Una Oportunidad Para Amar (lady Esperpento) Ar1

III

Ángeles

Después de unas cuantas presentaciones con familiares y conocidos de sus tíos, al igual que el abrazo maternal de Catalina, y los saludos a sus primos que la miraban de manera extraña, Montrose le pidió que le acompañase, pues le daría a conocer unos Lores que eran de su entera confianza.

Dueños de todo su aprecio y lealtad.

Con eso le bastaba para tener su completa admiración.

Se los señaló con la mirada, provocando que los enfocase distinguiéndolos por lo menos físicamente, para no tener algún traspié.

—Hábleme de ellos— pidió en tono amable, pues le gustaba no solo diferenciarlos de forma superficial, si no saber algo de las personas en cuestión, para utilizar las palabras indicadas.

No por nada era después de su prima Lady Luisa de Borja, la dama más perfecta de España, dejando de lado su aspecto físico.

Aunque esta hubiese desaparecido sin dejar rastro.

Acentuándose de manera por el momento permanente en la propiedad del hermano menor del Conde de Belalcázar, que pese a su personalidad intimidante apreciaba.

...

Por suerte se hallaban bastantes retirados, otorgándoles el tiempo para poder recibir aquellos datos.

—El hombre de cabellos negros, tez algo tostada y ojos marrones es el Marqués de Londonderry, Lord James Smith— él no era de dar detalles superficiales, pero al conocer mejor que nadie a su sobrina, sabía que ella disfrutaba de esas pequeñas especificaciones, resultándole fascinantes—. Es amable, educado, y quizás el más afable de los cuatro, posee un carisma nato pese a que es muy serio, y algo cerrado. De él nunca escucharás algún comentario de su personalidad, aunque no te aseguro que sea así en otros ámbitos— alzó las cejas con curiosidad, pero este no le quiso decir más.

Seguramente, era algo vergonzoso.

» Aquel que está a su lado— continuó en seguida de saludar con una leve inclinación a unas damas, que le miraron en forma despectiva—, de cabellera rojiza, pecas a lo largo de toda su faz, y ojos violáceos es el Conde de Portland, Lord Cayden Green— Ahora su escrutinio se centró en este, que bebía mientras asentía de acuerdo con el tema que estaban tratando—. Su temperamento es similar al del Marqués, pero su actitud es algo más contradictoria, un poco oscuro— eso pudo vislumbrar, pues en su mirada pese a estar aún retirado, se notaba que algo no andaba del todo bien.

Hasta un amago de sonrisa se le tornó vacío, pues esta no llegaba a sus iris particularmente hermosos.

» El de cabello castaño, ojos avellana y sonrisa burlona— bufó con desagrado—, es el Conde de Lincoln Lord Berwin Spinster, siendo por mucho el más exasperante— intercaló la mirada entre su tío, y el nombrado con curiosidad palpable—. Aunque hay uno mucho peor que sigue de viaje— refunfuñó, continuando con los de la sala—. Su actitud es propia de un dandi presuntuoso, que saca de quicio cada dos de tres palabras lanzadas a propósito— ¿Si era tan irritante porque le estimaba? —, pero muy en el fondo es un buen muchacho, como pocos— sonrió, porque el tono paternal que imprimió en aquellas frases le enterneció.

El silencio volvió a reinar entre ellos.

A unos cuantos metros de llegar.

Faltaba uno.

El de cabellos rubios y salvajes como el de los Highland, que lo llevaba atado en una coleta que le sentaba de maravilla, pese a que le estuviese dando la espalda.

El más alto del grupo, con una musculatura intimidante, dorso ancho y un traje que le quedaba como un guante, de un color negro, dándole un aspecto sobrio.

—¿Qué me puede decir de él? — apreció como el cuerpo de su tío se tensionaba un poco al comprender a quien hacía referencia—. Siento si fui...— Trató de remediar su imprudencia, pero Montrose negó acallando sus disculpas.

—No tienes por qué excusarte— le aclaró para tranquilizarle—. Es familia, pues le considero como a un hermano, pero...— esa interrupción la preocupó un poco— Lord Duncan MacGregor, Duque de Rothesay es una persona difícil de sobrellevar, y no lo digo por su seriedad o carácter burlón, que tiene de ambos, es por... otro tipo de actitudes— se imaginó lo peor, pero este palmeo su mano con afecto para que no se hiciera ideas erróneas.

Ella no era de juzgar sin conocer, pero las palabras de su tío seguían haciendo ruido en su cabeza.

» Dejaré que saques tus propias conclusiones con respecto a su persona— le extrañó que fue con el único que no hubiera ahondado en descripciones, siendo más parco en palabras, como si tuviese una intención particular con relación a él... a ellos.

Meneó la cabeza, despejando esas ideas absurdas de su mente.

Su tío no tenía alma de casamentera.

Lo único que denotó del hombre, fue su porte y estatura, al igual que el aura que lo sobrecogía, que era de poder, y mucho peligro.

Pudo haberse intimidado, pues todos por lo menos le sacaban más de una cabeza.

En especial el rubio, que, sin poder evitarlo al mirarlo por mucho tiempo, lo que duró lo que restaba de recorrido, provocó que, un vacío se alojase en su vientre, el cual se le antojó incómodo.

No se amedrentó, todo lo contrario... caminó a paso firme, con una sonrisa tímida y el calor arremolinado en su faz, formando un rubor en sus mejillas que la hacían ver adorable, más hermosa.

Sus ánimos de impresionar, y de conocer a aquellos Lores tan importantes para su familia, desapareció cuando la lengua mordaz de uno de ellos llenó sus oídos de palabras oscas sobre su lugar de origen, una voz profunda que inmediatamente se percató a quien le pertenecía, pues era el único que estaba hablando, sin contar con el hecho que su tono profundo, ronco y en extremo varonil le erizó hasta los sentidos.

No podía ser otro que el más salvaje de los cuatro.

El rubio que según su pariente era un Duque.

Algo que, para su sorpresa, le apesadumbró.




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