Antier, nueve de agosto del dos mil veintidós, tuve un extraño sueño. Más que un sueño, fue una pesadilla, una rara.
Estaba en un lugar oscuro, negro. No había nada, no se veía nada. Lo único de lo que estaba seguro es que estaba recostado, mirando hacia arriba.
De repente, algo raspó mi cabeza por todo el lado izquierdo desde la frente, una mano o algo así. No lo sé.
Y de la nada, apareció un rostro; una cabeza sin cuerpo. Fue de golpe su aparición. No lo recuerdo bien del todo, pero era una cara pálida, sin pelo, ni pestañas ni cejas, ojos grandes bien abiertos sin nada dentro, solo negro. Boca abierta, muy abierta, oscura como un abismo.
Estaba cerca de mi cara, muy cerca. No había sonidos, ni hacía gritos, solo un ruido ahogado, como alguien que aspira lentamente por la garganta.
Aunque no sé si tenía ojos, sentía cómo su mirada estaba clavada en los míos. No podía retirar mis ojos de esa cara. Fue extraño.
Luego, ese rostro, empezó a alejarse hacia arriba, hasta desaparecer.
Fue algo repentino, de pocos segundos de duración. Una pesadilla breve.
Es extraño de describir. A pesar de que estaba soñando, me sentía medio despierto. No sé cómo explicarlo.
No me sentía exaltado, o con miedo, o nervioso.
Cuando finalmente desperté por completo y abrí los ojos, yo mismo me encontré mirando al techo, con la boca abierta; en realidad, sentí cómo abrí la boca al mismo tiempo que esa cara lo hizo.
Y en mi cabeza, en el lado izquierdo de mi frente, persistía una extraña sensación, no de dolor ni algo similar, sino una rara sensación que no sé cómo explicar.
Permanecí un par de minutos estático, mirando el techo, pensando. Miré hacia la ventana. No había luna, por lo que pude deducir que eran cerca de las tres o cuatro de la madrugada.
Tranquilamente me levanté, fui al baño y me volvía a acostar a dormir, no sin antes realizar una pequeña oración, pues fue después de despertarme que me sentí algo afectado por la peculiar experiencia.
Curiosamente, ese mismo día, mientras veía ánime con una amiga, el bombillo de mi cuarto empezó a parpadear. Se prendía y se apagaba solo, de manera casi caprichosa. A mi amiga le pareció extraño, pero a mí no tanto, pues llevaba ya varios días así. Y el día de ayer, el bombillo de mi baño se quemó.
¿Qué puedo decir? Curiosas coincidencias.
Nota Personal: No es la primera vez que me ocurre algo “peculiar” en mi casa. Pero si debo decir que hacía mucho tiempo que no pasaba algo.
Bueno, al menos van dos días y no he vuelto a soñar con eso. Un alivio.
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Editado: 02.09.2023