-¡Pero por supuesto que iras a ese baile!-La voz de mi madre casi hace que mis tímpanos exploten.- Fuiste a París por una reunión de negocios y me alegro mucho de que los Hills se hayan aparecido para hacer que finalmente te tomes un descaso.
-Bueno mamá lamento disgustarte, pero le pediré a Damián que prepare el Jet y me iré de aquí cuanto antes.
-No lo harás, porque en este momento tu padre está llamando a Damián para que traiga el Jet, tu padre y yo iremos a Brasil, solo el tiempo suficiente para que debas quedarte, ir al baile y volver el lunes con los Hills, ¿qué te parece?
-Me parece que estás loca, ¿cómo se te ocurre dejarme varada en París?
-Porque quiero que seas normal. Cualquier adolescente estaría más que extasiado porque sus padres les permitan algo como esto, pero tú solo piensas en volver a casa y seguir trabajando, así que si quieres tomarlo como un castigo, adelante, pero esa es mi última palabra.
Acto seguido me colgó el celular. No podía creer que mi madre fuera capaz de tales cosas. Estaba cerca de caer en la frustración cuando tocaron la puerta de mi habitación. Me pareció extraño pero fui a abrir y ¿saben quién estaba ahí? Exacto, Joanna.
-¡Pijamada!- gritó, levantando dos bolsas de, supongo ropa y entrando de inmediato.
-Nos vamos a súper divertir-continuaba hablando- nos disfrazaremos, bueno, en realidad probaremos algunos atuendos para ver que te sienta mejor y así no tardaremos tanto en las boutiques, definitivamente eso no te queda.- se refería a la camiseta extra grande que usaba para dormir.- Es extraño, no recuerdo que Jonathan tuviera una camiseta así.
-No es de Jonathan.- le contesté y se giró boquiabierta.
-Entonces, vienes aquí con mi familia y, ¿duermes con la camiseta de otro chico?
-¿Qué? ¡No! Esta camiseta es mía, la compré así, me gusta usar la ropa grande.
-Entonces en la foto que Jonathan tiene de fondo de pantalla, ¿no era una excepción?
-¿Qué foto?
-Ya sabes, esa donde estaban comiendo helado.
-Ah, esa foto- ¿por qué Jonathan había puesto nuestra foto de fondo de pantalla? Pensé- debes preguntarle a tu madre con qué atuendo fui a cenar hace dos noches.
-Me lo contó pero no me lo creía, ¿en serio no te echó?
-¿Por qué haría eso?
-Una vez, antes de Stella, Jonathan llevó a una chica a cenar a casa, se había puesto unos tenis, jeans y una camiseta, mi madre no la dejó pasar de la entrada, al día siguiente, ella y Jonathan terminaron.
-Bueno, tal vez le gustaron mis tacones.-Mencioné.
-Eso es posible, lo que me lleva a la siguiente pregunta, ¿cuántos pares de tacones tienes? Porque así sabré cuántos debemos comprar.
-Muchos más de los que necesito.
-¿Y cuántos trajiste?
-Me temo que ninguno.
-Genial, eso significa que compraremos al menos tres.
-¿Por qué? Ya te dije que tengo muchos, con uno para ponerme esa noche bastará.
Ya se pueden imaginar cómo fue el resto de la noche. Básicamente hicimos un inventario mental de todo lo que había en mi closet y Joanna se sintió escandalizada por mi nula posesión de faldas de distintas formas y detestó prácticamente todas mis prendas, excepto los vestidos.
Empezó a probarme un montón de ropa que había llevado para determinar cuál era mi estilo. Debería sentirme molesta, pero era divertido.
Después de todo eso nos acostamos a las cuatro de la mañana, pues habíamos decidido ver una película y pedimos muchas cosas de servicio al cuarto.
Terminamos por despertarnos, o yo me desperté, a las ocho menos veinte. Por más que quisiera levantarme tarde mi reloj biológico no se acostumbraba a dormir demasiado con el sol en todo lo alto.
Decidí dejar a Joanna dormida y le dejé una nota de que regresaría pronto. Me duché y me puse mi típica ropa de hacer ejercicio para bajar al gimnasio del hotel. No me molestaba usar ropa ceñida para hacer ejercicio, no, eso no me molestaba en lo absoluto.
Cuando llegué me llevé una pequeña sorpresa. Jonathan se encontraba en una de las caminadoras y decidí ponerme en la que estaba a su lado.
-¿Cuánto tiempo llevas aquí?- le pregunté.
-Solo unos cinco minutos.
-Entonces corres muy lento porque yo acabo de llegar y ya te alcancé.
El se rió y ambos nos quedamos viendo los jardines que se extendía fuera del lugar.
-Espero que no te sientas ofendida, pero, ¿qué te pasó? Parece como si hubieras pasado la noche en vela.
-Bueno, tu hermana se apareció anoche en mi puerta y quería hacer una pijamada. Terminamos acostándonos a las cuatro de la madrugada.
-Sinceramente no entiendo como conseguiste agradarle tan rápido, ya te adora.
-Tranquilo- le dije- te sigue queriendo más que a mí.
-A ver cuánto dura eso. En fin, ¿cuáles son los planes para hoy?
-Ya que la bella durmiente ocupa mi habitación, terminaré aquí y luego de una ducha iré a desayunar.
-¿Quieres compañía?
-La verdad no.
-Amelia, necesitamos conocernos, en algún momento nos preguntarán cuánto tiempo llevamos juntos, qué cosas te gustan y yo no voy a saber responder.
En ese momento paré la caminadora y me bajé, era tiempo de hacer unas cuantas pesas.
-Llevamos juntos una semana o algo así ¿no? Y me gusta que no critiquen mi forma de vestir. ¿Necesitas saber algo más?
El también bajó.
-Creo que ya se otra cosa- me encaró- puedes ser muy insolente cuando te lo propones.
No le respondí. Decidí seguir con mis ejercicios, pero él me siguió el paso.
-¿Por qué me sigues si ya determinaste que soy insolente?