Capítulo 3
Rocco
—...solo te pedí una cosa, Rocco, solo una, y no la cumpliste. —Ruedo los ojos, queriendo colgar la llamada para tener un desayuno en paz con mi hija antes de tener que entregársela a su histérica madre—. Quería a la niña aquí a las nueve de la mañana y…
—Son las ocho y quince —la corto—. No es la hora y ya estás haciendo un alboroto innecesario. Solo la traje a desayunar con su tía, lugar que no está a más de quince minutos de tu casa y en el que no tardaremos mucho.
Resopla, pero al menos la he dejado sin palabras.
—Nueve en punto, Rocco.
La ignoro.
—Y quiero recordarte que es mi día, uno que te estoy permitiendo que tengas porque sé que es importante para ella estar contigo hoy.
Se aclara la garganta y sé que está buscando algo qué reclamar, pero no encuentra nada.
—Solo tráela a las nueve.
—Eso iba a hacer desde un principio, Leslie —digo en un tono condescendiente—. Ahora, ¿me permites ir a desayunar con mi hija?
—Como sea —bufa y cuelga la llamada.
Con Leslie me llevo bien la mayor parte del tiempo, pero desde que tiene el estrés de la boda sobre ella es difícil llevar una conversación sin que acabemos discutiendo. La entiendo, no es fácil llevar a cabo una boda de tal magnitud, pero me gustaría que fuera más comprensiva. No hago las cosas para hacerla enojar, eso no está en mi agenda, pero parece que es así con ella cuando está enojada y no tiene a otra personas más que yo para descargar su furia.
Gracias a Dios por el divorcio, no creo que podría vivir así.
Guardando el móvil en mi bolsillo, entro a la cafetería de mi hermana para encontrar a Nina sentada en un taburete junto a una mujer mientras habla con ella. Mi hermana no está a la vista y no tengo idea de quién es la chica, pero no puede estar muy bien de la cabeza si usa vestidos como ese.
¡Es igual que el de Nina!
¿En qué demonios estaba pensando esa mujer al ponerse un vestido digno de una niña?
Cierro el espacio que me separa de ellas y digo:
—Nina, ¿qué haces?
La mujer y mi hija se giran hacia mí y me sorprende que la desconocida sea tan bonita. Tiene un aspecto algo infantil y su cara limpia de maquillaje la hace ver bastante joven. Tiene el cabello castaño, los ojos marrones, la piel clara, labios regordetes, así como sus mejillas, y rasgos delicados. Y por lo que puedo ver con ella sentada, es delgada y un poco baja.
—Papi, ella es Gia y quiere salir contigo.
Mis ojos se abren desmesurados cuando Nina suelta esas palabras.
¿La mujer estaba intentando conseguir una cita conmigo por medio de Nina?
—¿Qué? —suelto al mismo tiempo que la desconocida, y suena casi tan horrorizada como yo—. ¿De qué hablas, Nina?
Mi hija sonríe, ese gesto que usa cada vez que hace algo malo y quiere que la perdone.
—Gia es muy bonita y tiene buen gusto, y…
—Y está saliendo con alguien —termina la chica antes de que mi hija pueda continuar con su arrebato de locura—. Lo siento, Nina, pero no puedo salir en una cita con tu padre.
Nina hace un puchero y pone ojos saltones, usando su mejor método de persuasión. Fue difícil para mí y para su madre aprender a no hacerle caso cuando hace eso, pero no creo que Gia pueda contra ello.
—Puedes dejarlo y salir con mi padre, ¿cierto? —Su voz es suplicante y prácticamente chillona, pero obtiene el resultado querido; está haciendo sentir mal a Gia—. Él es más guapo que el hombre con el que estás saliendo, estoy segura.
Gia me mira, pidiendo ayuda, y suelto un suspiro antes de atender el llamado.
—Nina, no quiero salir con nadie, deja de decir tonterías.
Ella frunce el ceño, pasando de suplicante a enojada en segundos.
—Papá, así no vas a poder casarte nunca, no seas gruñón. —Mira a Gia—. Sé que luce como un hombre enojado, pero es bueno, te lo prometo.
¡Demonios! Esta niña me va a sacar canas verdes y ni siquiera ha llegado a la adolescencia.
—Nina, basta, deja a la chica en paz.
Gia sonríe, primero mirándome y luego a Nina.
—¿Por qué no dejas que tu padre se haga cargo por sí mismo de buscar una novia? —sugiere en un tono amable y que convencería hasta al niño más desobediente—. Yo creo que él puede solo.
La expresión de Nina cae, evidentemente triste, y asiente.
—Bueno —suspira y se gira hacia la barra.
Con los labios apretados, asiento hacia la chica en un gesto silencioso de agradecimiento. Ella se encoge de hombros y voltea hacia la puerta de la cocina.
Laurie sale en ese momento con un plato humeante y lo pone delante de Gia.
—Aquí tienes, que lo disfrutes. —Me mira—. Ya mandé a preparar el desayuno de ambos y pedí que lo envolvieran, no creo que Leslie esté feliz si llegan tarde.