Una novia para papá

Capítulo 2: Gia.

Capítulo 2

Gia

—¡Vamos, Ringo! —grito sobre mi hombro y el sonido de las patas de mi lindo bebé se oye a través del apartamento.

Salta sobre mí cuando me alcanza y es un buen chico al dejarme ponerle su correa.

Cuando encontré a Ringo, un mestizo adulto, junto al contenedor de basura de mi edificio, sabía que había sido enviado por el universo para hacerme compañía, y fue tan bueno desde el principio que no puedo creer que hayan personas que no quieran a los mestizos.

Es una belleza. Su pelaje tupido y lasio es de color marrón con manchas negras en las orejas y en las patas. No es de raza, pero eso no le quita que sea hermoso.

Y es la mejor compañía del mundo.

Luego de ponerle la correa, salgo del apartamento y bajo en el ascensor. Hace un día bonito y quiero salir a caminar un rato por el parque luego de desayunar en la cafetería de la esquina.

En la calle, un auto pasa a mi lado y la brisa que deja a su paso casi me levanta el vestido. Riendo, mantengo la falda en su sitio. Cuando sé que ya no mostraré mi ropa interior, me quito el cabello de la cara y continúo caminando. Al llegar a la cafetería, saludo a la dueña que está detrás de la barra atendiendo a un hombre mayor. Ella me devuelve el saludo con una sonrisa y agita su mano en mi dirección antes de seguir atendiendo al hombre.

Este lugar es muy bonito, lo encontré hace un par de meses cuando me mudé a mi nuevo apartamento y fue el mejor descubrimiento del mundo. La comida es exquisita y la atención es especial. La dueña, Laurie, es un amor de persona. Cada vez que vengo me quedo conversando con ella durante mucho tiempo, y aunque soy una persona habladora por naturaleza y pueda verse como si no fuera difícil para mí, con ella es un placer hacerlo.

Cuando acaba de atender al hombre, voy en su dirección y me siento en el taburete frente a la barra.

—¡Hola, Laurie! —saludo luego de ordenarle a Ringo que se siente—. ¿Qué tal va el día?

—Va bastante rápido, así son los sábados. —Limpia la encimera y me pone un menú delante—. ¿No estás ocupada hoy? Normalmente no vienes los sábados.

—Hoy tengo el día libre después de un largo tiempo, mis chicas se están encargando de todo el día de hoy. Marisol se hizo cargo de la organización de esta boda desde el inicio, a la novia no le importa que yo no esté presente.

—Gracias a Dios por los días libres.

Le sonrío.

Ser organizadora de bodas no me da mucho tiempo libre los fines de semana y no miento cuando digo que es el primer sábado en meses que lo tengo todo para mí. Mi trabajo es algo que me hace feliz, pero es agotador. Tener un día libre es bueno.

—¿Cuál es el especial de hoy?

—Tortilla española.

Ojeo el menú, pero sé que voy a pedir la tortilla. Confío ciegamente en Laurie.

—Dame la tortilla y un capuccino, por favor.

—Está en marcha.

Desaparece dentro de la cocina y reviso mi móvil por si las chicas necesitan algo. Todo ha de ir bien, no me han escrito para nada. Le mando un mensaje a Marisol de todos modos y luego reviso mis correos. Tengo otras dos bodas la próxima semana, pero el resto de la semana no tengo otro evento, así que puedo tomarme el día tranquilamente.

De pronto, recibo una llamada y sonrío al ver el nombre. Es Marcelo, un chico con el que he estado saliendo desde hace dos meses. Es un buen hombre, me trata muy bien y me está gustando mucho salir con él. Sin embargo, las cosas no han pasado de solo salir, y me estoy empezando a desesperar.

¿A él no le gusto lo suficiente?

Basta, Gia, me riño.

Tengo la tendencia de echarme la culpa de no avanzar en mi vida amorosa, lo que a veces da pie a que los chicos tomen mi inseguridad y terminen echándomelo en cara. Nadie quiere a una chica insegura y pegajosa, cosa que puedo llegar a ser con bastante rapidez.

Pero con Marcelo las cosas han ido bastante bien. Es atento, amable y detallista. Es todo lo que una chica con cerebro querría. Tal vez por ello es que estoy empezando a impacientarme.

—Hola —digo al móvil cuando contesto la llamada—. ¿Cómo estás?

Hola, linda —Su voz me envuelve con ese acento italiano de inmediato—. Estoy bien, haciendo mandados para mi madre. ¿Podrás acompañarme mañana al día familiar? Sé que puede ser rápido, pero me gustaría que conocieras a mi familia.

Estoy siendo paranoica. Ningún chico que no quiera algo serio conmigo me presentaría a su familia.

—Por supuesto que voy a acompañarte, no me lo perdería por nada.

Lo puedo imaginar sonriendo por mi respuesta y, solo con eso, sonrío por inercia.

Genial, paso por ti a las diez.

—Estaré esperando.

Él ríe, su cálida voz inundando la línea.

Nos vemos, linda.

—Hasta luego, Marcelo.

Pongo fin a la llamada justo cuando Laurie sale de la cocina con un batido de chocolate que se me hace muy apetecible.




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