(Escocia – Edimburgo)
Rothesay Palace.
Agosto de 1800...
—¿Cuándo sentarás cabeza, hijo mío? — exclamó con notable dramatismo Lady Violet MacGregor, Duquesa viuda de Rothesay, mirando a su retoño, que solo tenía puesta la vista en los papeles ignorándola, y ella lo sabía a la perfección— ¡Duncan! — se dejó llevar por la impotencia estrellando sus manos contra el escritorio, provocando un golpe seco que logró su objetivo.
—Madre, estoy demasiado ocupado para atenderla en estos momentos— expresó conteniéndose, era a la única persona que le permitía tales insolencias—. Hablaremos de este tema en la cena, si es su anhelo— sentenció mostrándole la salida, la cual aceptó no sin antes bufar de molestia, algo para nada femenino, a la par que azotaba la gran puerta de roble.
Exhaló el aire contenido.
Era uno de esos momentos en los que deseaba dejar todo de lado, y por una vez en la vida ser alguien normal.
El no pidió tal cargo a sus espaldas.
Tampoco ambicionó ser el Duque de Rothesay, ni ostentar otros títulos ligados a este como Conde de Carrick, Barón de Renfrew, Señor de las islas, y Príncipe y gran Senecal de Escocia, y por consiguiente segundo en la línea para hacerse al trono de Gran Bretaña e Irlanda.
Un hombre frio, y carente de emociones; aunque no por eso dejaba de ser guapo.
Alto como un gigante, cabello largo rubio, ojos azules hipnóticos al igual que fríos como un tempano de hielo.
Cuerpo fornido gracias a los deportes que practicaba, y ser jefe del Clan MacGregor pese a que las disputas habían pasado a ser de antaño, convirtiéndose en algo emblemático.
Enamorado de poco menos que una cortesana, y por consiguiente no cumplía los requisitos que dejó su abuelo antes de morir para poder seguir llevando los títulos, y la fortuna que este acarreaba.
Anika, con sus caderas prominentes, cabello tan rojo como el fuego, y ojos color esmeralda, se ganó sus favores al igual que su voluntad.
Quería hacerla su Duquesa, pero significaría dejar a su madre en el ostracismo social, y por más que adorara a esa picarona, la mujer que le dio la vida era más importante que un buen trasero, en conjunto con unos pechos destacables, y una piel cremosa adornada de lunares.
Tocaron la puerta sacándolo de sus ensoñaciones, y con un «Adelante» vislumbró a su sirviente más leal adentrarse a la estancia.
—Su Excelencia, le ha llegado esto del palacio de St. James— le entregó la charola con la correspondencia, sabiendo a la perfección que necesitaría respuesta inmediata.
—Gracias John— con una inclinación el susodicho se fue, dejándolo de nuevo en soledad.
Una que disfrutaría, de no ser por la presión que ejercían sobre su persona con cada parpadeo de sus ojos.
Se dispuso a romper el sobre, y leer la misiva sin más dilación.
«Respetado Duque de Rothesay.
Este corto recado, es para informarle que mi heredero directo al trono Jorge, jamás nos dará el monarca que lo remplazará en sus funciones, y por consiguiente la responsabilidad recae en sus espaldas.
Deseo que contraiga matrimonio de manera inmediata, para así poder cumplir con lo que se le exige.
Con una mujer acorde a las indicaciones del antiguo Duque, su abuelo de las cuales estuvo de acuerdo su sucesor, o se aplicará una reprimenda justa la cual es despojarlo del título, y la fortuna que este acarrea devolviéndolo a la corona.
Espero la grata noticia.
Jorge III Rey de Reino Unido, Gran Bretaña e Irlanda»
...
Estaba contra la espada y la pared, entreviendo más lejano el momento de poder tener un poco de tranquilidad.
¿Dónde encontraría a una dama que sus padres sean o fueron intachables? ¿Que se quiera casar con él, después de ahuyentarla con sus comentarios mordaces por falta de tacto apropósito, aunque para su persona sea su sinceridad en todo su esplendor?
Definitivamente se lo llevaría el diablo, arrastrando con él al infierno a sus seres preciados.
•✾•
Un Duque frio y una Lady catalogada aparentemente fea, aunque con un corazón de oro.
Ella tiene lo que él, necesita, pero no desea.
Él posee lo que aquella ha soñado en un hombre, pero al abrir la boca la dejará de una pieza.
Una belleza remarcada, y una fealdad incomparable.
¿Se odiarán?
¿Se amarán?
O por el contrario...
¿Se harán los peores enemigos perdiendo cualquier clase de oportunidad para amar?
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Editado: 22.04.2023