Ángeles
Ángeles pese a la invasión sorpresiva, se dejó llevar por la vorágine de sentimientos que la estaban embargando.
Desde el anhelo que se alojaba en la boca del estómago, ocasionando que se removieran las entrañas, conllevando así al hormigueo corporal que le causaba agitación, hasta llegar al deseo más puro.
Se estremeció bajo su yugo, y aunque fue todo tan inesperado, cuando reaccionó enrolló sus brazos en el cuello del gigante escoses para acto seguido enredar sus dedos en la cabellera rubia sedosa. Se sentía en las nubes, pese a que el beso eral algo demandante, posesivo, catalogándose agresivo.
El Duque le beso en la boca hasta que fueron más fuertes las ansias de más.
Ella también las sentía, y por eso sin ningún esfuerzo permitió que saqueara su cavidad robándole suspiros.
Su contacto la estremeció, logrando que su cuerpo cosquilleara, llegando el punto de advertir entumecido el cerebro, y con este la racionalidad en conjunto con las ideas.
Una pequeña vocecilla casi imperceptible le suplicaba que parara, que era una locura dejarse llevar por aquel gigante falto de modales.
¿Pero que podía hacer cuando este le robó cualquier resquicio de la racionalidad?
Percibió como las manos del susodicho se posaban en su cintura, acariciándola con delicadeza alcanzando el punto de estremecerle el alma.
Paso una de las manos por su cabello deshaciéndole el peinado, y provocando que las horquillas quedaran por todos lados de aquel frondoso jardín.
Sentía toda su gran anatomía.
Estaba tan perdida, que ambicionaba que no hubiese barreras entre los dos, quería que la tocara y para sorpresa de ella misma, sin ropa de por medio.
Sin importarle que no tenía ni la mayor idea de lo que seguía después, ya que no había sido informada ni por su padre ni por nadie, era un tema delicado de tratar y nada propio para un hombre, al igual que tenía prohibido que las doncellas la ilustraran, aunque bien sabía que algo pasaba en la noche de bodas aparte de dormitar, pero...
—¡Pare! — con el ápice de racionalidad que le quedaba en el cuerpo logró articular una palabra más coherente, y en estos casos la ideal rompiendo el beso, separándose de aquellos labios que la hicieron perder los papeles— ¡Déjeme! — se removió debajo de este, pero no se inmutó.
Solo la miraba sin decir nada.
Agitándole los ímpetus de ser esta vez ella la que lo abordarse sin importar lo posterior, solo el ahora.
» ¡Se lo ruego! — las emociones la estaban sobrepasando, las lágrimas salían como cascada por sus mejillas no sabiendo si en suplica a que se apartara, o a que regresase a concluir lo que inició.
Caviló que se retiraría en ese instante al verla tan descompuesta, sin embargo, para su sorpresa beso cada lágrima que rodaba por su mejilla, mientras que las que no atrapaba con sus dedos las limpiaba.
Eso la conmocionó todavía más, llevándola al mutismo, a perderse en esos ojos azulados que la miraban con un brillo inusual.
A decir verdad, ella deseaba que ese momento no terminara nunca, pero se encontraba presa de las emociones.
Con ganas de detener el tiempo para que ese instante no acabase jamás.
...
Después de unos minutos que parecieron segundos se separó de ella mordiéndose el labio dejando escapar un suspiro, dispuesto a ponerse en pie, consiguiendo que percibiese el frio de su ausencia.
Se sintió vacía, incompleta y aunque quería resoplar de frustración lo retuvo, pues no le demostraría cuanto le había afectado su lejanía.
Extendió una mano para ayudarla a ponerse en pie y aunque prefería rechazarla no podía, el vestido le impedía movilidad.
Quizás el cuerpo en general, pues estaba temblando hasta el punto de tiritar, pero no precisamente de miedo o frio.
—Gracias Excelencia— dijo casi en un susurro intentando no parecer consternada, mordiéndose la lengua para no preguntar que había sido eso.
—No me dé las gracias Milady— dijo en un tono distraído que logró que lo mirara, porque también se percibía tintes de consternación, cosa que duró poco, ya que al apreciarse observado compuso una máscara de burla que le señaló que lo que vendría no le gustaría, aunque no reaccionó a tiempo para poder prepararse como se debía—. Ahora si no podrá salir de este compromiso tan perturbador para su persona— pestañeó como si pareciese corta de entendederas, para acto seguido arquear una ceja rojiza sin saber específicamente a que se refería—. Véalo con sus propios ojos— como si le hubiera leído los pensamientos, con la mirada señaló un punto en específico a sus espaldas.
Sin disimulo alguno volteó topándose con los ojos oscuros de su padre, dejando salir de sus labios un sonido de horror casi inaudible, y lo peor de todo es que su progenitor con mirada impenetrable le sostuvo el escrutinio sin reaccionar, que para las personas que no lo conocían como ella no se darían cuenta que tenía el cuerpo tensionado y estaba a punto de explotar, sacándola a empujones de aquel lugar, y lo peor de todo es que no era el único testigo.
También estaba la Duquesa viuda al costado de su progenitor, y unos cuantos sirvientes entre estos las doncellas del lugar, incluida la que le asignaron provisionalmente.
Sin posibilidades de negarlo, o retroceder.
Su cara alcanzó a ser un rojo escarlata muy parecido al de su cabello, que hasta hace nada era tan opaco, que el color era poco notorio.
—No... no puede ser— sintió que el mundo le daba vueltas, y antes de caer desvanecida los brazos del Duque la sostuvieron—. Usted es... usted es un ser rastrero sin ningún tipo de moral— gesticuló con ira renovada al darse cuenta de sus mal habidas intensiones.
Cuando se sintió en condiciones se separado de golpe, para enfrentarlo con la furia más burbujeante que antes, agradeciendo no desmayarse.
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Editado: 22.04.2023