Una Novia Para Mi Papá

CAPITULO 16: LA VENGANZA DE CHANTAL.

CAPITULO 16: LA VENGANZA DE CHANTAL.
Después de la celebración del baile, llegó el momento de cantarle el cumpleaños a Luciana. Su tía Beatriz, con la ayuda de los empleados, trajo el pastel y lo colocó sobre la mesa, la cual estaba adornada con un mantel dorado y una flor roja.
Este fue un momento muy especial para Luciana, ya que aquella hermosa sonrisa que había estado ausente volvió a aparecer, pero con un brillo distinto.
A pesar de la tristeza que Ricardo sentía, al ver a su pequeña Luciana sonreír, lograba llenar cada uno de los espacios vacíos en su corazón. Los familiares de Ricardo se reunieron a un lado de su sobrina Luciana, junto a él. Su hermana Beatriz tomó la velita de cumpleaños, la encendió y comenzaron a cantar el feliz cumpleaños.
"¡Feliz cumpleaños a ti!
¡Feliz cumpleaños a ti!
¡Feliz cumpleaños, querida Luciana!
¡Que lo cumplas feliz!"
Antes de apagar la velita, Luciana pidió un deseo y, al hacerlo, apagó la llama.
Claro, aquí tienes una reformulación con conectores adecuados:
Posteriormente, su tía Beatriz, cortó el pastel de cumpleaños y lo sirvió en diferentes rebanadas, colocándolas sobre los platos. Finalmente, se lo entregó a los empleados, para que lo llevaran a cada uno de los invitados. Mientras los empleados lo distribuían, su tía Beatriz, le dio una rebanada de pastel a su sobrina Luciana, y otra a su hermano Ricardo.
*Narrador Onisiente*
El taxi se estacionó en la entrada de la resistencia de Ricardo; el chófer se bajó y le abrió la puerta a Chantal. Ella lucía un hermoso vestido rojo, junto con su cabello ondulado, y además llevaba una linda corona de diamante. No obstante, en su mano sostenía un pequeño regalo, junto con la invitación de cumpleaños. Después de pagar al chófer, él se retiró...
Al tocar la puerta, Chantal fue recibida por la empleada, quien la hizo pasar adentro. Su hermana Beatriz, que se quedó asombrada con la llegada de Chantal, no le agradaba, ya que sabía que ella tramaba algo.
Chantal se acercó con toda sensualidad hacia donde estaba Ricardo con su niña Luciana, y con una sonrisa torcida exclamó:
—Hola, querido amigo—dijo Chantal, mientras le daba un beso en la mejilla.
—Bienvenida, Chantal—le respondió cortésmente Ricardo, tomando distancia.
Chantal, sintiendo el rechazo de Ricardo, tomó una respiración profunda para controlar su enojo y, con dulzura, le habló:
—Feliz cumpleaños, querida Luciana. Espero que te guste mi regalo—dijo Chantal con dulzura, entregándole el obsequio.
—Gracias, señorita Chantal—respondió Luciana, sonriendo cálidamente al recibirlo.
Al destapar el regalo, Luciana, descubrió unas hermosas flores rojas acompañadas de unos muñecos de La Bella y la Bestia.
Poco después, Beatriz, llevó a su sobrina Luciana para que jugara con los demás niños, mientras Ricardo conversaba con Chantal.
Luego que Beatriz, se fue, Chantal se acercó a Ricardo, tomó su mano con cariño y el de nuevo la rechazo, pero está vez , ella no pudo controlar su rabia.
—¿Que sucede Ricardo? Porque me estás evadiendo—preguntó Chantal molesta.
Después de que Beatriz se fue, Chantal se acercó a Ricardo y, tomando su mano con ternura, se sintió frustrada cuando él, nuevamente, la rechazó. Esta vez, su enojo fue inevitable.
—¿Qué te pasa, Ricardo? ¿Por qué me evitas? —preguntó Chantal, visiblemente molesta.
Antes de responder, Ricardo se tomó un momento para reflexionar, intentando no herir los sentimientos de Chantal. Tras unos segundos, dijo:
—A partir de hoy, quiero que nuestra relación
sea únicamente laboral. Espero que lo entiendas, señorita Chantal —afirmó, mirándola con desdén.
—Entiendo que extrañes a tu difunta esposa; sin embargo, eso no te da derecho a tratarme mal. ¿Cuánto tiempo más vas a guardar luto? ¿No crees que ya es suficiente? —respondió Chantal, llena de rabia, mientras una lágrima se le escapaba.
Ricardo, al observar que Chantal estaba llorando, sintió compasión de ella, y se acercó y la abrazo.
Ricardo, al observar que Chantal estaba llorando, sintió compasión y se acercó para abrazarla.
Chantal, al estar cerca, se recostó sobre su hombro y le depositó un cálido beso en los labios. Sin embargo, Ricardo se apartó de inmediato de Chantal y, con dureza, le habló:
—No vuelvas a mencionar a mi esposa. Aunque ella no esté conmigo, la tengo presente en mi corazón—le dijo, enfurecido y, al mismo tiempo, con dolor.
En ese momento, hubo un silencio incómodo durante la charla; no obstante, Ricardo, para evitar discusiones con Chantal en la fiesta de su pequeña Luciana, decidió retirarse a hablar con otros familiares que también estaban en la celebración.
Mientras tanto, Chantal no pudo evitar llorar, pues la rabia que sentía en ese instante la destrozaba.
**
En casa de Sara, su mamá, Isabel, estaba preparando los bollitos de maíz que saldría a vender, como hacía todos los días.
En la habitación de Sara, ella tomó una ducha caliente y se puso ropa más cómoda. A continuación, arregló su vestimenta para la cita de mañana con el nutricionista.
Después de ajustar todo, sonó su teléfono. Como el número no estaba registrado, sintió escalofríos y un enorme miedo se apoderó de ella, ya que presentía que era Marcus quien la llamaba. Sin embargo, Sara trató de controlar su miedo y los temblores en su cuerpo; decidió contestar para comenzar a reunir las pruebas necesarias para su venganza en su contra. Respiró profundamente y tomó la llamada.
Del otro lado de la línea, se escuchó:
—¿Aló? Gordita, ¿te olvidaste de mí? Porque yo no me he olvidado de ti—dijo Marcus, mientras tomaba una copa de vino.
—¿Qué quieres, Marcus?—le preguntó Sara con desprecio.
—Sabes que te extraño y quiero arreglar las cosas —respondió Marcus, con un tono arrepentido.
—¿Arreglar las cosas? Qué cínico eres, Marcus. No tienes idea del daño que me hiciste —replicó Sara, ocultando su miedo.
—Reconozco que tengo la culpa y te hice daño. Cuando ocurrió todo, éramos muy jóvenes; no controlaba mis impulsos y cometí muchos errores —agregó, haciendo una pausa antes de continuar—. Pero ahora es diferente. De verdad quiero solucionar las cosas —dijo Marcus, con tristeza y voz de arrepentimiento.
Sara trató de controlar su enojo y su rabia. Su intuición no fallaba; sabía que Marcus estaba tramando algo para aparentar un repentino arrepentimiento. Respiró profundo y habló.
—No te creo, Marcus. No tienes idea de todo el maldito daño que me hiciste, y no sabes cuánto te odio —expresó Sara, dejando escapar una lágrima de tanto dolor.
—Disculpa, Sara. Pero te voy a demostrar que no te estoy mintiendo —se despidió Marcus antes de colgar.
Al finalizar la llamada, Sara colocó el móvil sobre la mesita de noche y, sin poder evitarlo, comenzó a llorar, producto de la rabia que sentía y de cómo los recuerdos de su pasado volvían a hacerse presentes. Después de secarse las lágrimas, salió de la habitación y, al dirigirse a la sala, se despidió de su mamá Isabel.
Luego de despedirse de ella, ayudó a ordenar la casa, pero poco después regresó a su habitación y se acostó a dormir.
Por otro lado, la fiesta de Luciana había terminado con una hermosa sorpresa: una obra de teatro. Los familiares de Ricardo se despidieron de su sobrina Luciana, dándole un abrazo. Al salir de la casa, tomaron sus automóviles, subieron y se retiraron.
Mientras tanto, su hermana Beatriz, cargó con cuidado a su sobrina Luciana, que se había quedado dormida debido al cansancio que tenía. Al entrar a la habitación, la acostó con delicadeza en la cama, la arropó con la manta y le colocó sus juguetes al lado. Después, apagó la luz del cuarto y salió de la habitación, dirigiéndose hacia la sala.
En la sala, Beatriz , se acercó a los empleados para conversar con ellos.
—Por favor, limpien la casa y dejen todo ordenado. Los obsequios de mi sobrina Luciana deben ser subidos a su habitación—ordenó Beatriz , con amabilidad.
—Enseguida, señorita—respondieron los empleados.
Posteriormente, Chantal, se despidió de Ricardo, quien la acompañó hasta la entrada de la casa.
Al salir, el taxi llegó, el chófer se bajó y le abrió la puerta para que Chantal subiera.
Luego, el chófer tomó su lugar en el asiento del conductor y se fueron.
Una vez que Chantal se marchó, Ricardo volvió a entrar a la casa, donde los empleados continuaban limpiando.
Su hermana Beatriz se acercó a él y le entregó un obsequio de parte de ella y de su sobrina Luciana, que habían elaborado con mucho cariño.
Al ver el obsequio, Ricardo no pudo evitar que las lágrimas corrieran por sus mejillas.
—Gracias, hermana. Es un regalo muy bonito—expresó Ricardo, con afecto hacia su hermana.
—No me agradezcas, hermano. Mi sobrina y yo lo hicimos de corazón—le respondió Beatriz con una sonrisa.
—Hermana, quiero contarte algo—le dijo Ricardo, nervioso y con la voz temblorosa.
Minutos después, los empleados subieron los regalos de cumpleaños a la habitación de Luciana. Tras dejar los regalos, se retiraron a sus respectivas habitaciones para descansar.
Mientras Ricardo, se quedó conversando con su hermana Beatriz en la sala.
—¿Qué te pasa, hermano?—preguntó Beatriz, preocupada.
—He descubierto muchas cosas durante mi viaje de negocios, hermana—reveló Ricardo, con decepción.
—¿De qué hablas?—le respondió Beatriz, confusa.
—Mientras estaba de viaje, me enteré de que Chantal, la amiga de mi difunta esposa, resulta ser la hija de mi peor enemigo—le contó Ricardo, enfurecido.
—¡Era evidente que Chantal no tenía buenas intenciones! —exclamó Beatriz, furiosa.
—Tranquila, hermana. Encontraré la forma de hacerle pagar por esto —respondió Ricardo, también molesto.
—Ricardo, piensa con calma. Recuerda que su familia es poderosa y pueden hacernos daño —replicó Beatriz, haciéndolo reflexionar.
Ricardo se tomó un momento para considerar sus palabras. Aunque su hermana tenía razón, decidió seguir adelante con sus planes de venganza, buscando alguna forma de justicia. Después de unos minutos, habló de nuevo.
—No te preocupes, hermana. Agradezco que te intereses por mí —dijo, haciendo una pausa antes de continuar—. Hermana, me he enamorado de nuevo. Hay una chica maravillosa —confesó Ricardo, suspirando al pensar en Sara.
—Me alegra saber que te has enamorado. Es hora de que seas feliz —respondió Beatriz con alegría.
Una vez terminada la conversación, Ricardo subió a su habitación para descansar, al igual que Beatriz.
En su habitación, Ricardo tomó una ducha caliente y se cambió por algo más cómodo. Antes de dormir, decidió enviarle un mensaje a Sara.
"Mi amor, lamento haberte obligado a asistir a la fiesta de mi hija. Quiero disculparme. Eres muy importante para mí".
Presionó "enviar" y se acostó a dormir.
Por su parte, Beatriz también tomó una ducha caliente, se puso ropa cómoda y se recostó en su cama para descansar...



#4857 en Novela romántica

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Editado: 15.08.2025

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