Recibir a Jonathan no estaba entre mis planes favoritos. Pero sin Sophie y Hernesto y si llegaba la obligación de salir necesitaba a alguien que supervisara las cámaras. Él se había quedando haciendo no sé que mientras yo continuaba checando las cámaras y terminando un estado de cuenta.
Vi por el rabillo del ojo un movimiento. Me fijé en la cámara y vi una sombra encapuchada que se colocaba en la puerta del edificio de la compañía. Centré toda mi atención en ella. No parecía estar forzando la cerradura, parecía tener una llave y cuando entró sacó la cabeza para asegurarse de que no había nadie. Entonces le vi el rostro.
-Julián- susurré.
-¿Qué cosa?- preguntó Jonthan, casi me había olvidado de él.
-Tengo que ir ahora- dije, mientras por las cámaras veía que Julián ya había cerrado las puertas.
-No pensarás ir sola, ¿verdad?
-¿Vas a acompañarme?
-No. No, claro que no. Pero deberías esperar a Hernesto o a Sophie.
-Si espero, él puede irse con el dinero y se tomará mucho tiempo para que la policía lo encuentre. No voy a permitirle hacer eso.
-Amelia, estás loca si crees que…
-¿Si creo qué? ¿Si creo que vas a detenerme? Porque es obvio que eso no va a pasar. No te importo, no te interesa nadie más que tú y nuestra “relación” según tus términos, se acabó. Ahora, fuera de mi camino- cuando estuve en la puerta le di un último vistazo- adiós Jonathan.
Eran solo veinte minutos de distancia, pero tal vez si aceleraba y la calle estaba despejada podía llegar en diez, ojalá mi Audi no me decepcionara. Mientras conducía llamé por el manos libres al departamento de policía para informar sobre el robo. Espero que lleguen pronto.
Una vez llegué, las puertas estaban cerradas con llave, por suerte traía las mías. Dejé las puertas sin seguro y subí por las escaleras, ya que el ascensor se abría justo en la oficina. Cuando llegué, en efecto, ahí estaba Julián. Tratando de abrir la caja fuerte que había tras un cuadro en mi oficina.
Me acerqué muy lentamente. Era un hombre desgarbado pero creí ver un arma en algún lado y si se ponía nervioso las cosas podrían ponerse feas.
Parece que percibió un movimiento porque se giró tomando un arma de la cinturilla de los pantalones y apuntó al frente con ella. Me estaba apuntando. Yo tenía las manos a la altura de la cabeza.
-Julián- dije en tono bajo, sereno y firme- me conoces, no tienes que hacer esto. Puedo darte el dinero que necesitas, lo sabes.
-Tú no lo entiendes- dijo en tono desesperado y la mano empezó a temblarle un poco- él entra en tu mente y se apodera de ella. No puedes escapar.
Soltó una risita nerviosa.
-¿Quién?- pregunté- ¿Quién te hace esto?
En ese momento su mirada se tornó inexpresiva, sus pupilas se dilataron. Sus manos dejaron de temblar y disparó. Me disparó.
Lo que sentí en ese momento fue un dolor inexplicable. La bala me había penetrado el brazo izquierdo e instintivamente llevé mi mano derecha al lugar del impacto. Siempre lo veía en las películas, tratar de reducir la salida de la sangre.
Después de eso su mirada volvió a ser la misma y volvió a temblar.
-Te juro que no quiero hacerlo- habló Julián con la voz rota, parecía a punto de llorar- por favor aléjate.
-Podemos…-el dolor era tan fuerte que me tenía doblada. Pero logré enderezarme sin soltarme el brazo- podemos llegar a un acuerdo. Esto no tiene por qué terminar con un robo y un asesinato- tragué fuerte al pronunciar las últimas palabras y ver que él volvía a levantar el arma.