Una nueva vida en los Alpes

CAPITULO 1

ANNE.

No ha pasado ni media hora cuando escucho el timbre. Me asomo por la ventana, con el corazón en la garganta, para ver si es Jessica y al verla en la puerta, siento que las piernas me flaquean otra vez.

Al fin.

Le abro para que entre y lo hace rápidamente para envolverme en un fuerte abrazo, de esos que lo dicen todo.

—Dios, Anne… —susurra, apretándome más—. Tranquila, nena ya he llegado, estoy aquí corazón.

Me aparto y la miro.

Sus ojos marrones, que normalmente son cálidos, ahora son pura determinación. Se sienta conmigo en el sofá, saca un pequeño cuaderno y un bolígrafo de su bolso.

—Escúchame bien, ¿vale? —dice, tomándome de las manos—. Lo primero es que Jackson no puede sospechar que sabes algo. —Asiento, aunque siento que no voy a poder fingir como ella pretende. —Quiero que sigas siendo la Anne ingenua que él cree que eres, sigue siendo la misma. No lo enfrentes, no llores delante de él ni te muestres vulnerable. Quiero que sigas siendo la princesa que él te hace sentir que eres. ¿Me entiendes?

—Pero… ¿Cómo voy a mirarlo a la cara sabiendo todo lo que planea hacerme? —pregunto, con la voz rota.

Jessica me aprieta más las manos.

—Por tu bebé, Anne. Piensa solo en eso, en qué tienes que protegerlo. Y fingir es la única forma que tienes de hacerlo hasta que podamos actuar. Debes ser la mejor actriz al Óscar. ¿Confías en mí?

—Confío en ti —susurro, con un hilo de voz.

—Bien. Mañana vamos a vernos en la cafetería del centro comercial, ¿de acuerdo? A las once en punto. Allí será más seguro hablar.

—Vale —digo, asintiendo rápido.

—Mientras tanto, voy a empezar a mover hilos —añade, sacando su móvil—. Conozco a alguien que puede ayudarnos. Voy a buscar la forma de protegerte un que no sea legalmente antes de que ese hijo de… —se muerde el labio para no terminar la frase—, antes de que él pueda hacer nada.

La miro. Es la primera vez que veo a Jess tan predispuesta y segura. Supongo que ejercer de abogada estos últimos años, le han dado esa fuerza. Por desgracia yo no he llegado a ejercer, y esa es otra de las cosas que me pesan. No debí quedarme en casa tras su muerte, debí seguir adelante como ella me pidió.

—¿Y si ya es tarde? —pregunto bajito.

Jessica me mira a los ojos, seria.

—No lo es. Mientras sigas fingiendo que no sabes nada, todavía tenemos ventaja. No se lo pondremos tan fácil.

Me abraza otra vez, como si pudiera traspasar su fuerza a mi cuerpo cansado.

—Te juro que vamos a salir de esta, Anne, no estás sola. Que te entre en esa cabezota que no lo estás.

Cierro los ojos, apretándome a ella, agradecida.

No estoy sola.

Y aunque ahora tenga que fingir ser la tonta que Jackson cree que soy… muy pronto descubrirá que no.

Que no me voy a rendir. —Pienso al verla marcharse. —Jamás.

❤️❤️❤️❤️

El timbre suena justo cuando estoy sirviéndome un té de tila para relajarme.

Me aseguro de que todo está en orden. La bandeja con galletas, la mesa del salón ordenada, y mi expresión relajada. Nadie puede notar nada, nadie puede ver la angustia y la desesperación que todavía me sacude por dentro.

Abro la puerta con una sonrisa fingida que llevo ensayando durante horas.

—Hola, amor —dice Jackson, besándome en la mejilla como si nada.

—Hola, cariño.

Y detrás de él, para mi sorpresa viene con sus padres.

Su madre viene hacia mí con brazos extendidos y una sonrisa.

—Anne, querida… —me abraza con fuerza—. Qué gusto verte. Estás preciosa. ¿Verdad, Robert?

Su padre asiente con una pequeña sonrisa, él siempre ha sido más reservado que mi suegra.

Los dejo pasar, y recordando las palabras de Jess finjo ser la nuera amable y tranquila que conocen, aunque por dentro me tiemble hasta el alma.

—¿Os apetece un té o algo de beber? —cuestiono antes de que nos sentemos en el salón.

Todos asienten ante la idea de tomar un té que pacientemente les sirvo.

Escucho todo lo que hablan que es mucho.

—Otra cosa. —Interrumpe mi suegra. —Estábamos pensando dónde podríamos irnos de vacaciones este verano —dice ella, entusiasmada, como si organizar un viaje fuera la solución a todos los males del mundo.

Jackson se acomoda a mi lado en el sofá, colocando su mano sobre la mía como si todo siguiera igual.

No retiro la mano, aunque me muera por hacerlo, no puedo. Aún no.

—Una escapada a la costa —dice su padre—. Algo tranquilo, ya sabes, para desconectar de todo unos días.

—Es buena idea —respondo, asintiendo—. Me encargaré de todo. Mañana pasaré por la agencia de siempre. Eva, la chica que nos atendió el año pasado sigue ahí, creo. Me pondré en contacto con ella. —Jackson me mira y acaricia mi cabello.

—Y ya que salgo —añado, dejando la taza en la mesa con cuidado—, me pasaré por el banco. Mi tarjeta está fallando desde hace unos días. Tiene un bloqueo raro y quiero averiguar por qué.

Es cierto que hace un par de semanas intenté pagar unos billetes de avión, para darle una sorpresa a Jackson y no me dejó. Ponía que había sobrepasado mi disponible. Ahora entiendo el porqué.

Nos invade un breve silencio, pero es el suficiente para ver como Jackson palidece por unos segundos y su expresión cambia. Es casi imperceptible, pero yo lo noto.

Sus ojos me buscan rápidamente intentando averiguar si lo he dicho porque sospecho o porque soy una ingenua.

—¿Un bloqueo? —pregunta, fingiendo no saber—. A mí no me ha dado ningún problema.

—Sí, me pasó el otro día al intentar comprar por internet —miento con naturalidad—. Pensaba que sería un error, pero si mañana voy al centro comercial, aprovecho y pregunto. No vaya a ser que quede en vergüenza con la chica de la agencia.

—Seguro que es un fallo puntual —insiste, con una sonrisa que no le llega a los ojos—. De todos modos, si necesitas algo, puedes usar la mía.

—No, gracias —respondo, con una sonrisa dulce—, necesito saber si hay algún problema y tener la mía disponible para lo que surja. Pero no te preocupes, seguramente no fue culpa mía, sino de la página en la que intentaba comprar.




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