Los días y las noches caían, las manecillas del reloj seguían su curso rutinario. Tazas y tazas de café eran las que bebía. Dejando algunas tazas vacías en la pequeña mesa, pasando horas en el laboratorio de mi esposo esperando poder terminar este proyecto, mi mayor inspiración era volver a verlo. Volver a abrazarlo.
Entre piezas metálicas, el brillo al soldar cada una, el sistema que llevaría por dentro a igual que tener el mayor cuidado en las partes de la piel que simulara ser la delicada piel humana, luchaba por terminar este robot.