Ya era martes…
Tras un par de días de vacaciones era hora de volver a la realidad… pero seguía sin encontrar mi peluca. No pude comprar una nueva en París porque Joanna no me lo permitió, así que decidí hablar con mi madre.
-Por supuesto que me deshice de esa cosa horrorosa y por favor, no vuelvas a usarla.
-Pero…
-Nada de peros. ¿Viste lo bien que te fue en París con todos esos empresarios? Te hicieron caso por tu gran cerebro. Pero se fijaron en ti en un primer momento porque vestías bien y me alegro de que esa chica te hiciera comprar ropa nueva. Así que arregla la camisa de tu uniforme y se una chica normal, ¿quieres?
-Una cosa a la vez. Ya arreglé el pantalón, esta semana no usaré peluca, lo de la camisa lo dejaremos para después, ¿vale?
-De acuerdo, tu padre bajará en unos minutos y te llevaremos al instituto.
-Gracias pero, me iré en el Mercedez.
Me miró con una gran sonrisa. Siempre respetaba mis elecciones, pero después de todo era una madre, no se podía guardar la opinión por mucho tiempo. Antes de salir escuché que me decía:
-Por cierto, avísales a los Hills que mañana será la cena, si están de acuerdo.
Asentí y salí de la casa.
En el camino decidí detenerme un rato en Help&Accounts y para cuando llegué al instituto ya había pasado la primera hora de clases.
Todo el día transcurrió tan normal como se podía esperar… salvo que recibía muchas miradas para nada discretas debido a mi cabello. No vi a Jonathan hasta que era hora de la salida.
Había una gran multitud en el estacionamiento y no entendía a qué se debía. Cuando llegué me di cuenta de lo que ocurría. Todos estaban viendo mi auto. ¿A caso jamás había visto un Mercedez? De hecho, el mío era el único Mercedez del instituto pero eso no viene al caso.
No me había dado cuenta de que había dejado el auto justo al lado del de Jonathan, pero ya debía irme cuando lo vi también entrando al suyo. Lo saludé con un toque de bocina y él me miró con la boca abierta pero contestó al saludo. Ambos subimos los cristales y nos alejamos de las miradas curiosas de los alumnos mientras cada cual tomaba su camino.
Decidí llamarlo por el manos libres y contestó al tercer tono.
-¿De quién es ese Mercedez?- eso fue lo primero que dijo tras contestar.
-Hola para ti también. Es mío.
-A ver si entiendo, tienes un Audi, una Harley y ¿un Mercedez?
-Sí y no te llamé para eso. Avísales a tus padres que mañana cenaremos en mi casa.
-¿Por qué?
-¿No recuerdas que los había invitado? Mi madre decidió que será mañana. Así que, alrededor de las siete o las ocho estará bien. Recuerda que les quedo a una hora de distancia.
-Trataremos de estar allí a las siete, adiós.
-Adiós.
Miércoles…
Mi madre se encontraba realmente feliz porque irían personas a cenar, tanto así que decidió que ese día no iría a trabajar y convenció a mi padre de que se quedara para que la ayudara a ordenar la casa (que por cierto estaba limpia). ¡Incluso quería que yo me quedara!
Mis padres tenían una casa muy grande, pero casi nunca usaban personal de limpieza, les gustaba hacerlo todo ellos mismos. Decían que era una manera de liberar su mente del trabajo. Solo llamaban a las mucamas en muy pocas ocasiones y esta no sería una de ellas.
En las demás casas si tenían un servicio permanente, pero este era nuestro hogar, así que era la excepción en todo.
-Iré al instituto, los Hills llegarán pasadas las siete así que tendré al menos tres horas para ayudarlos a ultimar detalles, adiós.
-Adiós- ambos se despidieron de mí.
Ocho horas después…
Había confirmado con Jonathan lo de la cena, no habíamos hablado mucho desde que volvimos de París… o más específicamente de lo que casi pasa con nosotros.
Estaba de vuelta en casa y todo estaba listo, ya mi madre estaba marinando el pescado. Ese día pensaba desbordarse de talento en la cocina. Llevaba mucho tiempo haciendo cenas simples porque solo éramos tres personas, pero esta vez habría seis y eso la emocionaba mucho.
Faltando poco para las siete decidí darme un baño. Me vestí con unos botines, mis fieles jeans y una blusa turquesa algo ajustada. El cabello decidí trenzármelo y que cayera por la espalda. Mi madre sonrió cuando me vio.
-No quiero que te arrepientas y vayas a cambiarte, pero mira quien está teniendo buen gusto.
-Esta fue una de las muchas blusas que Joanna me hizo comprar, no puedo dejar que ese dinero haya sido en vano. ¿Necesitas ayuda con algo?
-Los muffins y el flan de leche están en el horno, hay que apagarlos en diez minutos. El resto de los platos están en el segundo horno y el microondas, “y decía tu padre que dos hornos era una exageración”- me susurró.- Me iré a dar un baño, todo lo demás está listo, el temporizador está puesto, no dejes que se quemen.
-¿No crees que es demasiado para una cena?
-Cariño-me sujetó la cara con ambas manos- hace años que no cocinaba tanto, me dejé llevar, solo espero que todo quede delicioso.
Le sonreí.
-Eres una gran cocinera mamá, estoy segura que todo estará estupendo, ahora ve a darte un baño y ponte divina.
Ella rió y dejó el delantal en el desayunador, yo lo llevé a su lugar (ahora nadie podía decir que no había ayudado con la cena). Cuando quedaban cinco minutos en el temporizador escuché el timbre. Los Hills habían llegado.
-¡Papá!- llamé.
-¡Solo unos segundos, casi voy!- contestó.
Fui a abrir la puerta y una efusiva Callie me abrazó.
-Ni siquiera he entrado y ya puedo decir que es una casa asombrosa. -Callie respiró hondo- Vaya, esa comida huele deliciosa, ¿qué chef usan?