Una nueva oportunidad

Capítulo 1

Port Townsend, Washington, abril de 2017. 

 

El tan anhelado clima primaveral, por fin, había llegado a Port Townsend.  

La pintoresca ciudad volvía lucir los colores que, por mucho tiempo, estuvieron escondidos, aguardando a que la cálida luz del sol les iluminara. Los edificios, al estilo victoriano, nuevamente se mostraban en su máximo esplendor, alegrando la vista de todos aquellos visitantes que se dejaban envolver por su mítica belleza. 

Para Elsie Wilder, Port Townsend no solo era el lugar más hermoso de todo el estado de Washington, sino que, también, era el único sitio en donde ella quería estar. Permanecer ahí le hacía sentirse segura y, quizás, un poco menos apática. Su madre le aconsejó una y otra vez que regresara a Seattle, sin embargo, Elsie decidió no tomar en cuenta esa recomendación. Vivir entre el caos de la gran ciudad no resultaba de su agrado, además, en el puerto yacían las memorias, esas que le ayudaban a luchar contra la adversidad. Era su verdadero hogar y el refugio que necesitaba en esos momentos en los que se sentía incapaz de continuar. 

De pronto, los recuerdos de lo acontecido en el último año desfilaron en orden cronológico y se agolparon con crueldad en sus pensamientos. Fueron días terribles, mismos que nadie pudo evitar. Elsie era consciente de que todo estuvo lejos de su alcance, pero eso no le impedía sentirse insatisfecha consigo misma, porque pensaba que le faltó tiempo para poder realizar todos esos planes que se formularon con la esperanza de cumplirlos antes de que lo inevitable les alcanzara...

Continuar agobiándose por el pasado no era sano para ella, así que, una vez más, trató de no pensar en aquella lamentable situación. Poco a poco fue regresando al presente y se dedicó a observar a su alrededor; ya se había olvidado de lo mucho que le gustaba ese sitio, aunque, claro, resultaba extraño estar allí, rodeada de personas. Escuchar tantos sonidos a la vez le hacía sentirse un tanto abrumada. Desde hacía seis meses seguía una sencilla rutina y, entre sus actividades, no estaba incluido el asistir a restaurantes, sin embargo, ese día las cosas resultaron diferentes a lo que planeó... en realidad, todo era distinto cuando Johann Fletcher aparecía en escena. 

Johann y ella no tenían una relación cercana; aunque se conocieron cuando eran niños, jamás convivieron como amigos. Siempre fueron dos extraños que no tenían nada en común, excepto el vínculo que compartían con una persona, alguien que, penosamente, había dejado de estar entre ellos.

—¿Wilder? —la llamó Johann, mas la joven no escuchó dicho llamado, ella todavía se encontraba perdida en sus pensamientos—. ¿Wilder? —repitió él, elevando un poco su tono de voz con la intención de hacerla reaccionar. 

Elsie al fin se percató de que la llamaban y, entonces, dejó atrás la reflexión que le había mantenido ocupada. 

—¿Me decías? Perdón, no te escuché, es que hay bastante ruido aquí —respondió la muchacha, fingiendo no haber estado sumergida en su propio mundo.

—Te decía que estás muy callada —reiteró él, desviando su mirada hacia el plato que recién le habían servido—… desde que llegamos solo has dicho un par de frases —agregó, tomando los cubiertos entre sus manos. Estaba seguro de que su pequeño reclamo provocaría el descontento de la chica, no obstante, no le quedaba otro camino que seguir, tenía que hacer algo para que ella reaccionara. 

Elsie respiró hondo, tratando de aliviar la incomodidad que estaba experimentando. No deseaba mostrarse apática ni deprimida, pero esa era la única imagen que podía ofrecer. Le costaba mucho trabajo fingir ecuanimidad frente a Johann, porque él era la única persona que realmente conocía la razón de su desdicha. 

—No es que esté «muy callada», lo que sucede es que nunca he sido una buena conversadora —reconoció con algo de dificultad—. Disculpa si te molesto, de verdad, no es mi intención hacer que te sientas incómodo a mi lado —añadió para, después, posar la mirada en su plato. No tenía apetito, pero tendría que hacer un esfuerzo por ingerir lo que ya había ordenado. 

Johann elevó su mirada y observó a Elsie con discreción. No podía negar que le alarmaba esa actitud; el hecho de que fuera tan callada y que se mostrara ausente no le gustaba para nada. Por si eso no fuera poca cosa, él se sentía muy inseguro cuando estaba frente a ella. La mayor parte del tiempo no sabía qué decirle, ni, mucho menos, tenía idea de cómo hablarle para que las charlas no fueran tan pesadas. 

—¿Estás molesto? —preguntó Elsie mientras esparcía un poco de aderezo sobre la ensalada—. Vamos, Fletcher… No es para tanto, ¿o sí? 

—No, no estoy molesto. Al igual que tú, tampoco soy un buen conversador. A pesar de eso, estoy haciendo lo posible para lograr que esto funcione —replicó él, antes de beber de su copa de vino. 

Al escuchar ese comentario, Elsie hizo un gesto de sorpresa y, sin siquiera pensarlo, dijo: 

—¿Qué es lo que tiene que funcionar? Tú y yo no tenemos por qué convivir ni hacer que funcione nada. Te lo he dicho antes y lo repito ahora, no necesitas estar conmigo. Yo puedo arreglar mis cosas, no soy una niña a la que debas guiar en todo momento —contestó la joven al tiempo que dejaba caer sus cubiertos al plato y colocaba las manos en la mesa.

—Y yo te recuerdo que, todavía, hay asuntos de tu hermano que necesariamente tengo que atender —respondió Johann, tan frío como le fue posible—. Solo estoy haciendo mi trabajo, señorita Wilder, por favor, no lo haga más difícil —pidió en aquel tono impersonal que le caracterizaba. 

—Sí, ya sé que se trata de tu trabajo —mencionó Elsie, aceptando, una vez más, que Johann solo estaba cerca de ella por puro compromiso—. Pero estoy segura de que puedes enviarme a uno de tus asistentes, digo, no es necesario que vengas hasta acá ni tampoco que nos reunamos en un restaurante, ¿o sí? —cuestionó, todavía en pie de guerra. 




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