Cuando la secretaria de Hernesto vino a decirnos que un chico llamado Jonathan lo buscaba, nos quedamos quietos unos segundos. Al final reaccioné y llamé a mis padres para que se fueran y así sacar el auto de aquí. Estaba segura que por eso sospechaba que yo estaba en ese lugar, ya que Hernesto me había dicho que su amigo jamás lo visitaba.
Luego de eso me metí en uno de los armarios de la pared y escuché cuando él entró y la conversación que mantuvieron. Al parecer Jonathan sabía de mí mucho más de lo que me habían hecho creer.
Una vez que Jonathan hubo salido y escuché la puerta cerrarse fue cuando salí de mi escondite y me encaré a Hernesto que tenía la mirada gacha. Estoy segura de que intuía que yo estaba molesta.
Ninguno hablaba. No quería decirle cosas de las que al final me arrepintiera y esperaba que él tomara la iniciativa. Después de todo fue él quien metió la pata.
-Amelia, de verdad yo… solo no quería que te juzgara igual que los demás. No le dije nada de tus millones ni tus compañía, solo de tu imagen y que vivías un poco alejada y…
-Básicamente todo. Muévete, necesito llegar a casa.
Trataba de no hablar con él para así no explotar. Conocía sus intenciones, pero los medios para lograrlas no me agradaban.
Habíamos coordinado que mis padres se fueran y él me llevaría a casa. Esperaba que nuestra reunión de negocios pudiera continuar luego de que Jonathan se fuera pero tras los nuevos descubrimientos era obvio que eso no iba a ser posible.
Tomamos el ascensor y fuimos al parqueo. Nos subimos a su auto y estábamos en dirección a mi casa. Hernesto trabajaba en una de mis compañías. Aunque él estaba más ahí que yo y a pesar del dinero de sus padres jamás le ha interesado un puesto como vicepresidente y aunque iba menos que nadie a la oficina, por obvias razones, es uno de los mejores trabajadores que conozco.
-Quiero disculparme. Amelia yo…
-Llegaremos en cinco minutos, por favor no lo arruines ahora.
Terminamos el trayecto justo como lo habíamos empezado, en silencio. Una vez llegamos me bajé del auto y le indiqué que volviera al trabajo o a su casa, como quisiera. Pero antes me recordó que debía estar cerca de Jonathan el día siguiente y que a la noche era la cena con su familia.
-Mi comportamiento con Jonathan no cambiará, pero estoy molesta contigo.
Me di la vuelta y entré a mi casa. Ese día no había visitado ninguna empresa. Solo Help&Accounts pero por unos miserables minutos que no aprovecharon en nada. Otra vez tendría que trabajar desde casa por medio de las secretarias y los jefes de departamento.
Era duro después de haberse pasado todo el año anterior trabajando en las empresas de ocho de la mañana a siete de la noche. Ahora debía terminar el instituto y eso no me daba mucho margen de tiempo. Por suerte las empresas se dirigían prácticamente solas. La única que me estaba dando problemas era Envirohelp y gracias a que Julián se estaba cuestionando el seguir invirtiendo en nosotros.
Entré a casa y mis padres estaban en la cocina. Al parecer mamá inventaba un nuevo postre. Los saludé y subí a la oficina.
A penas hube entrado el teléfono fijo sonó y el teléfono solo sonaba por llamadas que eran desviadas de mis despachos. Significaba que debía ser importante.
-¿Hola?-contesté
-Amelia.
-Julián.
Tras una media hora de intensa conversación con Julián, me encontraba en un muy mal puesto.
Salí de la oficina y me metí a la cocina, necesitaba algo dulce, helado de chocolate. Tomé un bote del refrigerador y un tazón. Una vez lleno me senté en el sofá de la sala 1, era la más cercana, teníamos dos.
Cuando mamá me vio llamó a papá y ambos se sentaron a mi lado.
-Solo comes tanto helado de chocolate en este sofá cuando estás frustrada, ¿Qué ocurre?- dijo mamá.
-Básicamente Julián me ha dado un ultimátum. Otro, pero peor. Para dentro de cuatro semanas debo haber reunido un millón de dólares como inversión a Envirohelp o dejará de invertir.
-Cariño, tal vez pienses que ya eres toda una adulta y lo eres en cierto modo, pero dirigir un imperio es algo muy fuerte y tal vez para eso sigas siendo una niña. Pero hay cientos de inversionistas allá afuera esperando un gran negocio en el que invertir. No tienes por qué hacer lo que ese hombre te pide.
Ese era papá. Básicamente cualquier propuesta que me haga un hombre el irá en contra. Sin importar la edad que tenga o el negocio que me proponga.
-La cuestión es que he perdido a cinco de los siete inversionistas en el lapso de un año. Solo quedan Julián y Joseph. En estos momentos no me puedo dar el lujo de perder a ninguno. No sé lo que ocurre.
-¿Por qué no nos había contado una cosa así de importante?
-Sabes que no me gusta molestarlos mamá.
-Una cosa tan importante como esta jamás será una molestia, además, sabes que tu madre y yo podemos financiarte.
-Ya me ayudaron con los fondos para crear mi primera compañía. Si tengo que irme a la quiebra lo haré porque tomé malas decisiones o porque no resultó tan rentable como pensaba. Así que los amo, pero no quiero que intervengan en esto.
-Pero aún así podemos ayudarte con el millón de dólares y podemos hacerlo de forma anónima para que nadie se entere.
-Si aparecen dos inversores anónimos de 500,000 dólares cada uno lo más lógico sería que se asocien conmigo. No que den su dinero y luego desaparezcan casualmente para salvarme de perder un inversionista. ¿No crees?
-Tienes razón querida. Y realmente deberías tomarte unas vacaciones.
-Bueno, mañana cenaré con Jonathan y sus padres y este fin de semana debo ir a Paris a…
-¿Paris? ¿Cuándo pensabas decírnoslo?
-Justo ahora. Es una reunión de negocios. Queremos ver que tan rentable podría resultar una sucursal de Help&Accounts allá. No sería la primera vez que viajo sola. Ya estuve en Venecia, Australia, México, incluso fui a África durante tres semanas para un safari. Pero, si ustedes piensan que no soy capaz de cuidarme en una sala de juntas de Paris por dos días. Me tendré que quedar.