Una Obra Sin Título

Dos Mil Veinticinco

Ya está. Es el 2025. Siendo exactos, 11 de enero del 2025; no tengo mi teléfono a la mano, pero hago un cálculo que es cerca de las 7:30 de la noche.

El año pasado se fue rápido, demasiado. No puedo creer que ya casi cumplo un año desde que me cambié de trabajo. En este momento estoy en mi pueblo, aunque mañana o pasado mañana debo regresar a la ciudad.

Bien, ¿qué puedo decir? Increíblemente en este momento no se me ocurre nada para destacar del año pasado además de lo que ya he mencionado.

A ver… ¿Diciembre?

Diciembre del año pasado fue… devastador.

Enfermé. Estuve enfermo casi todo el mes de diciembre, con más de una cosa. No la pasé bien. Y aun hoy en enero no estoy bien. Me diagnosticaron con mala circulación, además de que debo acudir a consulta médica pronto porque que tengo sospecha de algo urinario o renal; que ruego a Dios no sea así. Ya me hice una ecografía que salió normal, pero debo hacerme otras cosas más.

Pasé el diciembre solo, excluyendo a mi mamá por supuesto. Ninguno de mis amigos y amigas estuvieron disponibles ya que cada uno trabaja, estudia, etc. Tienen su propia vida, como yo. Los días festivos fueron aburridos.

Durante el mes de diciembre, también, mi abuela tuvo un accidente y se cayó. Se hizo una pequeña fractura en el fémur y un golpe en la cabeza.

Desafortunadamente, hace dos días, el 09 de enero, mi abuela falleció. El golpe en la cabeza devino en una ACV (accidente cerebro-vascular) que le provocó una hemorragia y la dejó parcialmente en estado vegetativo, apenas reaccionando. De hecho, el día de hoy fue su cortejo fúnebre y sepultura.

Lo que sucedió con ella me hace retomar el pensamiento de que no hay un orden en las cosas, no siempre; gente mala sana y saludable, haciendo y deshaciendo a sus anchas, y gente buena que deja este mundo de formas tan tristes.

Es el mismo caso que cuando murió mi papá. Un hombre tan bueno como él acabando de manera tan indigna y desamparada.

Claro, no eran personas jóvenes. Mi papá tenía 74 cuando murió y mi abuela 87. Pero no todo lo justifica debería justificar la edad.

¿Es demasiado pedir una muerte tranquila y piadosa, en paz, libre de sufrimiento?

Mi mamá está devastada, y si bien yo tomé con calma la perdida, sé que su ausencia me pegará, y aún más a mi mamá, quien perdió a su madre.

Con la perdida de mi abuela, me puse a pensar sobre el día en que mi madre también tenga que partir. Cosa que no había pensado desde la muerte de mi papá hace tres años.

Tengo plasmado fuertemente en mi memoria las palabras de mi mamá, que en llantos sobre el ataúd decía “Ahora ya estoy sola, porque ya no estás, mamá”. Y la entiendo, porque yo trabajo fuera del pueblo y vengo solo dos días cada tres semanas, y mi abuela era su mayor compañía además de sus gatos y un loro. Sus hermanos, mis tíos, solo visitan ocasionalmente.

Y esas palabras que dijo me hacen recordar que cuando mi madre también tenga que partir, yo estaré sólo. Nadie me esperará a mi regreso. No tengo esposa o hijos, y tampoco me veo en posibilidades de una relación en un corto o mediano plazo. ¿Quién querría como pareja a un hombre propenso a enfermarse y que no tiene mucho para destacar, sin atractivos ni cualidades? Más bien sé que mi futuro no será muy complaciente conmigo, pues si estoy así ahora que soy joven, me desalienta imaginar cómo estaré cuando tenga más de cuarenta o cincuenta.

No piensas sobre la soledad cuando estas acompañado, sino cuando sabes que tarde o temprano te quedarás solo. No es que mi madre fuese a dejarme pronto, por el contrario, se ve saludable y procuro mucho su salud, siempre estoy al pendiente; y ruego porque me acompañe mucho, muchos, muchos años más. Es sólo que… cuando todo se junta es cuando más te agobia, cuando más te oprime, cuando más te deprime.

Pero son cosas de la vida, como diría cualquiera.

También, antes de escribir este capítulo, le di una ojeada al libro. Y me pregunté “¿En qué momento?”

¿En qué momento dejé de escribir con tanta pasión y animo?

¿En qué momento mi mente dejo de apoyarme con aquella ligera creatividad que tenía?

¿En qué momento mi entusiasmo y mi fervor desaparecieron?

¿En qué momento cambié?

¿En qué momento?

Han pasado casi seis meses desde el último capítulo, y siete meses entre ese capítulo y el anterior.

De hecho, en el capítulo anterior a éste, hice una promesa sobre escribir más a menudo. Promesa que no cumplí, y que ahora que lo leo, me hace sentir apenado y hasta decepcionado.

A veces siento que decir que mi vida ha cambiado es más una excusa que un motivo.

Una Obra Sin Título cumplió cuatro años, y no es lo que esperaba, lo que me imaginé, lo que soñé. Y eso sólo me causa una decepción personal, no del libro al que le tengo tanto cariño, sino de mí.

El final del año pasado no me benefició, y al parecer, el inicio de este tampoco.

¿Qué tienes deparado para mí, 2025?

Si bien tengo fe en que todo mejorará con el favor de Dios si me esfuerzo, no hago más que sentirme pesimista y deprimido hacia el futuro cercano. Y de hecho, mientras escribo estas palabras, no me siento entusiasmado, no me siento animado, no me siento feliz.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.