Una nueva perspectiva

17. Memorias

En su primer amanecer en la finca de los Forero, Andrés se siente agradecido de despertar antes de que suene la alarma, la cual estaba programada para bastante temprano, ya que hoy tienen planeado ir al pueblo para varias cosas: primero, irán a la Misa dominical, luego visitarán a una tía de Laura que los invitó a almorzar y, finalmente, pasarán el resto la tarde paseando por el pueblo.

Tras ponerse la ropa más elegante que trajo, Andrés está listo y sale de la casa, aprovechando para tomar un poco del aire fresco del campo mientras espera a que salgan los demás. Poco después sale el Sr. Forero, que se dirige a los vehículos a paso calmado. Andrés intenta hacer algo de charla para evitar un silencio incómodo:

—¿Qué modelo es esta camioneta?

—Es una Toyota Hilux modelo '92.

—Está bastante bien cuidada.

—Sí, la cuido bastante, ya que la compré nueva en esa época y ha estado con nosotros desde entonces. Por eso no la he querido cambiar.

—La verdad es que estos carros son bastante guerreros; excelentes para el trabajo.

—Así es, y además de ser mi herramienta de trabajo, también es el carro con el que hemos viajado a muchos sitios con mi señora y las niñas, así que guarda bastantes recuerdos.

La mención de sus hijas parece deliberada, a juzgar por lo que el Sr. Forero le dice a Andrés a continuación:

—¿Sabe una cosa? Laurita nos había hablado bastante de usted, pero ahora que lo conozco me siento bastante más tranquilo; me siento contento, de hecho. Se nota que usted es un buen muchacho.

Andrés, aunque se siente bastante complacido por que los padres de Laura se estén llevando una buena impresión de él, no sabe muy bien cómo responder ante los elogios.

—Gracias...

Afortunadamente, antes de tener que pensar en qué más decir, doña Patricia y las chicas aparecen por la puerta, desviando la atención de ambos. Los padres de Laura suben a la camioneta mientras que los chicos se dirigen al auto de Camila.

Entre los turistas que visitan el pueblo y los habitantes de la zona que vienen a realizar distintas actividades hoy domingo, se ve bastante gente y Camila debe estacionar a varias cuadras de distancia de la plaza principal. Una vez bajan del auto, se dirigen a la camioneta del Sr. Forero, que está aparcada un poco más adelante y juntos se dirigen a la iglesia. Las calles empedradas del pueblo hacen un poco más difícil el recorrido y Andrés puede sentir cómo la silla de Laura va dando tumbos.

Tras recorrer algunas cuadras y doblar la esquina, por fin están en la plaza principal. Andrés, aunque ya había venido hace unos años, no recordaba que fuera tan grande. El estilo colonial de las blancas fachadas cuidadosamente conservadas le agrega aun más encanto al lugar. Dentro de la iglesia la vista sigue siendo hermosa: el interior es bastante sencillo, con blancas paredes adornadas con algunos cuadros de estilo barroco; la sencillez de la nave central contrasta con el majestuoso retablo dorado que cubre todo el muro detrás del altar. Una vez ubicado en su asiento, Andrés trata de eliminar cualquier distracción de su mente mientras espera el inicio de la Misa.

Al salir de la iglesia, se quedan en el atrio, desde donde Andrés sigue contemplando la plaza.

—¿Qué haremos ahora? —pregunta Andrés a Laura.

—Tenemos que esperar a mi tía Isabel. Quedamos de vernos aquí después de Misa.

La señora Isabel aparece poco después, notando la presencia de sus dos sobrinas y dándoles un caluroso saludo, en especial a Laura, la cual le presenta a Andrés. La tía de Laura y Camila parece tener la misma personalidad extrovertida de su sobrina mayor, ya que la reacción de ambas fue parecida cuando Laura les presentó a su novio. De todos modos, es una mujer cordial y no hace sentir incómodo a Andrés; antes bien, su forma de ser denota cercanía y procura que Andrés se sienta en confianza.

Tras haber pasado el resto de la mañana y haber almorzado en la casa de la señora Isabel, los padres de Laura regresan a la camioneta, ya que deben comprar algunas cosas y atender asuntos de la finca. Camila, por su parte, quedó de visitar a una amiga en su casa, dejando solos a Laura y Andrés para pasear por el pueblo hasta las 5:00 p. m., hora en la que acordaron encontrarse de nuevo para regresar en el auto.

Alrededor de las 5:30, los chicos ya están en la finca. El ocaso del día trae consigo un descenso en la temperatura, de manera que Laura y Andrés deciden pasar el tiempo dentro de la casa mientras esperan la hora de la cena. Laura lo invita a pasar a su habitación, la cual es muy diferente a su habitación en el apartamento de Bogotá. Esta última es bastante sencilla, con un enfoque meramente utilitario y con muy poca decoración. Su habitación aquí en la finca es todo lo contrario: la estantería está llena de portarretratos con fotos de Laura de cuando era más joven, así como de su familia. También hay algunos peluches y otros objetos decorativos que descansan sobre las repisas. En la pared hay un par de afiches, así como algunas imágenes religiosas. El mobiliario de estilo clásico hecho en madera maciza y con algunos ornamentos también combina con ese aspecto acogedor que tiene toda la habitación. Es un contraste muy interesante entre un lugar que es solo una estancia de paso y el lugar al que verdaderamente se le puede llamar «hogar».




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