Una novia por 15,000 dólares

Capítulo 52

      Cuando me bajé del auto, no supe muy bien cómo actuar. Si debía saludarlos o qué. Sophie me ayudó con eso yendo al lado de Hernesto y separándolo de Jonathan.

       -Nos quedaremos aquí para asegurarnos de que no huyas, pero si quieres podemos taparnos los oídos.

      -Sophie…

      -Ya estamos aquí.

      Respiré profundo y miré a Jonathan. Sus ojos estaban fijos en mí y sus manos a los costados casi cerradas en puños. Yo jugaba con las llaves de mi auto.

      -Jonathan yo…- mantuve la mirada baja- agradezco lo que me dijiste la otra noche y… eres un buen amigo, quiero mantener eso- miré a Sophie que se había golpeado la frente y gritaba en silencio- también quiero decirte que…- traté de mirarlo a los ojos, pero en cuanto hicimos contacto desvié la mirada y hablé muy rápido- quiero decirte que fue un gusto conocerte, que espero que podamos seguir siendo amigos y nos vemos otro día, adiós que tengas linda vida.

      Me di la vuelta pensando en mi estupidez cuando escuché una voz… mi voz. Cuando me giré, Sophie le mostraba algo a Jonathan, se empezaba a escuchar mi voz diciendo: “No quiero quedar vulnerable y aceptar su amor significa eso. Si fuera por sus besos…”. Me acerqué a ellos y le quité el celular a Sophie antes de que Jonathan pudiera seguir escuchando.

      -Está bien, ya le diré, tranquila.

       Ella tomó su celular y volvió a su lugar junto a Hernesto. Cuando miré a Jonathan esta vez, su mirada era diferente. Parecía enojado.

      -¿Por qué estás molesto?

      -Porque te quiero. Te lo dije ayer, te lo repito hoy y no sé por cuánto tiempo más seguiré sintiéndome así pero no puedo obligarte a sentir lo mismo y tú… no sé si pueda con esto.

      Me dio la espalda y empezó a alejarse y yo… ¿y yo qué sentía? No estaba muy segura y no me había dado cuenta de que él se había detenido. Tampoco me había dado cuenta de que yo le sujetaba la mano.

      -Jonathan… no soy muy expresiva, pero- respiré hondo, tratando de buscar el valor para hablar pero no lo encontré- Sophie, ¿puedes mostrarle el video?- le rogué.

      Sophie empezó a acercarse pero Hernesto la sujetó para que no siguiera avanzando.

      -Tú no harás nada.

       -Pero pensé que los ayudaríamos y…

      -Y ya hicimos suficiente. Amelia- me miró fijamente-, sea lo que sea que quieras, dilo. Es ahora o nunca.

      Jonathan estaba frente a mí pero aún no sentía el valor suficiente para hablarle. Me estaba comportando como una chiquilla que tiene miedo de pedirle a su mamá permiso para salir. Tomé aire, mucho aire, más profundo que las otras veces y abracé a Jonathan por la cintura. Lo sentí tensarse un poco pero luego se relajó y también me abrazó. Entonces decidí hablar.

      -Me gusta como pronuncias mi nombre, como caminas, como me prestas atención y como has aprendido a soportarme desde que estuvimos en París. He querido darte las gracias por enseñarme que aunque pensemos que lo tenemos todo, un nuevo amigo nunca está de más. Pero sobre todo gracias por haberme hecho feliz. Con tus visitas, tu compañía, con ser tú. Estoy segura que quiero decirte muchas más cosas pero ahora no recuerdo ninguna. Tal vez Sophie te pueda enseñar ese video más tarde.

      Me alejé de él sin soltarlo. Levantando la cabeza para poder verlo a los ojos, entonces continué:

      -Puedo ser una persona poco expresiva y difícil de entender a veces. Pero sé lo que quiero- en ese momento moví una de mis manos por su pecho hasta llegar a su mejilla, y poniéndome de puntitas me atreví a besarlo. Él me correspondió de inmediato. Fue un beso suave, cargado de distintas emociones que no pude identificar. Rompí el beso para terminar de hablar- y te quiero a ti. Si aún quieres estar conmigo, sí me gustaría ser… quiero, ser tu novia.

      La sonrisa que apareció en el rostro de Jonathan después de mi confesión fue increíble. Se puso de rodillas y sacó mi pulsera del bolsillo delantero de su pantalón y me miró a los ojos.

      -Amelia Richester, ¿nos concederías el honor de ser novios?

      -Eres un idiota- le dije entre risas.

      -Un idiota que… ¿tiene una verdadera novia?

       -Un idiota con suerte, sí.

       Se puso de pie y mientras me abrazaba preguntó:

      -¿Puedo besarte?

      Eso me hizo pensar en una de las primeras reglas que había impuesto. Parecía haber pasado mucho tiempo desde entonces.

      -¿Ahora me lo preguntas? Anoche no te vi esas intenciones- lo miré de forma amenazante y él me dio una pequeña sonrisa- Ya no tienes que pedir permiso.

      -Oh, entonces solo te avisaré- colocó sus labios tan cerca de los míos que cuando volvió a hablar, se rozaron- voy a besarte.

      Lo dijo en un susurró, pero no necesité escucharlo, porque lo sentí. Sus labios fueron un poco más demandantes esta vez y lo sentí igual que el beso en la playa. Me sentí tan bien que apenas pude escuchar a Hernesto gritando lleno de emoción:

      -¡Por fin! ¡Hasta que lo consiguieron!

      Jonathan y yo interrumpimos el beso para mirar con severidad a Hernesto. Este solo nos sonrió galante y haciendo una reverencia nos dijo:

      -Pueden agradecérmelo cuando quieran-Sophie le dio un codazo-. Claro, a Sophie por igual- ella hizo una reverencia igual a la de Hernesto.

      Jonathan me colocó la pulsera y me susurró:

      -¿Sería un problema si faltamos hoy a clases? Quiero pasar tiempo contigo, siento que no he podido disfrutar…

      -Ya perdimos la primera hora- lo interrumpí-, y si mi madre se entera de que falté a clase nos mata. Resérvalo para el fin de semana.

      Soltó algo que pareció ser un gruñido y me dio un beso fugaz. Podría acostumbrarme a eso. Me pasó un brazo por los hombros y así abrazados fuimos a tomar la segunda hora de clases. Al final todo resultó bien.




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