Ricardo, permaneció en el hospital ese día cuidando de su hija Luciana, al igual que la secretaria Sara, quien también se quedó en el hospital.
Se había jurado, no volver a enamorarse, después de la muerte de su querida esposa, Diana.
Decidió no implicarse emocionalmente, pero esa decisión estaba a punto de colapsar, puesto que, desde que llegó su nueva asistente, Sara, sus sentimientos empezaron a cambiar. No solo la veía como su asistente, sino también como una mujer; su atractiva figura le llamaba la atención.
Su hija, Luciana, que de alguna manera comenzaba a referirse como "mamá" a su asistente, lo sorprendió; no comprendía por qué la llamaba así si no era su madre.
Su hija, no tenía idea de que su madre, Diana , había fallecido, y ya no se encontraba. Le causaba dolor ocultarle la verdad, pero no deseaba verla sufrir.
Provocaron en Ricardo, sentimientos más intensos. Sin embargo, él era consciente de que no podía exceder los límites ya que era su secretaria.
Comenzó a tener ideas, bastante raras acerca de su secretaria Sara, lo que podría hacerle, pero eran solo pensamientos algo inapropiados y fuera de lugar. Se lo imaginaba quizás despojándola de su ropa, acostándola en la cama, recorriendo su cuerpo mientras la besaba; solo al pensarlo hizo que su "amiguito" se pusiera rígido y firme.
Ricardo, intentó evitar seguir pensando, pero al tenerla tan cerca, sus ideas no cesaban.
***
Mientras tanto, en la habitación de Luciana, debido a los medicamentos que le recetó el médico, Luciana mostró mejoría; su alergia había disminuido.
El médico, tras examinar a Luciana, se acercó para hablar con la enfermera.
—Enfermera, llame al camillero para trasladar a la niña Luciana a otra sala—le indicó el médico.
—Claro, de acuerdo, doctor—respondió la enfermera.
Luego de conversar con la enfermera, ella se alejó para encontrar al camillero.
Finalmente, el doctor, salió de urgencias, y se fue hacia la sala de espera para conversar con el padre de Luciana.
—Señor Ricardo, tengo excelentes noticias: su hija está mejor, la alergia ha disminuido y la vamos a mover a otra habitación —le comunicó el doctor.
—Gracias, médico. ¿Puedo ir a ver a mi nena? —preguntó Ricardo, inquieto.
—No, en este momento, señor, tiene que aguardar hasta que la traslademos a la sala siguiente —contestó el médico.
—Comprendo, doctor, gracias —respondió Ricardo, algo descontento.
El médico se alejó para proseguir con sus visitas a los demás pacientes.
En ese momento, Chantal arribó al hospital tras concluir su jornada en la empresa.
Se aproximó a Ricardo, le besó la mejilla para enojar a Sara y que experimentará celos.
—Hola, querido, me ha dejado muy inquieta tu niña. ¿Cómo va? —preguntó Chantal mientras le tomaba la mano.
Sara, trató de manejar su enojo, ya que se sentía celosa.
Desde la primera vez que se conocieron, se había enamorado en secreto de su jefe, pero optó por ocultar sus sentimientos para no afectar su empleo, dado que lo requería para apoyar a su hermano y a su madre.
Tomó aire profundamente y dijo.
—Hola, Chantal, jefa, necesito hacer una llamada importante, regresó enseguida —comentó Sara, intentando manejar su incomodidad.
Ricardo, se dio cuenta de que algo le sucedía a Sara, pero no sabía qué. —Está bien, Sara, no te preocupes—contestó Ricardo al observarla.
Del mismo modo, Sara se puso de pie y se encaminó hacia el cafetín del hospital.
Al ingresar, se sentó en una mesita; no pudo evitar llorar, estaba llena de rabia y celos. Se había enamorado de su jefe, y ella era consciente de que eso no era posible.
Reflexionó sobre lo que había ocurrido con la hija de su jefe.
Creía que era Chanta, puesto que ella no quería a la pequeña. Por esa razón le brindó, ese postre para que lo ingiriera, y mostrará esa reacción alérgica.
El camarero se aproximó a su mesa.
—Hola, señorita. ¿Le gustaría hacer su pedido? —inquirió el camarero mientras anotaba en su libreta.
Sara limpió sus lágrimas, inhaló profundamente y comenzó a hablar.
—Un café, por favor —pidió Sara.
El camarero, anotó la orden, en su libreta se fue a buscarla .
***
En la sala de espera, Chantal, estaba conversando con Ricardo.
—Aprecio que te intereses por mi hija; ya está mejor. ¿Le ofreciste el postre a mi hija para que tuviera la reacción alérgica?—preguntó Ricardo, tratando de conseguir las evidencias.
Chantal, al oír la pregunta, se quedó en silencio un momento; antes de responder, utilizó su capacidad de persuasión.
—Cariño, solo compré el postre para tu hija, pero no sabía que era alérgica. No iba a hacerle daño—dijo con su voz quebrada, mientras las lágrimas caían de sus ojos.
Ricardo, al notar su tristeza, la rodeo con sus brazos.
—Tranquila, Chantal, confío en ti. Eres mi amiga; sé que no podrías lastimar a mi pequeña—la abrazo, Ricardo, dudu
Tranquila, Chantal, confío en ti. Eres mi amiga y sé que nunca le harías daño a mi pequeña—dijo Ricardo mientras envolvía a su amiga en un abrazo, sintiéndose inseguro ante su respuesta.
Chantal, se aproximó a Ricardo y lo besó; él se dejó llevar de inmediato y le devolvió el beso.
***
Pocos minutos después, el camarero, llegó con el café y se lo dio en la mesa donde estaba Sara.
—Gracias—respondió Sara.
El mesero se marchó de inmediato.
Sara acabó el café, sacó el móvil de su bolso, para contactar a su mamá Isabel.
—Hola, niña mía. ¿En qué lugar te encontrabas? ¿Cuál fue el inconveniente que ocurrió? Me tenía bastante inquieta —respondió su mamá, Isabel, dirigiéndose a ella con afecto.
—La hija de mi jefe se enfermó, tuvo una reacción alérgica. Cree que fui yo, pero no lo era. Tengo miedo de que me despidan —le expresó Sara con melancolía.
—Imagino que tu jefe debe estar bastante preocupado por su hija. Tranquila, pequeña, la realidad siempre se revela. "Eres una niña muy honesta," —comentó su madre, Isabel, animándola.
—Agradezco tus hermosas palabras, madre, tengo que irme—se despidió Sara.
Sara, finalizó su conversación, se dirigió a la caja a abonar el café que había solicitado; tras pagar, pidió un café adicional para llevar a su jefe.
Al regresar Sara, a la sala de espera, donde se encontraba su jefe Ricardo, los vio besándose y se sorprendió.
El café se derramó en el suelo.
Sara, inhaló profundamente intentando contener sus lágrimas, comenzó a hablar
—Perdón, jefe, por interrumpirlo. He vuelto, solo pasé a traerle un café—comentó Sara con la voz afectada.
Ricardo, al mirarla, se desprendió de los brazos de Chantal y se dirigió hacia donde estaba Sara.
—Gracias, secretaria Sara, no te hubiera molestado—respondió Ricardo intentando aliviar el ambiente.
Por otro lado, Chantal, se sentía contenta, porque había logrado su meta de hacer sufrir a la estúpida de la secretaria, al observarlos en el beso.
Chantal, caminó hacia Ricardo, que estaba conversando con Sara. Los interrumpió a ellos.
—Debo, marcharme, querido. Espero que tu niña mejore —se despidió Chantal, depositando un beso en su mejilla.
Sara, estaba a punto de explotar; quería escaparse y abandonar el trabajo. No quería rendirse porque lo necesitaba para ayudar a su hermano y a su madre. Ocultó la situación que presenció para no llenarse de enojo y se sentó.
Chanta, salió del hospital; Ricardo se acomodó nuevamente junto a Sara. Ricardo, más calmado, intentó conversar con Sara acerca del beso que había presenciado. No deseaba que pensara en cosas que no son.
—Secretaria, Sara, ese beso que ocurrió entre Chantal y yo no debió suceder—se disculpó Ricardo mientras tomaba su mano con ternura.
Sara, permaneció en silencio por un instante antes de reflexionar sobre las cosas. Optó por no incluir sus emociones para no arriesgar su empleo. Inhaló profundamente y se expresó.
—Jefe, no necesita explicarme sobre su vida personal; sólo estoy aquí porque me preocupa su hija Luciana—replicó Sara con firmeza.
—Sara, las cosas no son así, solo escúchame —dijo Ricardo, intentando explicarle.
—Ya te dije que no necesito explicaciones —respondió Sara, visiblemente molesta.
Unos minutos más tarde, el camillero llegó a urgencias con la camilla. Junto con la enfermera, cuidadosamente subieron a Luciana y la trasladaron a la otra sala. Al llegar a la habitación de hospitalización, el camillero colocó a Luciana con delicadeza en la cama y se retiró. La enfermera le administró el tratamiento a través de las vías y luego salió de la habitación para hablar con el padre de Luciana.
Al entrar en la sala de espera, donde estaban Ricardo y Sara, la enfermera se dirigió hacia ellos.
—Señor Ricardo, ya hemos llevado a su hija Luciana a otra sala; puede ir a visitarla. —le informó la enfermera.
—Gracias, enfermera —respondió feliz Ricardo.
Ricardo acompañó a la enfermera a la sala de hospitalización para visitar a su hija Luciana.
Al pasar, la enfermera continuó atendiendo a los demás pacientes, mientras Ricardo, se ubicó junto a la silla de la cama del hospital. Al ver a su hija todavía, dormida por los sedantes, le dio un tierno beso en la frente.