Una novia por 15,000 dólares

Capítulo 3 Amelia

Cuatro semanas después...

Bien, ya va más de un mes de clases. Las cosas en el instituto van tan normales como siempre, aunque digan que el último año es el más especial yo lo siento igual que los demás. El sabático fue mejor y pude cumplir los dieciocho.

Es fin de semana y solo una cosa podía salir mal, problemas con el negocio. Recibí una llamada que en serio me desarmó, aunque no lo mostré por teléfono. Colgué y unos quince minutos después mi madre llegó, al ver mi estado de ánimo quiso saber que ocurría.

-Julián- le confesé.

-¿Tu inversor mayoritario? ¿Qué pasó?

-Basicamente no entiende como asistiendo a un instituto de ricos no puedo conseguir que ninguno invierta dinero en cualquiera de las empresas o las organizaciones sin fines de lucro. Me dijo que para dentro de dos meses si no consigo que inviertan un millón de dólares para la cadena, o específicamente para Envirohelp, dejará de ser mi inversionista.

-¡Pero eso es una tremenda ridiculez! Él no tiene que ver con quien invierta, tiene que ver con los beneficios que obtiene tras su inversión y su beneficio es bastante luctuoso. Le voy a partir la cara.

-Mamá, no le preocupa el dinero. Es lo mismo de siempre, son personas adultas que se sienten incómodos porque una adolescente les esté dando órdenes. No digas nada, ya lo resolveré, además, será un reto divertido.

-Siempre encuentras algo bueno en cada situación, todos los negocios tienen problemas pero sabes que tu padre y yo siempre estaremos aquí para aconsejarte.

-Lo sé, ahora vamos a comer algo, quiero ir al hospital.

Siempre voy al hospital comunitario a ver cómo están los niños y si puedo ayudarles en algo. Una pequeña donación siempre es bien recibida, pero a veces quiero hacer más que eso.

Luego de haber desayunado me despedí de mis padres y pensaba tomar el autobús, pero una pequeña llovizna empezaba a caer y mi peluca no es impermeable, así que tuve que llevarme a mi pequeño Mercedes-Benz (era eso o el Audi que realmente amo pero siento que es demasiado para andar por la ciudad).

Una vez llegué al hospital fui al ala de pediatría, no sé si llamarlo ala sea correcto, pero ahí llevaban a los niños. Cuando llegué saludé a todos con entusiasmo, por el camino había comprado unas rosquillas de jalea y estaba repartiéndolas por todos lados.

Cuando llegué al cubículo de la pequeña Keitlhyn me quedé de piedra, ella no estaba allí.

-¿Amelia?- escuché y me giré- te estábamos esperando. Keitlhyn ha sido trasladada a la clínica Miuts. Pensábamos que te gustaría saberlo.

-Tienes razón, pero, ¿quién la llevó allí?

-Su tía volvió de Inglaterra y pensó que allí podían darle un mejor trato, es claro que no nos oponemos.

Me despedía de todos y emprendí camino al Miuts y por si no lo saben, el Miuts es la clínica más costosa de la ciudad, me alegra que su tía haya tenido ese gesto con ella. Yo estaba pagando si internamiento en el hospital comunitario y es porque, aunque se lo propuse a sus padres, no querían un traslado a un mejor hospital. Parece que esa tía era mucho más convincente que yo.

Una vez hube llegado, apenas me quedaban solo dos rosquillas. Entré y do el nombre de Keitlhyn. Su habitación estaba en el tercer piso y tomé el ascensor. Entré en la habitación 34B y vi que era una compartida. En el interior había una carita reluciente y sonriente con gran expectación grabada en el rostro.

-Alguien me dijo que un pequeño angelito estaba en este lugar.

-¡Amelia! Tenía miedo de que no me encontraras.

-Por favor Keitlhyn, vas a necesitar algo más que un cambio de hospital para deshacerte de mí. ¿Cómo está tu estómago?- con eso su sonrisa desapareció.

-La verdad es que me duele mucho. ¡Rubi!- llamó a la niña que estaba al otro lado de la habitación, no me había fijado en ella- ¿cómo está tu estómago?

La niña no respondió y bajó la cabeza llorando. Tenía la misma condición que Keitlhyn, distención abdominal. A Keitlhyn muchas veces le habían dado el alta, pero siempre volvía por náuseas u otras afecciones.

-Es muy tímida, tal vez tú pueas animarla, como haces siempre conmigo.

-Veré qué puedo hacer.

Me acerqué a la pequeña que seguía llorando y le di un beso en la frente, levantó su carita aún llorosa y le di otro beso un poco más largo y entonces me sonrió.

-Tu cabello es horrible.

-Ja ja, eso es cierto pequeña.

Junto con Keitlhyn logramos animarla un poco, claro que su dolor de estómago no daba mucha tregua, pero algo era algo. Las cosas estaban bien por el momento, con conversaciones banales y haciéndole cariñitos a Rubi hasta que a Kaitlhyn se le soltó la lengua.

-Rubi, ¿sabías que ese no es el verdadero cabello de Amelia?

-¡Keitlhyn! Ya sabes que eso es un secreto.

-Lamento llegar en el momento de las confesiones.

Era una voz masculina que sonaba desde la puerta, las nenas y yo volteamos la cabeza y nos encontramos con Jonathan en la puerta, Jonathan es un chico del instituto, en estos momentos es muy famoso por su reiente ruptura con Stella, aunque yo le digo La Barbie.

-¡Jhony!- la pequeña Rubi se alegró un poco más y extendió los brazos hacia él.

-Hola pequeña.

En ese momento me bajé de la cama y dejé que las dos personas se abrazaran, se veían realmente muy felices, a pesar de la cara de dolor que puso Rubi cuando la levantó de la cama.

-¿Cómo te sientes pequeña?

Le preguntó Jonathan tras haberla dejado en la cama.

-Aún me duele mucho.

-Vaya, entonces creo que es mal momento para decirte que traje unos batidos de fresa.

-Amelia tiene rosquillas de jalea, y si Rubi y yo no podemos comerlas, entonces tal vez ustedes sí.

La vocecita de Keitlhyn era realmente inquietante a veces. ¿Cómo una niña de ocho años puede ser tan espabilada?

-Keitlhyn...

Comencé a hablar pero Jonathan me interrumpió. 

-La verdad me gustan las rosquillas y no creo que sea justo que estos batidos se desperdicien. ¿Que dices?




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