Una novia por 15,000 dólares

Capítulo 14 Jonathan

      Ya estaba en casa y las palabras de Amelia aún resonaban en mi cabeza. “Si no te prohíbo nada entonces no te sentirás tentado”. Eso no era precisamente una invitación a que la quisiera… mejor olvidarse de eso por un momento.

      Mi mamá llevaba desde que llegué a casa dando vueltas con el servicio, preparando todo para la cena y eso que solo estaba invitada una persona. Claro que solo era un chef y dos camareras, pero aún así era demasiado para una sola invitada. Y estaba seguro de que incluiría a las mucamas.

      Me envió a darme un baño cuando faltaba media hora para las siete. Les aseguro que ya había tomado uno pero ella insistió en que me diera otro.

      Eran casi las siete cuando mi madre, que estaba asomada en la ventana, dijo:

      -Querido, ¿no habías dicho que tu novia venía en un autobús?

      -Mamá, era una broma.

      -Genial. Porque un bonito Audi acaba de estacionar en la entrada y una linda nena viene hacia acá. ¡Ve a esperarle en la puerta!

      Ella podía ser un poco desesperante a veces. Pero se podía decir que esta noche Amelia y yo obtendríamos nuestro máster en… ¿noviazgos falsos? Pensaba en eso mientras abría la puerta.

      Amelia… era Amelia pero, no era ella. Tenía el cabello recogido en una cola de caballo, sí tenía un abrigo gris lo bastante ancho como para no mostrar curvas y las mangas le llegaban hasta debajo de las muñecas. Sus pantalones eran muy ceñidos y ¡tenía tacones! Lo suficientemente altos como para que con ellos su cabeza quedara justo debajo de mi barbilla. Se veía… diferente, hasta me atrevería a decir que se veía adorable.

      Estábamos ahí, uno frente a otro y yo no podía decir nada. Mi madre se acercó y nos dio un pequeño empujón.

      -¡Vaya! Pero si es una chica realmente adorable. Jonathan, ¿olvidaste tus modales? Se va a resfriar si la dejamos ahí fuera, invítala a pasar.

      -Claro, lo siento. Amelia, pasa, por favor.

      Ella pasó y yo cerré la puerta detrás de ella. Nos quedamos los tres en silencio por unos cuantos segundos.

      -De acuerdo, entiendo cuando no me quieren. También fui joven y comprendo que quieren que los deje unos minutos solos para “saludarse”. Los esperaré en la sala.- explicó mi madre.

      -Mamá no tienes…

      -Descuida, yo entiendo. Aunque nunca pensé que fueras del tipo tímido.

      Ella se fue y nos dejó solos.

      -Estás… creo que estás.- me sentía extraño esa noche- te ves bien.

      -Podría estar mejor, pero sin duda alguna esto supera con creces como me queda el uniforme y la ropa de ocio.

       -¿Por qué siempre usas la ropa grande?

      Por el rabillo del ojo vi algo moverse. Una mirada me hizo saber que era mi madre echando un pequeño vistazo. Entonces abracé a Amelia mientras le susurraba: “mi madre está viendo”. Luego, en voz alta le dije:

      -Hoy estás un poco más alta.

      -Debes tener cuidado o pronto seré más alta que tú.

      -Nada cuesta soñar.-Le di un beso en la mejilla, aunque estoy seguro que desde donde se encontraba mi madre parecía que fue en los labios.-Ahora vámonos, o la comida se enfría.

      La tomé de la mano y caminamos muy lento, para darle tiempo suficiente a mi madre de llegar a la sala antes que nosotros y así no sospechara que la habíamos atrapado espiándonos.

      -Amelia-mi padre se puso de pie- es un placer por fin conocerte.

      -Igualmente señor….

      -Puedes decirme John.

      -Un placer conocerlo John. De ahí tu diminutivo de Johnny, ¿cierto? - se refería a mí al decir eso último.

      -Supongo que sí.

      -Deberíamos seguir la conversación en la mesa, la cena ya está a punto de ser servida.-nos llamó mi madre.

      Siempre que invitábamos personas a cenar mamá se encargaba de que todo pareciera tipo restaurante. Eso incluía la sopa como plato de entrada.

      Todos nos sentamos en la mesa de ocho sillas, no sé para qué una mesa tan larga si éramos tan pocos. Mi padre se sentó en la del centro, como un rey dirigente. Mi madre y yo de un lado y Amelia estaba frente a mí. Sola.

      -Amelia, debo decir que he conocido a muy pocas y enfatizo pocas, personas a las que le queden bien esos abrigos que ocultan la forma del cuerpo. O a caso, ¿eres gorda?-Mi madre a veces no tenía muchas consideraciones a la hora de hablar.

      -Creo que mi peso está muy bien para mi edad, pero usted se ve realmente magnífica esta noche con ese hermoso vestido verde y esos tacones de charol.

      -Oh, muchas gracias, aunque debo admitir que los tuyos me parecen sencillamente exquisitos.

       -Fueron un regalo de mi madre, ella pensó que se me verían bien.

      -Y no se equivocaba. Entonces Amelia-apuntó mi madre- vas a Richester, ¿cierto?

      -Así es, con este es mi segundo año de estudio sin contar el sabático.

      -¿Y dónde estudiabas antes?

       -Nada digno de mención.

      -De casualidad- dijo mi padre- ¿conoces a una chica que es loca con el medioambiente?

      Amelia solo asintió, rezaba en silencio porque mi padre no siguiera hablando.

      -Vaya que es una vergüenza para Richester, otros padres y yo en su primer año intentamos expulsarla, pero no hubo modo alguno de que la dirección lo aprobara.

      -Imagino su frustración- Amelia respondió con mucha calma- ¿y usted a qué se dedica?

       Sonreí un poco, desviar la atención de mi padre hacia él mismo fue una de las mejores cartas que Amelia pudo jugar.

      -Soy dueño de una de las franquicias de la Ford Company, actualmente estamos tratando de comprar una de las franquicias de la Harley Davidson, creo que es un buen negocio. Soy un gran fanático de los autos y las motocicletas.

       -Yo tengo una Harley y con solo verla soy feliz.

       -Lo sé, son fantásticas, ¿qué piensas de los Ford?




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