Una Obra Sin Título

Un Gesto de Amistad

La gran ciudad. Han pasado varios meses ya desde que Daniela se mudó allí. Pese a que más de una vez se ha visto con las dificultades estrujándole la garganta, ella ha sabido prevalecer cuan luchadora en una guerra. Los gastos básicos, la manutención del apartamento, el trabajo, los estudios; no cualquiera pude hacer malabares con estos cuatro cuchillos sin cortarse. Pero ella ha sabido recuperarse incluso después de haber capturado el filo del cuchillo en vez del mango en más de una ocasión.

Daniela tiene una nueva visión de la vida ahora, como citadina. Nada que ver con su tranquilo pueblo natal, donde los gastos eran básicos y sus padres la mantenían. Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte; esta frase puede ser bien aplicada a ella.

Pero, a pesar de las dificultades, Daniela no ha dejado de ayudar a aquél vagabundo de la plaza.

No lo hace a diario, pero cada vez que tiene la oportunidad, Daniela se paseaba por la plaza con algo de comida que sobraba en una bandeja y se la dejaba al joven hombre, quien agradecido y con una delgada sonrisa, aceptaba gustoso la amable acción de la señorita.

Uno o dos meses transcurrieron de esta forma.

El turno del sábado, pues consiguió que el jefe hiciese una excepción con ella y le dejara los domingos libres, estaba a punto de terminar.

Eran cerca de las seis y cuarenta de la tarde, el sol ya estaba por ocultarse. El cambio de turno es a las siete y hay un pequeño descanso de por medio, el cual Daniela decide usar para limpiar un poco los platos usados en la tarde de hoy.

Con todo preparado, Daniela termina de ayudar a lavar la vajilla y pone en orden sus cosas antes de salir.

―Hola, Daniela.

La voz de Olivia consigue hacerla voltear. Sonrió amigablemente.

―Hey, Olivia ―comentó con alegría―. Puntual como siempre. ¿Vienes para el turno de la noche?

Con un suspiro, bien de fastidio o bien de resignación, Olivia esboza una pequeña sonrisa.

― ¿Qué puedo decirte? Si quieres estar libre durante el día, necesitas trabajar durante la noche. Lo bueno es que el turno nocturno tiene menos horas.

―Pero suele haber más gente ―añadió Daniela.

Olivia vuelve a suspirar.

Bufando una pequeña y enternecedora risa, Daniela deja caer su mano sobre la espalda de su amiga.

―Te ves cansada, Olivia.

―Es que fui para la playa con mi novio hoy ―respondió―. Y luego fuimos a su apartamento para cambiarme.

Daniela alzó una ceja.

― ¿Estás segura que fue solo para cambiarte de ropa, hmm?

La pregunta de su amiga le hizo dar un pequeño respingo.

―Daniela, no empieces, por favor.

―Hehe~. Tranquila, solo bromeo.

Olivia camina un poco, se siente en uno de los bancos y se recuesta del mostrador.

―Por cierto, amiga, ¿no tienes novio?

Ahora es Daniela quien da un pequeño respingo.

― ¿Por qué la pregunta?

―Curiosidad, nada más. Es que nunca lo has mencionado.

―Bu-bueno… ―Daniela deja escapar un suspiro―. La verdad es que no. No tengo.

La respuesta sorprendió ligeramente a Olivia. Daniela es una chica linda y de muy buenos sentimientos y modales. Para ella, se le hacía raro que no tuviese al menos un chico detrás de ella esperando una oportunidad.

Bueno, la verdad es que sí hay uno.

― ¿Escuchaste, Oliver? ―dijo Olivia, haciendo su cabeza hacia atrás―. Daniela no tiene novio. Aun tienes chance.

― ¡Aaah--!

Y de la nada, el fuerte sonido de cubos cayéndose hizo que las dos chicas alzaran los hombros y fruncieran la cara ante el impacto.

―A-au…

Levantándose del piso mojado luego de que las cubetas metálicas llenas de agua y detergente se derramaran tras su tropezón, Oliver pasa sus manos por su espalda, pues calló boca arriba.

―Escuchar escondido es de mala educación, Oliver ―mencionó Olivia―. Te lo mereces

― ¡No estaba escuchando escondido, boba! ―replicó―. ¡Soy el conserje, obviamente estaba limpiando!

―Ay ajá.

Oliver es otro amigo de las dos chicas, solo un par de años menor que ellas. Se unió hace no mucho luego de que el anterior conserje se retirara, pues la verdad era un hombre de avanzada edad y rápidamente formó amistad con ellas. Esto en gran medida a lo directa y extrovertida que es Olivia.

A diferencia de ellas dos que suelen alternar turnos debido a sus clases, pues Olivia es estudiante también, Oliver trabaja diariamente, casi siempre haciendo los turnos de la tarde y noche.

― ¿Estás bien, Oliver?

El joven chico hace un estiramiento, arqueando su espalda hacia atrás, acompañado con un gruñido.

―Sí, sí. Estoy bien. No me golpee la cabeza, así que no hay problema.




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