ANNE.
No sé muy bien por qué estoy tan nerviosa. Tal vez es porque llevo más de tres meses sin venir por aquí y todo parece diferente últimamente. Jackson ya no es el mismo conmigo, tal vez sea el estrés de tener que estar al cargo de todo, pero lo noto distante, y yo… yo me siento más sola que nunca.
Llego a la última planta donde están las oficinas y todo parece normal, excepto por la poca gente que veo por el largo pasillo.
Saludo mecánicamente a quienes se cruzan conmigo. Lo cierto es que nadie sabe que estoy embarazada de dos meses.
Hemos decidido mantenerlo en secreto hasta el mes que viene y veamos que todo está bien, ya que tenemos cita con el obstetra. No se lo hemos dicho ni siquiera a sus padres todavía, queremos estar seguros de que todo anda bien. Luego daremos la sorpresa.
Paso por delante de la mesa de quien que era mi secretaria Rebeca. Desde que mis padres murieron hace un año, Jackson me ha ayudado y se ha hecho cargo de la empresa. Cosa que agradezco, ya que su repentina muerte en ese accidente, me dejó devastada.
Fue una noticia terriblemente impactante para todos los que los conocían, mis padres eran personas muy queridas en esta ciudad.
Busco a Rebeca con la mirada al tiempo que escucho su risa, y entonces los veo. La puerta de su despacho está entreabierta. Escucho la voz de Jackson hablando en un tono de voz mucho más suave de lo que debería. Y la de ella responde igual.
¿De qué están hablando?
Me acerco despacio deteniéndome junto a la pared, pegándome como si pudiera hacerme invisible. El corazón me late tan fuerte que me retumba en los oídos.
—Cuando el bebé nazca, será todo nuestro cariño —dice Jackson, en voz baja, suena íntima como cuando se cuenta un secreto sucio.
—¿Y Anne? —pregunta ella, en un susurro nervioso. —¿Qué pasa con ella?
—Anne ya no tiene nada. —Se ríe, pero con una risa burlesca que no reconozco—. La empresa ya es mía. La tonta firmó sin dudar, y el juez está comprado por lo que en cuanto nazca el niño, será nuestro, se quedará con nosotros.
Siento que me falta el aire.
Mis piernas tiemblan.
—¿De verdad no sientes nada por ella? —escucho preguntar a Rebeca, con un dejo de inseguridad en la voz.
Oigo un suspiro.
Oigo pasos. Imagino a Jackson acercándose a ella, como tantas veces lo hizo conmigo.
—No la amo, Rebeca. —Su voz suena segura, cruel—. Nunca la he amado. Solo era el medio para conseguir lo que queríamos. Sus padres muertos nos dejaron el camino libre. Solo debes esperar un poco más, cariño. Muy pronto estaremos juntos. Solo tú y yo. Como siempre debió ser.
—Te amo, Jackson —susurra ella.
—Y yo a ti. —Una pausa—. No te preocupes. Todo está controlado. Anne es demasiado ingenua. No sospecha nada. Y si sospechara… ¿Qué podría hacer ya? Todo es legal. Todo está firmado.
Siento que el suelo desaparece bajo mis pies.
Siento que el mundo entero se deshace alrededor de mí.
Me llevo una mano temblorosa al vientre, como si pudiera proteger a mi bebé del veneno que nos rodea.
No lloro.
No grito.
No hago nada.
Me alejo despacio sintiendo que cada palabra es una tortura y cada paso un esfuerzo sobrehumano.
Salgo a la calle, aunque estamos en primavera, hace frío, pero no lo siento. No siento nada, bueno sí, miedo. Miedo por mí y por mi hijo.
Llego a casa sin recordar cómo, he llegado por inercia.
Cierro la puerta detrás de mí y me dejo caer en el suelo.
Todo era mentira.
Jackson, su amor, su ternura… Todo era una trampa.
Lloro.
Lloro como una niña perdida en mitad de la noche.
Lloro por todo lo que perdí y por todo lo que aún puedo perder.
Estoy sola, embarazada de un hombre que quiere robarme lo único que me queda.
Y aunque ahora me sienta más débil que nunca… no puedo flaquear, tengo que luchar.
Por mi hijo.
Por mí.
Aunque me esté muriendo de miedo.
Mis lágrimas caen sin fuerza sobre el parqué.
No sé cuánto tiempo llevo aquí, abrazándome las rodillas, y temblando por lo que he descubierto. Como he podido ser tan ignorante, como he podido dejarme engañar de esta forma.
¿Qué voy a hacer? No puedo quedarme así, no puedo permitir que Jackson me quite a mi bebé.
Me obligo a ponerme de pie, las manos me tiemblan tanto que apenas puedo desbloquear el teléfono para llamar a la única persona en quien puedo confiar ahora.
Busco su nombre entre mis contactos. «Jessica».
Mi Jess, mi mejor amiga desde la secundaria. La única persona que puede ayudarme en estos momentos.
Marco su número y pongo el manos libres, pues estoy demasiado nerviosa, tanto que me cuesta respirar.
—¿Anne? —parece sorprendida por mi llamada y con razón. Llevo semanas sin hablar con ella. Ahora entiendo por qué a Jackson no le cae bien o mejor dicho no le gusta que me relacione con ella. Es mejor que no esté cerca de una abogada.
—Jess… —sollozo.
—¡¿Anne, estás bien?! —No consigo formular una palabra para contestar, porque el llanto no me lo permite. Me muerdo los labios con fuerza para intentar controlarme, pero no lo consigo. —Anne me estás preocupando, dime qué sucede.
Respiro hondo y cuento hasta tres. Un, dos, tres…
Tengo que relajarme y contárselo.
—Jess… —consigo decir al fin, con la voz hecha pedazos—. Necesito que me ayudes.
—¿Qué pasa? ¿Dónde estás?
—En casa… —susurro, mirando hacia la puerta como si Jackson pudiera aparecer en cualquier momento—. Jess… Jackson… él…
Me falta el aire y empieza a dolerme el pecho.
—Tranquila, nena —dice, con esa suavidad que me recuerda a cuando teníamos exámenes y yo me quería rendir—. Respira y céntrate en mí. Espera unos segundos escuchándome respirar y vuelve a preguntar. —Ahora, dime qué pasa.
—Me engañó… Me ha estado engañado todo este tiempo con Rebeca… —susurro—. Ella es estéril y me embarazó para quedarse con el bebé… Y ha comprado a un juez, Jess. Me lo van a quitar, me quieren quitar a mi bebé.
#324 en Novela romántica
#141 en Chick lit
nuevo amor en los alpes, perder todo por un esposo infiel, dos corazones heridos se sanan
Editado: 16.05.2025