Una nueva perspectiva

7. Un bien mayor

Camila, la hermana mayor de Laura, acaba de llegar de una reunión con unas amigas. Por supuesto, ella sabía sobre la cita que tenía Laura y, subiendo las escaleras con prisa, llega al apartamento, esperando ansiosa a que su hermana le cuente cómo le fue.

—¡Ya llegué, Lau! —Dice Camila al entrar al apartamento.

Un par de minutos más tarde, después de que Camila se ha cambiado su ropa formal por una mucho más cómoda, Laura sale de su habitación empujando su silla con una expresión alegre. Camila saluda afectuosamente a su hermana, rodeándola con sus brazos y dándole un beso en la coronilla, antes de iniciar la conversación.

—Esa sonrisa me da a entender que tuviste un buen día. Cuéntame, ¿Cómo te fue?

—Pasamos un buen rato, almorzamos y luego dimos un paseo por el parque —dice Laura con una expresión de entusiasmo.

—¿Y qué más?

—Y me dijo que yo también era importante para él. Que desde que nos conocimos algo ha cambiado en él para bien.

—Oír eso me pone muy feliz; espero que las cosas sigan por buen camino.

Después de la extenuante pero satisfactoria jornada, Andrés por fin llega a casa. Una vez dentro, ve a su madre en la sala.

—¡Hola mamá!

—Por la cara que tienes veo que te fue bien hoy.

—Sí, pasé un rato agradable con Laura.

—Te gusta esa muchacha, ¿Verdad?

Ante la inesperada franqueza de su madre, Andrés suelta una tímida risita antes de responder.

—Em... sí, por eso la invité a almorzar.

—Ya me extrañaba que fueras más elegante de lo normal simplemente para quedar con amigos —dice su madre con una sonrisa cómplice—, pero me alegra que te haya ido bien.

—Aún queda lo más difícil: tengo que prepararme y buscar el momento oportuno para confesarle mis sentimientos.

—Es normal que te sientas ansioso, pero si ella ha sido recíproca con las señales que le has dado, significa que también siente algo por ti, así que no hay de qué preocuparse.

Tras la exitosa cita con Laura y la reconfortante conversación con su madre, Andrés se va a descansar con una sonrisa de plena satisfacción.

Es jueves al mediodía y Andrés está sentado frente al edificio de Psicología, ya que Laura lo invitó a almorzar esta vez; en esta ocasión irán a un restaurante japonés cercano a la universidad. No es una cita tan preparada como la del sábado anterior, ya que Laura le hizo la invitación a Andrés ese mismo día en la mañana y luego deben regresar al campus para las clases de la tarde, pero tienen el tiempo suficiente para comer sin prisa y pasar un buen rato.

Por la puerta del edificio empieza a salir un grupo numeroso de estudiantes, entre los cuales está Laura, la cual se detiene por un instante a la salida del edificio. Mientras Andrés está mirándola allí a lo lejos, no puede evitar recordar aquella primera vez que la vio mientras daba un paseo por el campus. Aquella chica que, con solo mirarla, conmovió su mente por una razón aún no muy clara, ahora tiene una relación cada vez más estrecha con él. Ni en sus pronósticos más optimistas habría imaginado que las cosas fueran a marchar tan bien.

Cuando Laura nota la presencia de Andrés, se dirige hacia el banco donde está sentado. Sin tiempo que perder, ambos parten rumbo a la salida sur del campus y, unos minutos después, llegan al restaurante, el cual es pequeño y con un ambiente bastante acogedor. Una vez servidos los platos que pidieron, se ponen en la tarea de comer casi en silencio. Totalmente satisfechos, notan que aún tienen bastante tiempo antes de regresar al campus, así que hay tiempo para un poco de conversación, la cual inicia Laura:

—¿Cómo vas con el estudio? Hace rato que no te pregunto.

—En general voy bien. Ayer tuve un parcial; no me han dado la nota, pero creo que me fue bien.




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