El día de ayer, martes veinticuatro de mayo, venía de mi trabajo a eso de las cuatro o cinco de la tarde. Fue un día algo fresco, es tiempo de lluvia por aquí. Y mientras caminaba, entre mis habituales desvaríos que suelen distraerme o fastidiarme, me hice una curiosa pregunta: ¿Cuál fue el primer libro que leí?
La verdad, me sacó una sonrisa plantearme dicha cuestión. Si soy sincero, claro que recuerdo el primer libro que leí completo; a final de cuentas, no soy un lector afanado, y esto casi seguro de que mi repertorio de libros concluidos es más corto que el tuyo propio, que estás leyendo esto.
En fin, el primer libro que leí completo se titulaba “El Caballero de la Armadura Oxidada”. No recuerdo el nombre de su autor. Al momento de escritas estas palabras, pues son ya pasada la media noche del día jueves, no encuentro el libro aquí en mi casa. Seguro está escondido por allí, o qué sé yo.
El Caballero de la Armadura Oxidada es un cuento de fantasía que narra la historia de un hombre que es el mejor caballero del reino, el más valiente, el más valeroso, el más amoroso, y con la armadura más pulida entre los demás caballeros, superado únicamente por el gran rey Arturo. No recuerdo el nombre del caballero, pero ajá, continúo. Dicho hombre se había ganado su estatus y puesto a pulso y esfuerzo. Podía parecer algo arrogante, pero le gustaba que lo conociesen por lo que él era: un hombre valiente, valeroso y amoroso, además de noble y justo.
Era una persona alinderada a su deber, a tal punto, que nunca se quitaba su armadura. Hehe, literalmente, comía con la armadura, bebía con la armadura, se bañaba con la armadura, joder, hasta dormía con la armadura puesta; todo un crack. ¿Que cómo lo hacía? Ciertamente tenía sus mañas; es algo cómico de leer.
Pero cierto día su esposa lo confrontó.
Él no podía creerlo. Ella alegaba que él no le prestaba la suficiente atención, ni a ella ni a su hijo. Que para él, su deber como caballero del reino era primero que la familia, y que no siempre los lujos y demás son lo más importante, pues vivían de manera acomodada gracias salario del caballero.
Indignado, pero temeroso y hasta preocupado por las palabras y la postura de su mujer, en medio de la discusión, el caballero decidió quitarse la armadura para dar a demostrar que ella estaba equivocada, y que para él la familia era lo más importante; en realidad, se había dado cuenta de que su esposa tenía razón.
Pero al momento de intentar quitarse la armadura, con espanto y nervios notó que esta se resistía y no se podía quitar. Se había oxidado a tal punto que era imposible retirársela sin hacerse daño en el intento.
Durante días, el caballero probó mil y una formas de quitarse la armadura, pero de nada servía. No se movía.
Llegó el punto en que, cansada por tener que abrazar, dormir, tratar con un trasto de metal, y de tener que pasar papilla alzando o a través de la visera del casco y agua a chorritos, la esposa le dio un ultimátum al caballero: Su armadura o su familia.
Fue algo duro para él estar en esa posición. Más, sin embargo, no se rindió. Sintiendo que no era digno de estar frente a su familia hasta quitarse la armadura, el caballero partió en un viaje en busca de deshacerse del cuerpo de metal que lo ataba.
Siguiendo los rumores, fue hasta un bosque en búsqueda del mago Merlín, el hombre más sabio de todo el reino.
Luego de un viaje que casi acaba en tragedia, se encuentra con Merlín, un viejo de barba larga, apariencia de filósofo y que usaba una toga holgada y sombrero de punta, justo como se le solía describir.
Entre palabras y conversaciones, Merlín le dice que si quería retirarse su armadura, tenía que ir a un lugar llamado la Cima de la Verdad, en donde entendería el por qué su armadura se resistía, pues la ataba algo más que solo óxido.
Pero el camino hacia la Cima de la Verdad estaba obstruido por tres castillos, cada uno correspondiente a una prueba.
En orden, si mi memoria no me falla, eran: El Castillo del Silencio. El Castillo del Conocimiento. Y el Castillo de la Voluntad y la Osadía. La verdad, creo que me equivoqué con el nombre u orden de uno, pero en fin.
Con gran valía, y acompañado de una ardilla que habla y de una paloma, que también habla, el caballero va en su cruzada para superar las tres pruebas, recibiendo una ocasional ayuda de Merlín cuando se le necesitaba.
Con cada castillo superado, el caballero comprendía más sobre su estado, sobre sí mismo, sobre el mundo que lo rodeaba, sobre la vida que habitaba en torno de sí, sobre sus propias fallas personales y falsas ilusiones, entre muchas y muchas otras cosas más. Su armadura también se caía poco a poco con cada fortaleza superada.
Cuando llegó al pie de la Cima de la Verdad, más gigantesca de lo que había descrito Merlín, su armadura no era más que piezas en retazos.
Con determinación, y a tan solo un paso más para finalizar su travesía, el caballero decide escalar el pico casi en vertical hacia la cima. Y luego de pasar una última prueba, que bien fue una combinación de Fe y todo lo aprendido en las demás pruebas pasadas, llegó a la Cima de la Verdad.
Ya allí, entendió por completo el por qué su armadura lo ataba; claro que con cada prueba superada comprendía cosas, pero en la cima se hallaba la verdad.
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Editado: 02.09.2023