Desde que Eliza tiene memoria, su abuela siempre le había contado la peculiar historia de los reyes, como estos se enamoran en navidad, y gracias a esto, todos obtienen un deseo del corazón. Es de sus relatos favoritos, y desde que lo escuchó por primera vez, deseó ser esa chica de la cual el príncipe se enamora. Hoy, después de tanto tiempo de anhelar conocer al príncipe, tendría su oportunidad de verlo en persona y no solo en sus arrugadas fotografías, desgastadas de tanto adorarlas.
Su oportunidad surgió porque en el reino se estaría celebrando el inicio del mes de diciembre y como todos los años, los reyes estarían realizando un gran festejo que solo incluiría a las personas de más alta alcurnia de allí. A la joven Eliza le costó demasiado conseguir una entrada al lugar, pero no hay nada que con gran esfuerzo no pueda conseguirse.
Al llegar al lugar, Eli se sintió un poco incómoda con tantas personas elegantemente vestidas, después de todo, ella solo llevaba un vestido sencillo que tenía más años que su abuela. Sin embargo, no dejó que aquello la amedrentara y con paso firme y espalda recta deambuló entre las personas deseando encontrar al príncipe.
Pasada una hora, se resignó a que no lo encontraría. Era bien sabido por todos, lo poco que al joven Benjamín le agradaban esos festejos, no obstante, eran solo unos cuantos a los que se daba el lujo de no asistir. Eliza, decepcionada, y sin saber qué más hacer en el lugar, decidió que ya había llegado el momento de partir a casa. Así que camino decida hacia la salida. No tenía auto, así que caminaría por un largo rato. La chica pensaba que solo había perdido el tiempo, ni siquiera pudo ver a su amor. Estaba verdaderamente melancólica, el sueño de toda su vida se desvaneció entre sus manos. Aunque la verdad, estaba más bien enojada, furiosa, tanto así, que tomó una piedra medianamente grande y la lanzó sin ningún pudor por el aire.
—Deberías tener cuidado —emitió una voz desconocida —Con un poco de suerte, casi atinas a mi cabeza.
Eliza se sobresaltó ante la voz y giró aceleradamente. En sus 21 años, jamás pensó que se encontraría con el príncipe Benjamín a solas, era una locura, seguramente no era real, tenía que estar alucinando. Así que se acercó y le propinó un gran pisotón en su pie izquierdo.