Una Oportunidad Para Amar (lady Esperpento) Ar1

XIX

Ángeles

La rebeldía, falta de raciocinio e impulsividad era propia de la familia Stewart, pero en la integrante menor y consentida por todos mucho más, cosa que comprobó Ángeles cuando al parpadear con efusividad se dio cuenta que su adorada prima estaba debajo de la mesa, provocando que tosiera de manera convulsiva por la sorpresa, alarmando a los demás comensales.

—Tome un poco de agua Milady— exclamó preocupado el Duque francés, extendiéndole la copa que aceptó de buena gana.

Recibió aire de unas cuantas mujeres del salón que se abrieron paso hasta llegar a su lado, al igual que su prometido intentó ir a su auxilio, pero se lo impidieron sus amigos del mismo modo que su negación.

No podían encontrar a su motivo de sobresalto.

Aine estaba en un aprieto.

...

Cuando por fin se recompuso, con ojos llorosos sonrió en agradecimiento llamando con la mirada a su primo Alistair que, al estar pendiente de su entidad, de inmediato se acercó con confusión evidente, mientras de manera galante entre disculpas y miradas tranquilizadoras hacia sus padres se abría paso hasta quedar a su lado.

—¿Qué ocurre prima? ¿Necesitas que te escolte para que tomes un poco de aire? — preguntó acercándose hasta quedar a su altura, observándola con curiosidad palpable en sus orbes azules, que particularmente esa noche se asemejaban al cielo en pleno verano.

Despejado.

Puro.

Limpio.

—¡Ayúdame! — gesticuló en un susurro esbozando una sonrisa angelical tensa, intentando que nadie los escuchara puesto que la atención de la mayoría estaba en ella.

Es cada movimiento, agradeciendo que se habían dispersado las mujeres, que la estaban socorriendo ton solo omentos atrás.

» Es tu hermana— entrecerró los ojos frunciendo el ceño.

—¿Qué le paso a Aine? — estaba aún más confundido.

Sin poder decirle con la boca que se encontraba debajo de la mesa, desvió sus ojos hasta el lugar, haciendo que este tras un par de intentos la entendiera quedando igual que ella.

—¡Mierda! — siseó cerrando los ojos—. Veré que puedo hacer— articuló mientras formaba una sonrisa forzada para regresar a su lugar—. Solo intenta crear una distracción— asintió con pesadez advirtiendo como retornaba a su puesto.

—Gracias— expresó a los auxiliadores ya esparcidos, enderezándose en su postura procurando ganar un poco de tiempo, pretendiendo formar una idea de cómo desviar la posible atención que suscitaría si una cabeza pelirroja con cuerpo de chiquilla revoltosa salía por debajo de la mesa, otorgando sonrisas traviesas por montones.

Aine cuando se lo proponía era un incordio.

No tenía de otra manera que fingir indisposición.

Pero cuando eso acabara la iba a oír.

Suspirando con pesadez tomó la cucharilla para seguir con el postre, cuando premeditadamente en punto estratégico dejó caer torpemente el cubierto, haciendo resonar la vajilla, silenciando las conversaciones para ser el foco de atención.

Acción que le puso de los nervios, logrando que el cuerpo le temblara ligeramente a la par de los labios, obteniendo que esa parte le saliera natural, teniendo el efecto deseado porque las miradas alertas en especial de las damas fueron a ella de nuevo, entre tanto, ahora sus familiares intentaban erguirse paso abrirse paso hasta donde se ubicaba, solo reteniéndose uno en específico, encarando a alguien en especial, que le daría respuestas, que esperaba fuesen convincentes.

—Si me permite, puedo direccionarle a un lugar más apropiado para que recupere el aliento— ofreció Lord Beaumont, que era el que estaba más cerca, ya que su prometido, pese a que los advertía con los ojos entrecerrados no hizo ningún movimiento.

No la ignoraba, pero su nulo actuar la puso a tragar grueso.

Hasta el momento nunca había podido predecir como procedería en cada situación.

Demasiado complejo, poniéndolo ante los ojos del mundo como un espécimen fascinante.

Pese a que se podía dar cuenta con el lenguaje de su cuerpo que estaba al tanto de todo.

Apreciándose irritado, pero castigándola con la máscara que siempre utilizaba con ella, la de la indiferencia.

Aine jaló de nuevo su falda, así que miró de reojo y advirtió como hacia señales para que se retirara con aquel hombre.

Mandándola sin entenderlo a la boca del lobo.

Haciéndola cometer un escándalo, pues lo más indicado seria que su tía, doncella o alguna mujer fuera la que la acompañara a ese menester.

—Agradezco su amabilidad, pero no es correcto— tenía que existir otra manera para desviar la atención.

No con él.

Ese hombre no le daba buena espina.

En ese momento enfocó a la hermana de aquel, que en vez de mirarla con preocupación sonreía con diversión mientras comía un poco de tarta, y bebía agua negando como si comprendiese algo que ella no.

Dudaba que supiera porque actuaba así.

Seguramente pensaba que quería llamar la atención de cierto rubio, que continuaba en su puesto negando ante algo que le decía uno de sus amigos, que tenía a un costado, el cual reconoció como Londonderry, en su repaso visual rápido por los asistentes para continuar con su representación.

—Insisto— se levantó ofreciendo su mano, llenando de cuchicheos la mesa, incomodándola aún más.

Haciéndola suspirar fastidiada ante la insistencia de ese francés, que lo único que pretendía es tenerlo lejos de su vista.

Alistair de lo lejos tampoco le ayudaba, puesto que se encontraba igual de incomodo que su prima, mirándole con impaciencia, observando el reloj de bolsillo fingiendo que escuchaba a su padre, que seguramente le preguntaba para que lo solicitaba antes de ese percance.

Regresó su vista al rubio, que ahora en su semblante se hacía más notorio su incomodidad.

Como preguntándole con la mirada si podía hacer el movimiento indicando para ser quien la socorriese.




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