Una Obra Sin Título

Una Confesión Personal, muy Personal

Mis días son aburridos y rutinarios. Trabajo en un cyber en mi pueblito; el único cyber decente en kilómetros a la redonda. A veces puede ser un trabajo muy ocupado y estresante. La gente de por aquí es muy impaciente; impaciente en letras mayúsculas. Todas las mañanas me levanto, me baño, voy hasta la casa de mi abuela, ahí vive mi mamá, desayuno, me preparo y me voy a trabajar.

Mi jornada empieza a las ocho de la mañana, pero suelo llegar a las nueve u ocho y cuarenta. Lo admito, soy perezoso para madrugar. Es una suerte que mi jefe sea alguien indulgente y flexible, al menos conmigo. Ya de allí, mi trabajo consiste en atender el cyber. También hago formateos, trabajos escritos, documentos para la alcaldía y prefectura, etc. En mis ratos libres, es decir cuando no hay clientes, juego Wolrd Of Warcraft escondido de mi jefe. O escribo un poco, aunque el ajetreo no me permite concentrarme como quisiera. No es un trabajo bien pagado. En realidad, soy explotado. Pero es lo que hay. Al menos me da lo suficiente para sobrevivir.

Mi jornada finaliza entre cuatro de la tarde y siete de la noche. Llego a casa de mi abuela, paso un par de horas allí, tomo mi comida y voy hasta mi casa. De allí, busco como matar el tiempo hasta que me de sueño. Así es mi rutina diaria desde que papá murió; antes era lo mismo, solo que vivía en casa de mi abuela para ayudarlas a las dos; así lo quiso papá desde que mi mamá tuvo que quedarse con ella para cuidarla.

Pero hace cuatro o cinco meses de escrito esto, ocho de enero del dos mil veintidós, algo cambió en mi rutina; un cambio que llegó en forma de una chica. Una amiga pasa tiempo conmigo casi todas las noches en mi casa, viendo anime o alguna serie. Su Canaima la usa su papá para trabajar, por lo que ahora compartimos la mía para entretenimiento; antes ella no tenía gusto por el anime, pero como soy un Otaku empedernido, pues hice que le cogiese gusto.

Seré sincero, sin rodeos. He estado enamorado de ella desde hace tiempo atrás, y mis sentimientos hacia ella se han intensificado ya que nos hemos vuelto muy cercanos con esta nueva rutina diaria.

Ella me ayuda en la casa cuando lo necesito. Si me siento mal, ella se preocupa por mí. Sabe cuándo estoy deprimido (suelo fingir que estoy bien, y soy bueno ocultándolo), y ella hace todo lo posible para alegrarme y sacarme una sonrisa. Es encantadora y muy tierna. Y a su vez, yo hago lo mismo cuando noto que algo está mal; la conozco mejor que cualquier otra persona que no sea su mamá.

Tenerla conmigo casi todas las noches ha sido una bendición para mí, y una maldición también.

Por más que quiera, yo no puedo estar con ella. Primero, ella tiene novio. Segundo, no soy más que un hermano para ella, lo sé. Y tercero, la razón de mayor peso, es que soy mayor que ella. Suele decirme que la edad no es ningún impedimento, pues su novio también es mayor que ella. Pero yo soy mayor que su novio; lo conozco, es un buen chico, y un buen amigo mío también.

Entre nosotros nada puede ser, y aunque se pudiera, yo no lo aceptaría tampoco. Ella se merece algo mejor que yo.

Aun así, no es fácil estar casi cada noche al lado de la chica que te gusta, hablar con ella, compartir con ella, y no poder ser nada más que amigos muy cercanos; es una tortura. No es fácil fingir amistad cuando lo que en realidad sientes es amor.

Pero lo realmente difícil es saber que es feliz con alguien más.

Ella siempre comparte conmigo sus cosas. Cosas muy personales e íntimas. Supongo que no tiene otro chico con quien hablar de cosas así más que conmigo ya que su novio vive en la ciudad. Hay veces que me confiesa cosas, como que otro chico ha llamado su atención, o que alguien equis ha intentado ligar con ella, o que durante una salida con sus amigas sucedió algo que su novio no debería enterarse; cosas así, que solo puede hablar con su mejor amiga o conmigo, su quizás mejor amigo.

Si solo supiera lo doloroso que es para mí ser su confidente. Hay veces que incluso me deprimo por su causa, y cuando ella me pregunta la razón, no hago más que mentirle. Es un alivio que ella me crea cuando lo hago.

Siempre que necesita ayuda, sin importar el tipo de ayuda, yo la ayudo. Si está en problemas, busco ser su solución. Si se enferma o se siente mal, me preocupo por ella y busco cómo hacer que se sienta mejor. Si necesita apoyo, yo soy ese apoyo. Si necesita compañía, yo soy su compañía. Y si necesita un cómplice para sus necedades, qué rayos, soy su cómplice para sus necedades. Ella es como mi familia, y un hombre debe proteger a su familia, estar allí para su familia hasta el día que se muera. Eso es algo que mi papá me enseñó.

No. No solo eso. Lo que siento por ella es algo que jamás había sentido por otra chica, jamás. Es la primera vez en mis veinticuatro años de edad al momento de escribir esto que siento algo así.

Yo la amo. Daría todo por ella.

Sé que está mal. No debería haberme enamorado de ella a ese extremo. ¿Pero cómo no hacerlo? Es la primera chica que me trata así en toda mi vida, con ese interés, con ese cariño, con esa atención, a mí, un chico solitario y sin nada que destacar, un chico poco tomado en cuenta por las chicas; uno que empezó a hacer amigas y a dejar de ser tan introvertido después de los dieciocho. Si antes estaba enamorado, eso solo ha hecho que me enamore más aún.

Además, es muy bella, como una muñeca, algo que a cualquier hombre atrae. Eso, sumado a su forma de ser conmigo, da como resultado a un idiota estúpido que gustoso recibiría una bala por ella.




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