Una nueva vida en los Alpes

CAPITULO 2

Jackson ha ido a guardar el coche, y eso me ha dado diez minutos para tranquilizarme.

Cuando escucho abrirse la puerta que da al garaje, respiro hondo y cuento hasta diez antes de salir del baño.

Luego me giro hacia el espejo de la cómoda, y me siento para cepillar mi cabello y aplicarme la crema hidratante como cada noche y que él no note nada raro.

A los dos minutos, Jackson entra andando relajado. Es curioso, siempre he pensado que esa forma de ser tranquila y esa seguridad que emana, es parte de su encanto. O era, mejor dicho.

Entra a la habitación con la camisa remangada, luciendo el rolex dorado que le regalé para nuestra boda con descaro, y me mira con esa forma que tiene de verme que grita “soy increíblemente atractivo”.

—Hola, amor —dice en un tono que parece untado en miel, soltando las llaves sobre su mesilla de noche.

—Hola —respondo, como si el cansancio y el sueño del embarazo empezara a pesar.

Jackson viene directo a mí y me besa en la frente con ternura antes de empezar a desvestirse para ponerse el pijama.

Me siento en la cama apoyandome en el respaldo. No puedo dejar de verlo. Pero no es por lo que lo hacía ayer, ahora lo miro y pienso que realmente cualquiera que lo vea, puede pensar que es chico perfecto, un futuro padre ejemplar.

Si la gente supiera… Solo es un egoísta y un caradura, sin corazón.

—¿Cómo te sientes? —pregunta al verme recostarme en la cama.

—Bien —respondo, y bajo la mirada fingiendo malestar—. Un poco mareada, pero ya se me pasa, no te preocupes.

Se coloca a mi lado, me toma la mano y la besa fingiendo cariño.

—¿Te has alimentado bien? Seguro que no has comido nada a media mañana.

—Sí. No te preocupes, estoy siguiendo todas tus recomendaciones al pie de la letra. De hecho, cuando has llegado con tus padres, estaba merendando. Este bebé es lo primero. —Toco mi vientre. —Por cierto, ya me han dado cita para el miércoles que viene en el obstetra.

—Bien. Me alegra —dice, y se queda mirándome—. Me gustaría acompañarte a esa cita. Estar ahí y escuchar el latido del bebé, verlo por primera vez. —Ha dicho “Del bebe” no de nuestro bebé, pienso.

—Claro cariño. No pensaba que iría sola. Se que quieres estar en cada paso.

—Asi es. Dime a qué hora y reprogramo lo que haga falta de mi agenda. Estoy contigo en todo y para todo. ¿Lo sabes? —Asiento y dejo que bese brevemente mis labios.

Lo sé. Estás tan conmigo, que me has manipulado y manipulaste todo lo que me rodeaba mientras yo me rompía por dentro enterrando a mis padres. —Pienso.

Me acaricia la mejilla y sonrío aún teniendo ganas de llorar.

Le sostengo la mirada con suavidad, como lo hace una mujer enamorada, vulnerable y perfecta.

—¿Sabes en qué pensaba hoy? —dice, bajando el tono, como si estuviera por decir algo especial.

—¿En qué? —seguro que me sorprende.

—En nosotros. En lo que nos viene con este pequeño. En lo feliz que voy a ser cuando te vea con el bebé en brazos.

Casi se me escapa una carcajada, pero sonrío disfrazando el dolor por emoción.

—¿Sí? —pregunto, como puedo. Tengo un nudo en la garganta que casi no me deja hablar.

—Claro, que me lo imagino. Nos veo cuidándolo, dándole el biberón, cantándole, jugando, enseñándole a caminar... Juntos, aprendiendo cada día. —Cuánto me gustaría que esas palabras fueran ciertas, pero ahora sé la verdad, idiota.

—Eres muy tierno cuando quieres.

—No es cuando quiero. Es que lo siento.

Cierro los ojos un segundo y pienso en lo que Jess me dijo; tengo que ser mejor actriz que él, por lo que me dejo llevar. Suspiro y apoyo cariñosamente mi cabeza en su hombro.

—Estaba pensando… tal vez podría llamar a Jess para tomar un té con ella. Me vendría muy bien, últimamente me aburro mucho —digo melosa, pero noto que mi sugerencia no le hace gracia. —O también podría ir a pasar el día contigo a la oficina y ayudar en algo. Si no es a ti. A Rebeca. —Manipulo.

—No, amor. Nada de trabajo, y menos en tu estado. —Responde rápidamente. —Llama a tu amiga Jessica, es cierto que hace tiempo que no la ves.

—Esta bien. Mañana mismo la llamo. A ver si ella puede y quedamos en el café. Gracias amor, sé que no te cae demasiado bien.

—Pero es tu amiga, así que no me opondré. —Me besa la mano y yo lo dejo hacer. Luego acaricia mi vientre y suspira.

—No puedo creer que esto esté pasando —dice—. Lo que viene… nos va a cambiar para siempre, —dice acomodando su almohada para que pueda dormir.

—Sí —respondo, imitándolo—. Para siempre.

Pero no como crees, Jackson, no como tú crees.

Él apaga la luz de la mesilla, y yo me llevo la mano al vientre.

—Buenas noches, amor.

—Buenas noches, mi vida.

No hay duda. Soy la mejor actriz.




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