Una nueva perspectiva

14. Un campo de visión más amplio

Es martes de la primera semana de vacaciones y Andrés se dirige a la universidad para ver la competencia de tiro con arco en la que participará Laura. Andrés está aliviado de que por fin haya terminado el semestre y de que su rendimiento académico haya sido bueno a pesar del cambio inesperado en su rutina. Algunos profesores aún no han terminado de subir las notas a la plataforma digital de la universidad, pero está seguro de que aprobó todas las materias.

El campus aún está abierto para todas las actividades extracurriculares, pero, como era de esperarse, hay mucha menos gente. Andrés cruza la entrada y se dirige al estadio, el cual está casi en el otro extremo del campus; serán unos quince minutos andando. La poca cantidad de gente y el silencio que se respira en el ambiente a esta hora de la mañana hacen que la caminata sea muy agradable. Una vez llega al estadio, intenta localizar a Laura para hablar un poco con ella antes de que empiece la competencia. Falta más de media hora, pero ella ya debería estar aquí. De pronto, escucha detrás de él una voz familiar: es Camila.

—¡Viniste! —Exclama Camila con su típico entusiasmo.

—Hola, qué gusto encontrarte por aquí.

—Supongo que quieres saludar a Lau antes de que comience la competencia.

Camila señala unas carpas ubicadas en un extremo de la cancha de fútbol, donde todas las arqueras están preparando su equipo antes de salir a competir.

—Iré a saludarla entonces. Te veo luego —responde Andrés.

Una vez se va acercando a las carpas, ve a Laura, la cual está conversando alegremente con otra mujer que también usa silla de ruedas. Es una mujer de rasgos asiáticos y de unos treinta y cinco años. Es bonita, pero tampoco tiene una belleza extraordinaria; aun así, Andrés la encuentra bastante hermosa por alguna inexplicable razón. ¿Acaso es porque está en silla de ruedas, al igual que ocurrió cuando vio por primera vez a Laura? ¿Qué tienen acaso las mujeres en silla de ruedas?

Aunque ha investigado en internet acerca de la discapacidad, nunca ha averiguado si existe gente que vea a las personas con discapacidad más atractivas que el resto. De todos modos, este es un asunto casi irrelevante ahora mismo, ya que él ama a Laura y tiene el firme propósito de serle fiel hasta con el pensamiento. Afortunadamente, la fase de la atracción superficial ya pasó hace tiempo y ahora la relación está tan cimentada que Andrés está plenamente enamorado de la personalidad de Laura, olvidando casi por completo que su discapacidad fue lo que captó su atención cuando la conoció, de manera que será tarea fácil controlar su mente entre todas las mujeres en silla de ruedas que verá hoy.

Cuando Andrés está llegando hasta la zona que delimita los camerinos improvisados, Laura nota su presencia y, después de saludarlo con un beso, le presenta a la mujer que está con ella.

—Te presento a Hana. Ella es mi instructora en el club.

—Soy Andrés, un placer.

—Encantada de conocerte también —dice Hana, haciendo una pequeña reverencia.

De pronto, otra de las arqueras llama a Laura, dejando a Andrés solo con Hana. En su afán por evitar un silencio incómodo, Andrés le pregunta lo primero que se le viene a la mente:

—¿Puedo preguntarte de dónde eres?

—Por supuesto. Soy coreana, pero vivo en Colombia desde hace un año y medio por un intercambio laboral con la universidad.

—Tengo entendido que Corea es una potencia mundial en tiro con arco.

—Así es. Yo misma he participado en varias competencias, incluyendo en los Juegos Paralímpicos de Río.

—¿Aún sigues compitiendo?

—Ya no. He decidido darle prioridad a mi profesión como maestra de idiomas. De todos modos, no quiero desvincularme totalmente del tiro con arco porque es un deporte que amo, por eso me uní al club para ser instructora.

—Me alegra saber que Laura tiene una gran maestra.

—Gracias —dice Hana, dejando salir una sonrisa por el cumplido—. ¿Sabes? Cuando Laura se unió al club, congeniamos desde el principio porque me vi reflejada en ella. Seguramente Laura ya te ha contado su historia, ¿verdad?

Andrés asiente y sigue escuchando con atención.

—Pues bien, yo uso silla de ruedas desde los 19 años debido a una caída de altura que me provocó una lesión medular. Es decir, que adquirí mi discapacidad exactamente a la misma edad que Laura. Tenemos historias parecidas y por eso he empatizado tanto con ella.

—Me complace saber que Laura ha encontrado personas como tú. Estoy ansioso por verla competir.




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