Una Novia Para Mi Papá

CAPÍTULO 11: ¿DÓNDE ESTÁ MI MAMÁ?

Al llegar a la casa, estacionó el coche en la entrada. Uno de los guardias se bajó y le abrió la puerta a Beatriz, quien salió junto a su sobrina Luciana.
Beatriz entró , en el cuarto de Luciana, la acomodó en la cama, la arropó con cuidado con la manta y salió del cuarto. Ella se dirigió a la biblioteca para preparar todo para su nuevo proyecto que había diseñado: quería iniciar la venta de productos de maquillaje, uno de sus negocios, y retomar sus estudios.
Mientras estaba en la biblioteca, investigó en su computadora datos sobre todo lo relacionado con el maquillaje y anotó los precios para la inversión.
Luciana estaba dormida y comenzó a soñar con su madre que ya no se encontraba.
—Despierta, pequeña—dijo Diana, con tono suave mientras le pasaba los dedos por el cabello rubio.
Luciana abrió los ojos al ver la figura de su mamá y sonrió.
—Mami. ¿En qué lugar estás? Te extraño muchísimo—le contestó entre sollozos mientras la abrazaba con fuerza.
—No llores, amor. Mami está de viaje. Quiero que cuides a tu papá por mí—pidió, abrazándola y besando su frente.
—Está bien, mamá, pero vuelve pronto—imploró Luciana entre lágrimas.
Ese sueño había terminado; Luciana seguía dormida con una amplia sonrisa en su rostro.
Una vez que Beatriz concluyó de registrar todo lo vinculado con el maquillaje. Finalmente dejó la biblioteca, se dirigió a la cocina para preparar un delicioso desayuno para su sobrina Luciana.
Poco después, Luciana se levantó, descendió las escaleras y se dirigió a la cocina.
Al observar a su tía Beatriz.
—Tía, mi madre. ¿En qué lugar se encuentra? ¿Cuándo volveré de viaje?—inquirió Luciana con ansiedad por la ausencia de su mamá.
Al ver a Beatriz, apagó el fuego de la cocina y la abrazó con cariño. La condujo hacia la silla de la mesa del comedor. Antes de expresar sus palabras, sintió una opresión en su garganta que le dificultaba respirar.
Intento manejar sus nervios. Y conversó.
—Mi pequeña. ¿Qué sucede? Mi amor, tu madre está fuera viajando para vender sus productos de maquillaje. Sabes cuánto te aprecio—dijo Beatriz mientras limpiaba las lágrimas de su sobrina, le dio besos en la cara.
—Extraño a mi mamá, deseo ver a mi mamá—reiteró Luciana con lágrimas en los ojos.
—No llores, mi amor, eso me angustia. Tu mami está de viaje, pero cuenta conmigo y con tu papá—respondió con ternura y melancolía.
—¿Mi papá regresará pronto de su viaje?—le pregunta Luciana, echando de menos a su papá.
—Pronto llegará tu papá, mi niña. Vamos a organizar una linda sorpresa, para cuando venga tu papá—dijo Beatriz animando a su sobrina.
—Sí. Yo también quiero ayudar. Le haré un dibujo—comentó Luciana, más animada, sonriendo.
Al concluir la conversación con su sobrina, ella se dirigió a la cocina, tomó el plato de frutas con pan y jugo, lo llevó al comedor y se sentó con su sobrina para desayunar.
***
En el resort.
Amelia, llevó el vaso de whisky en la bandeja, lo puso en la mesa de Ricardo y se sentó a charlar con él.
—Perdona la tardanza. ¿Por qué un hombre tan apuesto se siente tan solo?—inquirió con voz cariñosa mientras sonreía.
—Mi esposa murió hace unos días, la echo mucho de menos, ahora siento amor por otra mujer—le comunicó Ricardo, abrumado por el sufrimiento, mientras tomaba un trago de whisky.
—¿Ya conversaste con la chica que te atrae? Quizás ella desee una relación auténtica—le sugiere Amelia.
—Sí. Conversé con Sara, pero la cuestión es que es mi asistente, colabora conmigo en la compañía. No podemos tener nada solo porque ella es mi secretaria y yo soy su superior. —dijo Ricardo, con sinceridad.
—Te sugiero que primero afrontes el duelo por tu esposa, todavía es reciente. Luego habla con Sara y pelea por ella, porque si realmente la amas, no la dejas escapar—le aconseja Amelia.
—Te agradezco mucho tu consejo, tengo que irme—se despidió Ricardo sonriendo en señal de gratitud.
—No hay de qué, señor Ricardo—respondió Amelia, devolviéndole la sonrisa.
Ricardo subió por las escaleras y se dirigió a su habitación al entrar. Cogió su teléfono y contactó a su detective privado.
—¿Hola? ¡Hola, Mariano! Requiero tu ayuda—pidió Ricardo, pensativo.
—Buenos días señor Ricardo, ¿Cómo te has sentido? Me enteré del fallecimiento de su esposa y le expreso mis condolencias. —¿A qué puedo asistirle?—expresó Mariano con cortesía.
—Gracias, Mariano. "Mi esposo falleció hace unos días” así que necesito que indagues sobre la vida de Sara Fernández. Por favor, envíame toda la información a mi computadora, —indicó Ricardo.
—Cumpliré con su solicitud, señor Ricardo, nos mantenemos en comunicación—se despidió Mariano antes de finalizar la llamada.
Sara, aprovechó para descansar, después de su siesta, se tomó una ducha caliente, se puso un vestido rojo, peinó su largo y delicado cabello negro, lo recogió en una coleta alta y se maquilló.
Se calzó sandalias negras, buscó su computadora para investigar sobre un psicólogo y un nutricionista, ya que deseaba perder peso y no se encontraba a gusto con su cuerpo. Menos con el peso que poseía.
Tras investigar, registró en su agenda los contactos del psicólogo y la nutricionista. Sara marcó el número de la nutricionista en su celular y llamó.
—¿Hola? Buenos días. Por favor, con la nutricionista Rebeca Contreras Pacheco. La llamó para agendar una cita—comentó Sara con las manos temblando.
Al otro lado de la línea:
—Hola señorita. Un placer atenderla. La doctora Rebeca está de permiso y regresa el lunes por la mañana, voy a llenar su información para programar una cita con ella—informó la secretaría, Samantha Cortés.
—No hay problema, no se preocupe, yo esperaré hasta el lunes—comentó Sara, algo descontenta con la respuesta.
—Requiero su información para elaborar la historia clínica—indicó la secretaria.
—¿Qué información requieres?—inquirió Sara, temerosa.
—Sus datos personales, nombre completo y apellidos, edad y la razón de la cita—comentó la secretaria.
—Está bien—contestó Sara algo nerviosa.
Sara Daniela Fernández García.
26 años
El motivo de mi cita es que deseo perder peso, me siento muy pesada.
—He registrado su información, no se preocupe, verá que podrá perder peso—la secretaria le brindó apoyo antes de terminar la llamada.
Después de contactar a la nutricionista, marcó el número del psicólogo y realizó la llamada.
—Buen día. "Por favor, con el Psicólogo Néstor Villegas Villanueva, es para programar una consulta," —comentó Sara, intentando contener el llanto.
—Hola, buenos días. Un gusto atenderla en nuestro centro de salud mental. Voy a programar la cita con el doctor Néstor Villegas Villanueva para el lunes por la tarde—le explicó la secretaria Adriana.
—Esta bien señorita no se preocupe—acepto Sara, reprimido sus lágrimas.
—Tienes que llegar a tiempo para la cita, necesito su información para elaborar la historia clínica—indicó la secretaria.
—¿Qué datos requieres?—inquirió Sara.
—Sus datos personales: nombre completo, apellido, edad y el motivo de la cita—comentó la secretaria.
—Está bien, señorita, pero requiero un certificado médico para presentarlo en el trabajo porque debo ausentarme ese día—solicitó Sara con preocupación.
Sara Daniela Fernández García
26 años
La razón de la reunión es que requiero asistencia.
—Hablaré con el doctor para que le emita el certificado médico en ese día. Ya anoté su información, no se preocupe, haremos todo lo posible por apoyarla con su situación. —confirmó la asistente, brindándole aliento.
Después de la llamada, Sara rompió en llanto, empezó a llorar, sentía mucha rabia, dentro de su corazón. No deseaba continuar siendo gorda ni cargar con esos kilos que tanto le molestaban, debido a esos kilos su existencia se convirtió en un infierno por culpa de muchas personas que le causaron dolor.
Pocos minutos después, tomó un pañuelo y limpió las lágrimas de su rostro, se comprometió a encontrar a esos infelices que le causaron dolor, para terminar con ellos.
Finalmente abandonó la habitación para conversar con su jefe, antes de dar un recorrido por el resort.
Llamaron a la puerta, Ricardo al oír el ruido se acercó y la abrió.
—Secretaria Sara. ¿Qué ocurre? ¿te sucede algo?—preguntó Ricardo al notar su semblante apagado.
— No, no me sucede nada, no se preocupe, valoro su preocupación. El lunes no podré asistir al trabajo, debo resolver algunos asuntos pendientes—le comentó Sara.
—¿Por qué no me permites ayudarte, Sara?—dijo Ricardo con pena al sentir el rechazo.
—En este momento no puedo decírselo, cuando esté lista se lo contaré —lo esquivó Sara y salió de la habitación.
Sara no quería ser grosera con su jefe, pero no podía sentir nada por él, hasta que su corazón sanará del maltrato.
Bajó las escaleras, salió del resort y se dirigió a la playa que estaba cerca. Necesitaba un momento para reencontrarme conmigo misma.



#1607 en Novela romántica

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Editado: 05.08.2025

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