Una Novia Para Mi Papá

Capitulo 10: Mi venganza .

Ricardo se levantó a primeras horas, posteriormente se duchó con agua caliente, se puso un traje elegante, se calzó sus zapatos negros, se puso el reloj en la muñeca y arregló su cabello oscuro. Hoy será un día significativo para iniciar sus estrategias de venganza. Finalmente, se fue de la habitación y descendió al comedor del resort para tomar el desayuno.
***
Sara se levantó, se dio una ducha caliente, se vistió con un vestido rojo de tirantes, una chaqueta negra y sus tacones negros. Ajustó su frágil cabello oscuro, se peinó, se aplicó un poco de maquillaje, tomó las llaves de la habitación, su celular y su bolso, y salió del cuarto. Al descender las escaleras, Sara se dirigió al comedor para tomar el desayuno.
Ricardo, al observar a Sara caminar con su precioso vestido que se ceñía a su silueta, quedó boquiabierto ante su hermosura. Percibió su corazón latiendo más rápido. Inhaló profundamente y movió la silla para que Sara se sentara. Mientras estaban sentados, la mesera se acercó a Sara y Ricardo.
—Buenos días, ¿qué desea pedir? —preguntó la camarera con un tono seductor mientras observaba a Ricardo.
Sara observó a la mesera de arriba a abajo con desdén, esforzándose por contener sus celos para que su jefe no se diera cuenta.
—Una ensalada de frutas junto con un café —contestó Sara.
Para el caballero.
—Algunos panqueques con queso y un café —respondió amablemente Ricardo.
—En un momento regresó con sus pedidos—se despidió la camarera.
Luego de que la mesera se marchó, un cliente que desayunaba miró a Sara con atención, y Ricardo se ruborizó por los celos. Inhaló profundamente y comenzó a hablar. Pero Sara no se percató porque estaba de frente.
—¿Cuánto te mira ese tipo? —exclamó enojado Ricardo.
—No sé. ¿De quién me está hablando? No estoy familiarizado con él. Llegamos para trabajar. ¿Cuándo se llevará a cabo la reunión?—respondió Sara, con otra pregunta.
—Después de desayunar, llamaré a los inversionistas para averiguar dónde se llevará a cabo la reunión—respondió Ricardo, reflexivo.
Unos momentos más tarde,
La mesera llegó con el desayuno, lo puso sobre la mesa y antes de irse le lanzó una sonrisa coqueta a Ricardo. Solo que él no le hizo caso.
—Disculpe, jefe, la intromisión de su hija. ¿Luciana, cómo te encuentras?—preguntó Sara con preocupación.
—Mi niña Luciana se encuentra mejor, gracias por preocuparte por ella—respondió agradecido Ricardo.
—Estoy muy contenta, jefe— sonrió Sara.
Al concluir la comida, Ricardo sacó su teléfono y contactó a su hermana Beatriz.
—Hola. Buenos días hermana, ya llegué al resort para realizar los negocios. ¿Cómo está mi hija Luciana? —preguntó Ricardo con preocupación por su hija.
—Hola hermano, me da mucha alegría. Luciana se encuentra bien, el doctor no dará el alta hoy para regresar a casa, te echa mucho de menos—le comentó Beatriz. Mientras sostenía la mano de su sobrina con ternura.
—Colocaré algunos vigilantes en la casa para que los protejan. No deseo que le ocurra algo—contestó Ricardo, hablando en tono suave.
Sara, se quedó asombrada por lo que oía y reflexionó.
“Supervisión para qué.” “No comprendo lo que está sucediendo.”
—No, es necesario colocar guardias de seguridad. ¿Qué está ocurriendo, Ricardo?—exclamó Beatriz, alarmada.
—No, no está pasando nada, solo es por precaución, hermana—especificó Ricardo.
—Cuídate mucho, hermano—se despidió Beatriz con afecto.
Al concluir su llamada, Ricardo contactó a los inversionistas para la junta.
—Buenos días. Ya hemos llegado al resort, ¿Dónde se llevará a cabo la reunión?—le comunicó Ricardo.
—Hola, Buen día. Señor Ricardo, en nuestra empresa los aguardamos aquí—comentó Cortés Andrés.
—Está bien, perfecto, vamos en un momento—respondió Ricardo.
Después del desayuno, Ricardo y Sara se pusieron de pie de las sillas de la mesa y se encaminaron a la empresa para la reunión que les esperaba.
Al abandonar el resort, el guarda le estaba aguardando fuera del vehículo. Ricardo abrió la puerta a Sara, para que ascendiera. Después, él ascendió.
Se dirigieron hacia la empresa.
Después de unos minutos, arribaron a la compañía, que era una de las más elegantes y renombradas. Al llegar al aparcamiento, Ricardo salió del coche, y después lo hizo Sara.
El color era azul y blanco, las paredes eran negras y el guardia los recibió en la entrada.
—Saludos. "Bienvenida a la empresa Salvatierra," —le dijo el guardia mientras miraba a Sara.
—Buen día. Soy Ricardo González, llegó para la reunión que tenemos hoy con Andrés Salvatierra—le dijo mientras intentaba manejar su incomodidad.
—Voy a contactar a la secretaría para que confirme su llegada—precisó el vigilante.
Ricardo y Sara aguardaban mientras el guardia notificaba.
—Buen día. Secretaría Cristiana. En la planta baja están buscando a su jefe, que es Ricardo González, y a su secretaria—informó el guardia.
—Buenos días, que pase. Ya mi jefe se comunicó con ellos—señaló, Cristina terminó la llamada.
—Está bien, lamento la espera—comentó el guardia. Desbloquea la puerta.
Al pasar las secretarías, quedaron deslumbradas por la llegada de Ricardo, su notable presencia y su figura esculpida.
Una de las secretarias, llamada Cristiana, es una joven de aproximadamente 26 años, con una figura hermosa, ojos negros deslumbrantes y largo cabello rubio.
Se acercó a ellos.
—Saludos, buen día. Bienvenidos a la compañía “Salvatierra”. Tu jefe te está esperando—comentó Cristiana con una voz suave.
—Hola señorita, muchas gracias—comentó Ricardo con amabilidad.
La secretaria condujo a Sara y a Ricardo hacia la oficina de su jefe Andrés al pasar.
—Jefe, el licenciado Ricardo y su asistente están presentes—le notificó.
Andrés, un chico de unos 30 años, tiene ojos azules, una figura robusta y cabello castaño oscuro.
—Déjalo entrar—comentó mientras acababa de fumar su cigarrillo.
—Está bien—afirmó la secretaria y lo dejó entrar, luego se marchó.
Al entrar Andres, no pudo resistir la atracción por la belleza de Sara. Ricardo caminó hacia Andrés, y se saludaron con un apretón de manos.
—Hola Ricardo. Buenos días, señorita—comentó Andrés mientras ofrecía una sutil sonrisa.
—Buenos días, gracias, Andrés—respondió Ricardo, esforzándose por contener su deseo de agredirlo.
Ricardo y Sara se sentaron.
—La reunión de hoy es para la construcción de un parque—respondió Andres, le entregó las carpetas .
Sara examinó las carpetas con gran atención, sin obviar ningún detalle y comentó.
—¿Cuál será el lugar para edificar el parque?—inquirió Sara.
—No contamos con un sitio seguro, por eso se llevó a cabo la reunión. Para que ustedes determinen el lugar donde se construirá el parque—le indicó Andrés.
—Podemos realizar la construcción del parque en la ciudad de Venezuela, es un lugar encantador y tiene espacios—propuso Ricardo.
—Los fondos para el capital de la construcción deberían ser de 50$ ¿te parece adecuado?—sugirió Andres.
Sara permaneció evaluando la cifra, conversó en susurros con su superior.
—Jefe, tiene confianza en la cantidad de dinero; estamos hablando de una suma considerable—comentó Sara.
—Sara, no podemos dejar escapar esta oportunidad, es crucial para la empresa y es un obsequio que le debía a mi esposa—dijo con la voz entrecortada por la tristeza.
—Está bien, jefe—respondió Sara con indecisión.
—Perdona Andrés, los fondos para la inversión en la construcción me parecen correctos. —¿Cuándo comenzamos?—dijo Ricardo, con confianza.
—Hoy comenzamos, voy a comunicarme con la secretaría para que nos proporcionen el contrato y podamos firmarlo—afirmó Andrés.
Andrés, utilizó el teléfono de la oficina para contactar a la secretaría.
—Señorita, por favor, elabore el contrato para la transacción—indicó Andrés antes de finalizar la llamada.
—De inmediato, jefe—respondió la secretaria, Cristina.
Después de la llamada.
—¿Desea algo de beber mientras aguarda?—le comentó Andrés ofreciéndole
—Un jugo para la señorita Sara y para mí—respondió Ricardo.
Unos momentos después…
La secretaria Cristina llegó y llamó a la puerta.
—Sigue—dijo Andrés.
—El contrato ya está listo; necesita leerlo antes de firmar—comentó la secretaria. Les dio las carpetas a Sara, Ricardo y su jefe Andrés.
—Cristina, por favor, trae dos jugos, uno para Ricardo y otro para la señorita Sara—solicitó Andrés.
—Está bien, ya vuelvo—se marchó.
Una vez que se marcharon, Ricardo y Sara examinaron el informe detenidamente, y Andrés le pasó el bolígrafo para que pudiera firmar.
Ricardo firmó, luego se lo entregó a Andrés para que él pusiera su firma.
Ambos retuvieron una copia del contrato, para prevenir inconvenientes en el futuro.
Luego, la secretaria entró a la oficina con los jugos en una bandeja; los dejó sobre el escritorio y se marchó.
—Te doy la bienvenida a la compañía “Salvatierra”—le comentó Andrea, recibiéndolo.
—Gracias, compañero—respondió Ricardo, estrechando su mano.
Andrés salió con Ricardo y Sara al exterior, antes de dejar la empresa. Ricardo obtuvo una llamada significativa.
Cogió el teléfono para responder; sin embargo, Andrés continuó charlando con Sara.
—Perdón, hermosa señorita, ¿me permitiría invitarla a una cita?—inquirió Andrés, haciéndole una propuesta mientras intentaba dominar sus nervios.
—Perdón, señor Andrés, no estoy aquí para citas, estoy aquí para trabajar—se enoja Sara.
***
En la llamada de Ricardo, todo estaba a punto de transformarse.
—Perdona, jefe. —¿Cuál es tu estrategia para la venganza? —preguntó Adrian.
—Comiencen por investigar los negocios de Iñaki Zalazar y todo lo que le corresponde—indicó Ricardo, lleno de ira al mencionar el nombre.
—Excelente, en cuanto tenga la información nos encontramos en el club—dijo Adrian y terminó la llamada.
Ricardo, al observar a Andrés platicando con su asistente. Se enojó y se dirigió hacia ellos.
—Secretaria Sara. ¿Está todo en orden?—inquirió mirando la situación.
—Podemos marcharnos, la reunión ha concluido—le comentó Sara, sintiéndose incómoda.
—Si la reunión ha finalizado, seguimos en contacto para la edificación del parque—comentó Andrés al despedirse.
Al abandonar la empresa, Ricardo y Sara se dirigieron al estacionamiento, subieron al coche y se encaminaron hacia el resort.
Mientras estaba en el camino, Ricardo miró a Sara porque se sentía enojado.
—¿Sara te faltó el respeto nuestro socio Andrés?—preguntó preocupado Ricardo.
Sara no quería conversar, simplemente fijó su mirada en el paisaje.
Ricardo, al no obtener respuesta, se quedó parado en el automóvil.
—Sara. ¿Qué te hizo el compañero Andrés?—preguntó irritado.
Sara, toma una respiración profunda y habla.
—Aprecio que te preocupes por mí, pero no es necesario que me defiendas—contestó Sara, expresando su enojo.
—Solo intento ayudarte, me importas—dijo Ricardo disculpándose.
Ricardo, siguió conduciendo al llegar al resort.
Se aparcaron en la entrada. Sara salió del coche al igual que Ricardo.
Al subir las escaleras, Sara se dirigió a su cuarto, al igual que Ricardo.
En el cuarto, Ricardo estaba irritado; intuía que Andrés había hecho algo a su apreciada secretaria y lo descubriría.
Luego, se dio una ducha caliente, se vistió con ropa cómoda, calzó sus zapatos negros y llevó su reloj en la mano.
Salió del cuarto para tomar un trago, puesto que era necesario hacer a un lado esa ira.
El complejo contaba con amplios bares elegantes, donde se servían vinos finos.
Ricardo se sentó a la mesa, y la camarera se dirigió a donde estaba él.
—¿Qué desea pedir?—inquirió Amelia, con su tono cautivador.
—Un vaso de whisky—pidió Ricardo.
—Inmediatamente, señor. Perdón la interrupción, ¿le sucede algo? —preguntó Amelia contacto.
—No me encuentro bien, señorita; me siento solo y vacío—le confesó Ricardo, desahogándose con melancolía.
—Le brindo mi apoyo. Salgo en unas horas y puedo acompañarlo, soy Amelia, un placer —respondió Amelia con una sonrisa, ofreciéndole su apoyo.
—Si está bien, la espero; no tengo prisa—dijo Ricardo, aceptando la amistad.
La camarera se fue a traer el whisky.
Mientras Sara se encontraba descansando, ya que no se sentía bien, le resultaba difícil manejar las circunstancias de la empresa y su vida personal.
En el centro médico:
El médico le otorgó el alta a Luciana y le proporcionó las nuevas instrucciones que debía seguir.
Beatriz, la hermana de Ricardo, preparó todas las pertenencias de su sobrina Luciana. La enfermera se presenta para quitarle las vías.
Después de que la enfermera finalizó, Beatriz levantó con delicadeza a su sobrina Luciana, agarró el bolso y salieron de la habitación.
Al salir, uno de los escoltas estaba fuera del hospital aguardando a Beatriz; era uno de los hombres de confianza de Ricardo.
Osvaldo abrió la puerta del coche a Beatriz, que llevaba a su sobrina, luego él subió al asiento del conductor y partieron hacia la casa.
Durante el recorrido, Luciana se quedó dormida en los brazos de su tía, mientras Beatriz reflexionaba.
"Debido a que su hermano Ricardo, ordenó establecer una guardia de seguridad" ¿acaso estaba en riesgo?



#944 en Novela romántica

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Editado: 05.08.2025

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