La semana comienza con una agradable mañana soleada. Acabada la tediosa clase de primera hora, Andrés, como de costumbre, se dirige al quiosco a comprar un café para paliar la somnolencia, para luego emprender el camino hacia el edificio de Psicología. Hoy ha salido de clase un poco más tarde, ya que el profesor se extendió unos minutos resolviendo las dudas de los alumnos respecto a la entrega del trabajo final de la materia. Andrés se aproxima al edificio de Psicología seguro de que Laura ya está fuera esperándolo, pero, para su sorpresa, aún no ha salido. Pasan varios minutos y no ve a Laura por ningún lado, pero sí ve salir a sus amigas. ¿Faltó a clases de nuevo? A Andrés se le vienen unos recuerdos para nada gratos, rememorando aquel episodio de depresión por el que pasó Laura hace unas semanas. Aunque Laura ha estado más animada y ha encontrado en Andrés un apoyo, contándole sobre las cosas que le entristecen o le preocupan, él sabe que seguirá teniendo días oscuros, sobre todo teniendo en cuenta que adquirió su discapacidad hace apenas un año y aún están muy frescos los recuerdos de su antiguo cuerpo que, seguramente, echa de menos.
El sonido de su celular lo saca de sus pensamientos: «Hola amor, hoy no fui a la U. No es nada grave, pero estoy incapacitada». «¿Incapacitada? ¿Acaso estás enferma?», responde Andrés. «No exactamente enferma, solo que tuve un pequeño accidente. Pero no te preocupes. Si quieres puedes venir en el hueco entre clases y al menos nos vemos un ratico». Andrés, teniendo presente lo que ha sucedido anteriormente, no se fía de que Laura esté tratando de minimizar lo que le ocurre y aprovecha que aún quedan casi cuarenta minutos hasta la siguiente clase para ir a visitarla. Consciente de que va justo de tiempo y no sabe con qué se va a encontrar, se levanta del banco, termina de beberse rápidamente el café, tira el pequeño vaso de plástico en el primer contenedor que encuentra y emprende la marcha a paso acelerado.
Una vez entra al apartamento, se encuentra con una escena muy diferente a la de la primera y, hasta ahora, única vez que había entrado por esa puerta. Laura lo recibe con una sonrisa, haciéndole saber que está feliz de verlo. Aparentemente se levantó hace poco, ya que aún está en pijama y con el cabello desarreglado. A pesar de lo desaliñada que está, su pijama rosa la hace ver bastante linda. Es la primera vez que Andrés ve a Laura así, sin maquillaje y sin arreglar, y es algo que le provoca una sensación agradable, de manera que no puede evitar sonreír de forma casi instintiva ante lo que ve. Sin embargo, hay un detalle más: Laura tiene un vendaje en su pie derecho.
—¿Qué te pasó en el pie? —pregunta Andrés.
—Bueno, ayer estábamos con Cami cocinando en el horno. Sin querer, toqué con el pie una parte del horno que estaba caliente; como no tengo ninguna sensibilidad en los pies, no noté que me estaba quemando y me quedé ahí tocándolo por varios segundos. Cuando me di cuenta, tenía una ampolla en el pie. La zona que me quemé es pequeñita, pero se veía bastante afectada. Ayer fuimos al médico; me dijo que va a tardar varios días en sanar. Ahora solo queda cuidarme para evitar alguna infección.
Notando que Andrés se queda en silencio sin saber qué responder, Laura hace un puchero claramente fingido para aligerar el ambiente. Andrés nota que Laura está bastante relajada al respecto y decide seguirle la cuerda:
—Menos mal que tienes aquí un enfermero o, por lo menos, un intento de ello.
Laura suelta una risita, para después dirigirse a él en un tono un poco más serio.
—Gracias por preocuparte. Ayer estaba bastante desanimada; a veces siento bastante impotencia de que me pasen este tipo de cosas a raíz de mi parálisis. Pero he decidido tomármelo con calma, y tu visita me ha animado todavía más.
—No puedo negar que me preocupé cuando me dijiste que estabas incapacitada y no sabía qué te había pasado. Ahora me quedo más tranquilo. ¿Y cuántos días de incapacidad te dieron?
—Tres. Hasta el jueves volveré a clases.
—Menos mal que vives cerca de la U y me puedo escapar para venir a visitarte.
Laura suelta una risita cómplice y agarra la mejilla de Andrés. El estar con Laura hace que Andrés se olvide de que pronto tendrá que regresar al campus, y cuando mira su reloj son las 9:53. Va a llegar tarde a clase, pero el estar junto a Laura hace que se lo tome con calma. Levantándose del sofá, estira su camisa y recoge su morral.
—Cuídate —dice Andrés en despedida a Laura, mientras le planta un beso en la coronilla.
—Que te vaya bonito. Gracias por preocuparte y por venir.
Con esto, Andrés sale del apartamento de Laura, la cual aún lo está mirando a través de la puerta entreabierta mientras él espera el ascensor. Una vez las puertas del ascensor se abren, Andrés da una última sonrisa a Laura, la cual le lanza un beso con la mano en respuesta.