Una Obra Sin Título

El Principio del Fin

La luz pálida de la luna se asoma a través de la pequeña ventana de estas cuatro paredes y de los pocos agujeros del techo.

Observo el suelo, con un ámbito de alivio.

Suspiro.

―Finalmente.

Retiro un par de gotas de sudor de mi frente.

―Ya todo está listo.

Ha pasado más de lo que creía. Después de tanto tiempo, he conseguido reunir todo lo que necesitaba. Todo, menos el valor que me hace falta para realizar esto. Pero es algo que debo hacer.

Más allá del resto de las cosas que podría definir como normales, esto es cuando menos un tabú. No entiendo por qué sigo temiendo a esto, si ya por el simple hecho de intentarlo me he ganado un puesto en el infierno.

Pero todo sea por mi objetivo principal. Todo sea por ella.

El dibujo en el suelo está hecho a la perfección, según las indicaciones en este libro; demasiado complicado este círculo y muy intrincado cada uno de esos glifos. He visto similares en novelas sobrenaturales o de terror, pero nada comparado a este. No sé cuántas veces tuve que repetirlo hasta que me saliera al pie de la letra, ni cuanta sangre de animal he gastado para pintarlo.

Es un alivio que no fuera yo quien reuniera esa sangre. Gracias, dinero.

Ojeo el libro.

―Ahora sigue… las velas.

Tomo la caja y saco una a una las velas necesarias, colocándolas en su respectivo sitio, encendiendo cada una al finalizar.

Los suplicios que tuve que pasar para conseguir este condenado libro. Bien podría romperlo en mil pedazos si esto no llega a funcionar. Si te aventuras en sus páginas, encontrarás cosas que son más que suficiente para no dejarte dormir, o causarte paranoia. Cosas que solo el mejor novelista de terror podría imaginar.

Pero por ahora, de todo este texto endemoniado, solo me interesa una sola cosa nada más.

Por casualidad, vuelvo a leer el título de este ritual.

―Invocación de Almas…

Según lo escrito aquí, que tardé en descifrar más meses de lo que pensé que me tomaría, puedo sacar un alma del infierno y traerla a mi presencia. Si hay un cuerpo como medio, el alma puede tomar forma física y moldear el cuerpo poseído a la forma original del alma.

El único requisito es que el cuerpo esté sin vida.

Con un sentimiento asqueroso hacia mi propia persona, observo el cadáver puesto en el centro del círculo y pentagrama.

Si tienes el dinero suficiente, puedes conseguir un cadáver. No necesariamente fresco, pero un cadáver es un cadáver, según el libro. Claro, que conseguirlo en un estado decente es mejor. Y tuve que soltar mucho para tener uno así.

No quiero saber quién es esa chica desnuda de allí, aunque tiene un muy buen cuerpo. Quienes me lo proporcionaron, me aseguraron que murió de causas naturales. Espero que así sea. Ya tengo una larga lista de pecados y remordimientos como para añadir más tierra al saco.

También me dieron su documento de identidad, aún lo tengo en el bolsillo. Solo no me he tomado el tiempo de leerlo; lo guardé sin más.

Con el círculo hecho a la perfección, las velas listas y el cadáver en su lugar, solo resta esperar el último requisito: el eclipse lunar.

Hoy, dentro de poco, ocurrirá un eclipse lunar completo, uno especial que durará muy poco tiempo. En el momento cúspide del suceso es cuando debo iniciar este ritual.

De verdad que este condenado eclipse me estrujó las pelotas. No solo tuve que reunir todo a contrarreloj a causa de él, cosa que me jodió severamente porque este condenado libro según es único, sino que me dejó muy poco tiempo para descifrar el texto, y la verdad ya no tenía dinero como para pagar un literato experto en el tema; de por sí el libro me dejó en números rojos como para hacerlo. Y si no aprovecho este eclipse, tendré que esperar algunos años hasta el siguiente y viajar a otro país para contemplarlo.

Me siento nervioso, mi garganta está reseca. Me lamento de no haber traído agua. Vuelvo a repasar las páginas de este supuesto conjuro. Debo recitarlo en el momento exacto y de la forma correcta, o no funcionará.

Tantas dificultades, tanto sufrimiento, tanto martirio…

Pero no importa. Nada importa. Todo sea por ella.

―Todo sea por ti, Eleine.

Termino de repasar el conjuro y cierro el libro. Me siento lo suficientemente preparado para hacerlo al pie de la letra.

Aún quedan varios minutos, el eclipse todavía no inicia.

Ese cadáver no es una buena compañía. Y no estoy tan enfermo como para cometer necrofilia. De no ser por mi compañero felino, recostado ahora sobre mis piernas, estaría solo aquí. Aprecio mucho su presencia.

Acaricio su suave pelaje, siento su ronroneo.

―Eres el último recuerdo de Eleine. Debes ser el primero en recibirla, amiguito.

Me detengo y saco de mi cartera esa foto que para mí vale más que cualquier tesoro.

Observo la fotografía, con más tristeza que nostalgia.




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