Una Obra Sin Título

Si te Pido un Beso... ¿Me lo Darías?

Eliecer y Cristina eran amigos, los mejores amigos. Solían hacer todo junto desde niños. Ellos se conocieron en la escuela por una mera tarea en grupo. Ambos tenían mucho en común, así que formar un lazo de amistad fue sencillo para ellos. Y con el pasar de los años, ese lazo no hizo más que crecer y crecer.

Ya en preparatoria, y en clases diferentes, los jóvenes solían verse poco, pero siempre conseguían el momento para reunirse y pasar el rato cada vez que podían.

Cada uno por su lado, solían ser tranquilos y habituales, como cualquier adolescente común. Pero cuando se juntaban, podían hacer que el mundo se pusiera de cabeza si se lo proponían; el mayor enemigo para ambos: el aburrimiento. Con tal de no caer en sus garras, hacían las cosas más disparatadas que podrían ocurrirse. Aunque, claro, en la escuela debían mantenerse al margen, aun cuando se juntaban.

Un viernes de otoño, los dos chicos tuvieron un golpe de suerte. Debido al tráfico, algunos profesores no pudieron asistir a las primeras horas de clases, entre ellos, los profesores que les darían clases a los dos.

En la pequeña plaza frente al colegio, ambos estaban sentados, sin saber qué hacer. Para llenar el espació silencioso entre los dos, ambos conversaban de cualquier cosa que se les ocurría.

Fue entonces cuando por la mente de Eliecer algo cruzó.

―Cristina, oye, ¿puedo preguntarte algo?

Con su atención puesta en el cielo, ella contestó distraída.

―Sí. ¿Qué es?

Él guarda un pequeño silencio, uno tan corto que a duras penas podrías llamarlo silencio.

―Si te pido un beso… ¿me lo darías?

La pausa entre palabras duró más de la cuenta.

Cristina seguía fija en el cielo, perdida en sus pensamientos. Pero rápidamente le halló el sentido a las palabras de su amigo, reaccionando al instante con un tierno toque de vergüenza.

― ¿Qué? ¡Claro que no! Los amigos no pueden besarse, tonto ―contestó al mirarlo.

― ¿Estás segura?

―Por supuesto. Además, no es como si pudieras dar un beso así nada más.

Él se denota pensativo. Incluso lleva su mano e índice hasta la boca y mentón.

―Aguarda, ¿por qué eso tan de repente? ¿Acaso viste una película que no debías y quedaste con las ganas?

― ¡C-claro que no! ―refutó casi avergonzado, como si hubiesen adivinado algo que no debían―. Es solo que… no lo sé. Se me pasó por la cabeza y ya.

La verdad es que no. Eliecer sentía algo por ella, algo que estaba empezando a florecer. Toda una infancia al lado de una chica que siempre ha sido tu compañera de armas, y luego crecer junto a ella, es muy difícil no sentir algo por alguien después de tanto tiempo juntos. Pero esa no era la causa real de su pregunta.

Hace un par de días, a sus oídos había llegado un pequeño rumor: que Cristina se había besado con alguien que le había pedido un beso. Fue algo así como un reto. Él no sabía si era cierto o falso, pero la duda estaba allí.

― ¿Alguna vez has besado a alguien? ―preguntó ella, curiosa― Alguien que no fuese tu mamá, por cierto.

Él nunca le había mentido a su amiga, nunca vio la necesidad. Pero por primera vez sintió el impulso de hacerlo. Todo chico ha sentido algo de vergüenza ante esta pregunta, y más si nunca ha sentido el dulce sabor de los labios de una chica; las cosas como son.

Pero él resistió el deseo de mentir, por muy poco.

Suelta un suspiro resignado.

―No. Aún no.

Sin sentir una pizca de lástima por él, Cristina ríe con burla.

― ¡Tienes dieciséis años, ¿cómo es que todavía no lo has hecho?!

Un golpe a su orgullo. Viniendo de Cristina, ya se lo esperaba.

Ahora se siente arrepentido de no mentir cuando pudo.

― ¿Y tú sí? ―preguntó él, por puro reflejo.

Cristina guarda silencio.

La pregunta es directa y sin rodeos, pero esto no evita que él se cuestione si hizo lo correcto. ¿Acaso está dispuesto a saber la respuesta? Pero una parte de él sí quiere saberla.

―Yo sí ―contestó ella, sin alarde.

Una afirmación que le cae como balde de agua fría, dejándolo desilusionado. Después de todo, el rumor era cierto.

― ¿Ah, sí? ―soltó él, con un ánimo mal disfrazado.

―Ujum. Fue con Rafael. ¿Lo conoces, cierto?

“El galán de la case, tenía que ser”, pensó desanimado.

―Sí ―dijo―. Estudia conmigo; al menos su nombre me sé.

―Aunque… no fue la gran cosa ―añadió Cristina―. No lo sé. No se sintió como me lo esperaba. Para ser mi primer beso, fue algo… ¿vacío? Me decepcionó un poco.

―Uh… ya veo.

―Espera, ¿qué con ese ánimo? No me digas… ¿estás celoso?

Ciertamente lo está, y mucho, al borde del enfado. Pero su orgullo herido aún tiene fuerza para hacerlo negar.




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