Duncan
«Su Señoría, Lord Jusepe Baltodonado.
Marqués de Priego»
•✾•
Se tensó.
Releyó el pequeño papel entornando los ojos para observar con mayor presteza, y que sus cuencas no lo estuviesen engañando.
Dilucidaba de ante mano que era un título proveniente de España, más concretamente de uno de los más apegados a la corona de ese lugar, teniendo como significado que... aunque el nombre del Lord no le sonaba de nada, cosa que hizo arquear una ceja extrañado.
Ojeó el reloj que colgaba de la pared hundiendo el ceño.
La hora no era apropiada para una audiencia, al igual que tampoco entendía que necesitaba hablar un... desconocido con su persona.
—Dile que se retire— espetó intentando continuar con el pensar de su miseria—, y que, si necesita reunirse conmigo, de manera veloz, que vuelva en una hora decente— regresó la tarjeta a John, que tenía plasmada la duda en su rostro intrigándolo más—. Suéltalo— lo instó al verlo titubear para seguir su orden—. Algo me estas ocultando.
—Su Excelencia— se aclaró la voz para poder culminar con su exposición sin titubear—, reiteró que no se iría sin haber cruzado unas cuantas palabras con usted— la insolencia era atrevida.
—¿Y a qué se debe tanta muestra de hostilidad? — mandando en territorio ajeno.
—También dijo que era el padre de Lady Ángeles Baltodonado, y cuñado del Duque de Montrose— la tensión en su cuerpo fue instantánea.
Definitivamente no se podría librar por unas horas de aquel incordio.
—Ofrécele algo de tomar, y direcciónalo a mi despacho informándole que en unos minutos estoy con el— al parecer al igual que Montrose le daría una clara advertencia, pues dudaba que el padre de la dama quisiera escuchar lo que tenía para decir, que no era nada, pues no se lo debía si tenía las cosas tan claras.
...
Se adecentó lo más rápido que pudo, y sin dar más largas al asunto que tenía pendiente se dirigió a su despacho.
En este se encontró a un hombre mirando por el gran ventanal que poseía la estancia, con una propiedad digna del dueño de casa.
Un tanto menos bajo que el, pero no por eso le restaba imponencia, cabello negro adornado con matices grises los cuales reflejaban su edad, figura atlética, y cuando volteó a verlo quedando enfrentados se topó con la versión de Lady Ángeles, pero en masculino.
Con las facciones más maduras.
La dama era casi un retrato de su padre, aunque con cabello rojizo a la par de ojos arrasadores.
—Lord Baltodonado— saludó sin cuenta previo— ¿A qué debo el honor de su visita? — fue lo más cortes que pudo articular, mientras se dirigía a un aparador en el cual guardaba todo lo relacionado al licor.
De este saco dos vasos de vidrio cortado sirvieron whisky, tendiéndole una copa a su acompañante la cual rechazó, ya que tenía uno en su mano gracias a John.
—Lo sabe de sobra Excelencia— Duncan le señaló el asiento que tenía frente a su escritorio para que se pusiera cómodo, entre tanto hacía lo propio sentándose en su silla habitual—. Seré directo con usted— soltó sin cuento previo—. No soy de los hombres que permite una ofensa, mucho menos si va dirigida hacia mi hija, la Lady más dulce que podrá encontrar en este continente— de dulce no tenía ni el nombre, ya que la susodicha según lo que le mostró, podía ser cualquier cosa menos un querubín caído del cielo, más con ese genio que guardaba en un cuerpo tan pequeño—. Así que, de manera cordial, le exijo que enmiende el error y repare su reputación— era normal, pero no podía ni quería casarse con ella.
—Entiendo su posición y que no va a captar ninguna excusa, pero, aunque estoy dispuesto a rectificar mi falta no puedo casarme con ella— aclaró con una desazón en el estómago que le seco la boca.
—Yo no le estoy pidiendo que se despose con mi hija— zanjó en tono mordaz, dejándole difuso—, y eso es porque ya prometí su mano en matrimonio— algo dentro de su entidad se removió con furia, pero decidió ignorarlo—. Solo pretendo que repare su honor con una disculpa pertinente hacia ella— de los males el menor—. Créame que lo valorara más, que, si quisiera obligarla a compartir algo tan serio, y trascendente con un hombre que aparentemente la repudia— no la despreciaba, pero no le parecía conveniente ahondar en el tema con el padre de esta, ni mucho menos cuando ya era una mujer comprometida.
Más si el tampoco comprendía a cabalidad que era lo que ella le producía de una manera que lo sacaba de quicio, de la misma forma de cómo lo entretenía.
Le llamaba, incitándolo a actuar solo para no dejarse ganar.
—Delo por sentado su Señoría— le dio la razón al español—, pues no me alegra tener desacuerdos con la familia de un amigo tan entrañable como lo es el Duque de Montrose— entre otras cosas que no valía la pena destacar.
—Entonces espero que tenga palabra— ultimó dispuesto a retirarse—, y se presente mañana en Montrose House Excelencia, pues no admito un día más de retraso en algo que debió hacerse en el mismo momento en el que ocurrió— Jusepe se irguió dando por terminada la reunión, seguido de MacGregor que con un movimiento de cabeza llamando a John, se despidió dando su palabra en ir a visitar a Lady Baltodonado a primera hora, para que cesaran las habladurías y poderse enfocar por fin en lo verdaderamente importante, más a poco menos de una semana para la audiencia que definiría su futuro.
...
—Pobre el hombre que tenga el infortunio de compartir su vida con una mujer tan amargada y simplona— dijo para sí, tratando de borrar ese resquemor de su pecho, aunque en su interior no apartaba aquel sabor amargo que le causo la noticia de su próximo enlace.
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Editado: 22.04.2023