Una novia por 15,000 dólares

Capítulo 26

      A sinceridad esperaba que la cena fuera un poco más desastrosa, pero estábamos en el segundo plato y todo fluía como… como si fuera real.

      -Amy, de verdad que su comida es increíble- le confesé.

      -Pues muchas gracias querido- me contestó.

      -Deberías darme alguna receta- esa era mi madre, mi padre y yo nos quedamos pasmados viéndola.- ¿Qué? Tal vez sea tiempo de dedicarle un poco de tiempo a la cocina y a esas cosas.

      Preferí no comentar nada. Ya habíamos terminado con la comida y Amelia y su madre se pusieron de pie para limpiar la mesa, ¿la sorpresa? Mi madre también se puso de pie.

      -Amelia, ¿por qué no vas por el flan de leche?-solicitó Amy.

      -Jonathan, ¿por qué no vas a ayudarle?- y mi madre con sus geniales comentarios.

      -Claro.

      Seguí a Amelia hasta la cocina y me indicó que sacara el postre del horno mientras ella buscaba los platillos. Tomé unos guantes de cocina que había en la isla (no sabía si la bandeja estaría caliente). Abrí el horno y saqué lo que suponía era el postre. Fui a dejarlo en la isla y me di cuenta de que se veían y olían muy bien. Me estaba quitando los guantes cuando escuché un grito y sentí a Amelia chocando contra mí. En un acto reflejó la sujeté.

      -¿Qué pasó?- su grito me alteró un poco (no iba a decir que me asustó).

      -Estaba buscando las cucharas para el postre cuando una de esas estúpidas serpientes saltarinas decidió salir de…- sonaba muy alterada- ¡Dios que espanto!

      En ese momento se tapó la cara con las manos y apoyó la frente en mi pecho, se veía muy pequeña frente a mí y mientras su respiración se normalizaba decidí abrazarla y ella hizo lo mismo. Luego miré a la puerta y…

      -Lo siento, no sabía que teníamos compañía.

      Dije las palabras pero no solté a Amelia. Aunque cuando escuchó lo que dije levantó la cabeza, vio a nuestras madres en la entrada de la cocina y se soltó del abrazo.

     -No queríamos interrumpirlos- empezó Amy.

      -Pero escuchamos un grito y queríamos asegurarnos de que estuvieran bien, además de que debíamos traer los platos- concluyó mi madre. 

      Nos pidieron que saliéramos y dijeron que se encargarían del resto.

      Cuando llegamos a la sala la mesa estaba vacía, revisamos en la otra sala y finalmente en el salón de juegos y allí encontramos a nuestros padres jugando una partida de billar. Esto parecía surrealista. Decidimos jugar una partida de futbolito hasta que nos llamaron para el postre. Salimos a disfrutarlo en lo que ellos llamaban la sala para invitados.

      -Bien, de este postre sí que quiero la receta Amy, está delicioso- esa era mi madre.

      -Sin duda alguna, también hay unos muffins en el horno pero tal vez quieran llevárselos, estoy segura que si se los doy ahora sus estómagos explotarían.- comentó Amy.

      -Eso no lo dudes, realmente todo está exquisito, incluso mejor que si hubiera cocinado un chef-alegó mi padre.

      -Tal vez no algo tan exagerado, pero si tiene un toque hogareño que pocos chefs pueden poner en sus platos- sentenció Harry.

      Y así terminamos la noche, un rotundo éxito. Nuestros padres hablando y Amelia y yo… bueno, siendo nosotros. El padre de Amelia había buscado uno de los vinos de su reserva para nosotros, estaba muy bueno.

       -¿Ya estás bien?- le pregunté a Amelia, refiriéndome a la escena de la cocina.

      -Sí, solo fue un poco de impresión, eso es todo.

      -¿Impresión? Saltaste como un canguro.

      Me reí, entonces le arreglé un mechón que se había soltado de la trenza, colocándoselo detrás de las orejas.

      -Amelia, ¿no quieres enseñarle a Jonathan tu biblioteca?- sugirió Amy.

      -No creo que le interese mamá, además- me tomó la muñeca en la que llevaba el reloj- son casi las diez de la noche, ¿creen que sea seguro conducir tan tarde?

      -Tiene razón- era mi madre- Amy, Harry, ha sido un verdadero placer haber compartido esta velada con ustedes. Son personas increíbles y esperamos que esto pueda volver a repetirse pronto.

      Todos nos despedíamos, de la última de quien me despedí fue de Amelia.

      -Recuerda que dentro de dos días será el paseo, ¿de acuerdo?

      Ella asintió, le dije adiós y mis padres y yo emprendimos el camino de vuelta a casa.

 




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