefe.
Sara, recogió su bolso; Ricardo salió de su oficina sosteniendo a su niña en brazos.
Al salir, se acercó a los empleados.
—Llevaré a mi hija al doctor, dejaré a Mónica al mando de la empresa—le informó Ricardo, saliendo de la compañía junto a Sara, quien lo acompañó.
Las secretarías quedaron sorprendidas y se inquietaron por la condición de la hija de su jefe.
Chantal se enfadó al observar a Sara irse con Ricardo rumbo al hospital.
Reflexiono en silencio:
Espero que esa niña no mejore para que puedas despedir a Sara.
Ricardo abrió la puerta del auto, metió rápidamente a su hija Luciana, luego entró Sara por la parte trasera, y finalmente Ricardo se subió; se dirigieron al hospital.
Luego de varias horas de congestión vehicular, Ricardo arribó al hospital más próximo, Ricardo aparcó en la entrada del centro médico. Sara salió primero, levantó a la niña, agarró su bolso y entró.
Se encaminó hacia la recepción.
—Señorita, ¿podría ayudarme? La niña se encuentra mal, tiene muchas manchas por todo el cuerpo—le dijo Sara con la voz temblando.
La enfermera, al notar su gran temor, se acercó a Sara y le brindó su asistencia.
—Señorita, por favor, intente tranquilizarse, siéntese; voy a llamar a un médico que la asista, pues todos están de guardia—le manifestó la enfermera, intentando aliviar la situación.
Sara se sentó con Luciana en brazos; Ricardo salió del coche, entró al hospital y se sentó junto a Sara.
Sara estaba inquieta por la hija de su jefe; no quería perder el trabajo, que había obtenido para ayudar a su hermano y a su mamá.
Algunos minutos después, arribó el médico junto a la enfermera.
Se aproximó al lugar donde se encontraba Sara junto a Ricardo,
—Buenos días, soy el doctor Francisco del área de urgencias; estoy aquí para atender el caso de su hija. La llevaré a revisión; después saldré a comunicarme con ustedes—respondió el médico.
Sara, intentando dominar sus nervios, comenzó a hablar.
—Buen día, doctor. Por favor, haga lo que esté a su alcance para sanar a la niña —solicitó con la voz temblorosa.
—Señorita, no se aflija. Haré lo que esté en mis manos —comentó el médico, brindándole ayuda.
La enfermera sujetó a la niña con precaución y se dirigieron a emergencias para examinarla.
Después de que el médico se marchó con la enfermera y la niña a emergencias, Sara se sintió muy asustada y elevó una oración a Dios. Dios, asume el control de la salud de la niña; por favor, curarla.
—¿Sara, estás segura de que no fuiste tú quien le dio el dulce a mi hija?—preguntó Ricardo, intentando encontrar evidencias.
Sara inhaló profundamente. Con las lágrimas brotando de sus ojos, expresó:
—Jefe, le mencioné que no fui yo. ¿Por qué no le preguntas a tu amiga Chantal? Solo traje el almuerzo que me pidió que fuese a buscar. No lastimaría a su niña—le comentó, aludiendo a la otra secretaria.
—No pienso que haya sido Chantal. De todos modos, le haré preguntas para conocer la verdad. No deseo perder a mi hija; es lo único que poseo. Ya he perdido a mi esposa —contestó Ricardo, apenado.
El médico empezó a revisar a la niña; con la asistencia de la enfermera, le recogieron una pequeña muestra de sangre para realizarle las pruebas. Mientras la enfermera salió a llevar la muestra al laboratorio, el doctor le colocó las vías y le administró un antialérgico para aliviar la alergia que le causaba la comezón. Luciana, a causa del antialérgico, comenzó a dormirse gradualmente.
Las horas se le hicieron lentas para Sara, la angustia por no saber nada de la salud de Luciana la ponía peor. Con los nervios de punta.
Posteriormente llegó la enfermera con los resultados del laboratorio lo llevó para donde estaba el doctor y se lo entregó.
El doctor abrió el sobre
En la descripción
Intoxicación por ingerir alimentos o lácteos.
El doctor después de ver los resultados de los exámenes salió de la habitación de urgencia para hablar con los padres de la niña.
Se dirigió hacia la sala de espera donde estaban Ricardo y Sara.
—Señor Ricardo, logramos estabilizar a su niña Luciana está estable le administramos un antialérgico para aliviar la alergia que tiene por la comezón¿su niña ha sufrido de alergia antes?—preguntó el doctor mientras le explicaba.
Las horas se alargaron para Sara, ya que la angustia por la falta de noticias sobre la salud de Luciana sólo agravaba su ansiedad. Con los nervios a flor de piel, finalmente llegó una enfermera con los resultados del laboratorio, los cuales llevó directamente al doctor.
El doctor, al abrir el sobre, encontró en la descripción que se trataba de una intoxicación por la ingesta de alimentos o lácteos. Tras revisar los resultados, el doctor salió de la habitación a toda prisa para hablar con los padres de la niña.
Se acercó a la sala de espera, donde estaban Ricardo y Sara.
—Señor Ricardo, conseguimos estabilizar a su hija. Luciana se encuentra estable; le dimos un antialérgico para mitigar la alergia que presenta por la picazón. —¿Ha tenido su hija alergia anteriormente? —indagó el médico mientras le daba explicaciones.
Ricardo quedó sorprendido al conocer las noticias.
—¡Médico! Me entero por usted que mi hija tiene alergia. Mi esposa fallecida me comentó en una ocasión que la niña padecía de eso. ¿Cuán serio es? ¿Puedo ir a visitarla? —le preguntó, con inquietud.
—Comprendo su situación, señor Ricardo. Tiene que tranquilizarse, aún no puede ir a visitarla. Por el momento, su hija está en monitoreo, luego la trasladamos a una sala. Es necesario que vigile que su hija consuma alimentos o golosinas que le generan alergia, modifique su dieta —le recomendó el médico, conversando con sutileza.
—Agradezco, doctor, por su explicación. Cuando puedas ver a mi hija, por favor, avísame—le dijo Ricardo, intentando comprender la situación.
—No, no se preocupe, señor Ricardo; los médicos estamos aquí para ayudarle—contestó el doctor.
Poco después de que el médico se fue, Ricardo se dirigió a la cafetería del hospital a adquirir un café.
Tras pagar los cafés, se encaminó a la sala de espera, donde le entregó un café a Sara, quien lo recibió experimentando el mismo cosquilleo que había sentido desde su primer encuentro. No sabía cómo describir por qué sucedía eso al estar junto a Ricardo.
—Gracias, jefe—respondió Sara, sonrojada.