Una Obra Sin Título

Un Relato de Supervivencia

El día de hoy, domingo veintidós de mayo del dos mil veintidós, estaba recapitulando la historia que hice ayer sobre el Samurái y su Perro, y recordé de casualidad una historia de supervivencia que vi en Discovery Chanel, de un programa llamado “Sobreviví”; quizás lo reconozcas, pues era un programa bastante popular en aquella época cuando dicho canal era más que variado.

Es una historia de la vida real de un hombre que sobrevivió en el Amazonas. No recuerdo su nombre, pero sí sé que era estadounidense.

El relato va de esta forma. Un joven hombre y su perro mascota tomaron un Tour turístico para explorar parte del Amazonas aquí en Venezuela; no recuerdo cuantos días ocupaba el Tour o si fue con amigos. Solo lo recuerdo a él.

Un día, salieron en bote desde un pueblo para recorrer río arriba el Río Amazonas, tomar unas fotografías y de ser posible capturar en imagen al Salto Ángel, la caída de agua más grande del mundo y una de las siete maravillas de nuestro planeta.

No iba solo en el paseo. Era un Tour después de todo, por lo que muchas personas estaban en ese bote.

La travesía era cuando menos pacífica y agradable, como en días anteriores. La fauna era la de siempre, caimanes, monos, aves de lo más variopintas, plantas y flores exóticas, y con suerte uno que otro jaguar que bebía de las orillas del afluente.

El hombre estaba feliz junto a su perro, tomando fotografías aquí y allá, al igual que la mayoría de los turistas.

Pero todo dio un desafortunado giro cuando fueron abordados por otro bote. Eran asaltantes. Los alcanzaron fácilmente y con armas en mano, les robaron todas sus pertenencias. Y no solo eso. Los delincuentes los secuestraron a todos.

No recuerdo si durante el abordaje o más adelante hirieron o mataron a alguien, así que no quiero especular al respecto. Sin embargo, fueron llevados a un campamento selva adentro.

Los tuvieron cautivos por varios días. El objetivo: establecer contacto con familiares y entes gubernamentales para exigir recompensa por la liberación de cada uno de los rehenes.

Fue un momento terrible, para todos.

El hombre que relata lo acontecido, decía cómo los maltrataban, y abusaban de ellos de más de una forma.

Sin embargo, en cuanto vio la oportunidad, recurriendo a todos los medios posibles, el hombre consiguió escapar. Y en medio del alboroto, otros también huyeron en diferentes direcciones. Él fue perseguido al instante, pero cuando casi le dan captura, su perro atacó al infeliz que lo perseguía.

Pero, temiendo por su seguridad y llevado por el miedo y la desesperación, decidió seguir al frente y no mirar atrás, abandonando a su fiel mascota.

Durante días, deambuló por la selva. Había visto cursos de supervivencia, pero esto lo superaba por mucho. Había poca agua potable, y la comida no era fácil de identificar. No es como agarrar una fruta y comértela sin saber qué efecto tendría. Y no era un muy buen cazador. Y durante la noche, los mosquitos y demás insectos eran un verdadero infierno.

Los días rápidamente se transformaron en semanas.

Había bajado mucho de peso, estaba casi en los huesos. Desde hace días que no comía más que una que otra fruta o planta. Estaba muy débil y deshidratado. Por beber agua de un pequeño pozo, contrajo una infección, además de contraer dengue o paludismo de los insectos; era una de esas dos, pero no recuerdo cual.

La esperanza del hombre era alcanzar la frontera del Amazonas perteneciente a Brasil, pues hay más pueblos fronterizos de ese lado que del lado de Venezuela, y por consiguiente, más posibilidades de conseguir ayuda e informar de lo ocurrido.

Pero ya estaba en su límite. Apenas tenía fuerzas para seguir de pie. Era mucho lo que había resistido.

Cuando estaba a punto de rendirse, escuchó ruidos aproximándose.

El hombre entró en pánico.

¿Lo habían alcanzado los bandidos? Pensaba. ¿Lo estaba acechando un jaguar u otro animal salvaje? Pensaba. Posibilidades habían muchas, y la verdad es que no tenía fuerzas ni para luchar ni para huir.

Pero mayor fue la sorpresa del hombre cuando de los arbustos salió su perro.

No podía creerlo. No solo había sobrevivido cuando atacó al bandido, no solo había sobrevivido a la cruel e inclemente selva, sino que durante más de una semana lo rastreó y lo siguió hasta encontrarlo.

El hombre lloró de felicidad. Fue un encuentro emotivo. Fue más que suficiente para darle fuerzas para continuar. Y ahora, acompañado de su leal amigo, siguió adelante.

Más días pasaron.

El hombre se las arreglaba para sobrevivir junto con su compañero. Pero una cosa es tener una determinación inquebrantable, y otra cosa muy distinta es que tu cuerpo resista.

Tras más de una noche sin comer, además de lo enfermo y el mal estado en que estaba, el hombre se encontraba al borde del desfallecimiento.

Lo sabía. Si se desmallaba, no volvería a despertar. Pero ya no podía más. Incluso su perro estaba delgado, flaco.

Y justo en ese momento, por su mente cruzó una idea. Una última opción.




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